La mecha no se
ha apagado. El futuro libro que ahora nos anuncia con Telefreud será,
pues, la segunda parte. O la segunda entrega, el siguiente capítulo, de la obra
precedente. Era inevitable pasar de Shakespeare a Sigmund Freud. ¿No dijo este
último que él no había dicho nada nuevo que no hubieran tratado los grandes
autores clásicos, los poetas, los dramaturgos? La razón y la emoción, el azar y
la necesidad, el libre albedrío o el determinismo, lo evidente y lo soterrado:
esos ingredientes estaban en el teatro remoto y están en las ficciones
presentes. Por otra parte, llevamos una larga temporada –o varias-- con
problemas en serie: serios problemas de autoestima, de decisión, de moralidad.
Aunque, ahora que lo pienso, estamos como hace siglos. Ésa es la verdad. Es más:
no nos sentimos nada bien. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos hacer?
Lo que sigue, lo
que el lector podrá compartir ahora, ha sido motivado por Carrión, por su ensayo
sugerente y polémico: de hecho, aquello que escribo es un diálogo implícito con
el autor de Telefreud, aunque dicho
texto sea más el acicate que la referencia. Me centro en The Sopranos (1999-2007), una de las
series con las que él arranca. De todo lo que podría decir de los mafiosos de
Nueva Jersey me limitaré al psicoanálisis, cosa que ya había tratado en otro
lugar. No espero que Carrión comparta mis
disquisiciones.