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Jacques Darras: <i>Arqueología del agua. Antología 1988-2001</i> (Libros del Aire, 2011)

Jacques Darras: Arqueología del agua. Antología 1988-2001 (Libros del Aire, 2011)

    TÍTULO
Arqueología del agua. Antología 1988-2001

    AUTOR
Jacquez Darras

    EDITORIAL
Libros del Aire

    TRADUCCIÓN, EDICIÓN Y NOTAS
Miguel Veyrat

    FICHA TÉCNICA
ISBN (papel): 978-84-938154-8-6. Edición bilingüe. Madrid, 2011. 171 páginas. 17€




Reseñas de libros/Ficción
Jacques Darras: La arqueología del agua construida en voz
Por Marta López Vilar, martes, 1 de noviembre de 2011
Todo poeta se ha preguntado alguna vez de dónde viene aquello que construye la poesía. Parece que es una duda obligada, una investigación íntima que debe llevarse a cabo, en parte, para saber de dónde viene el propio poeta, su razón de existencia. No hay poeta que no se pregunte por su origen. Pero a lo largo de toda la historia de la poesía –incluida la sobrecogida voz de los místicos- la respuesta ha sido la misma que la de esos propios místicos: el silencio. Es por ello que el poeta Jacques Darras decide cambiar el prisma de esa pregunta recurrente. De la mano del poeta y traductor Miguel Veyrat, llega a nosotros un libro bello. Bello con todas las connotaciones de la belleza, la verdadera –esa que puede llegar a herirnos-. Arqueología del agua es una antología del poeta francés Jacques Darras que la editorial Libros del Aire nos trae en edición bilingüe y que Miguel Veyrat –su introductor en lengua castellana (1)- ha logrado escuchar poéticamente para reconstruir los versos de Darras sobre la lengua castellana. Los lectores españoles pueden estar seguros de que no perderán la poesía, a pesar de que la empresa no era nada sencilla. Darras elonga la palabra hasta grados insospechados y eso, para un traductor, es difícil.
Este libro bello no da respuesta al origen del poema, sino que sitúa al poema, lo recrea, lo construye de una manera acuática. Desde siempre, el agua fue el origen de todas las cosas. Homero llama en la Ilíada al Océano “el origen de todos los dioses y el principio de toda la vida”. Tales de Mileto asumía que el origen de todo ser parte del agua, que es elemento fáctico. El filósofo neoplatónico Plotino concebía el Uno como aquello que descansaba en sí mismo y fluía a lo múltiple para que retorne al Uno. Los místicos medievales alemanes de influencia neoplatónica designaban a las criaturas como ausflusse, emanaciones. El Dios cristiano siempre es desbordante y está unido al agua, como la propia Teresa de Ávila escribe en su Castillo interior. El agua, como puede verse, siempre guarda una proximidad con lo trascendente. Y la poesía es trascendencia.

Aquí, Darras evita el discurso de intentar trazar el camino hacia el origen, porque sabe que el poema es en sí una nueva manera de existencia, una nueva forma del mundo. Atrae, de esta forma, la realidad de las cosas para sentirlas poéticamente. Es el poema el que nos contempla, no al revés. Posiblemente, el erróneo –pero necesario, no lo olvidemos- discurso poético que nació ya desde el Romanticismo en el que el alma humana debía aspirar a esa nueva existencia superior para devolver a la poesía su estado indemne, debía ser sustituido por la concepción que Darras nos enseña: es el poema el que debe devolvernos nuestra propia existencia, el que se mueve y nos muestra realmente cómo somos a través de todo aquello que mira:

está sentado
tiene las rodillas plegadas
ve el mundo
ve flores de trébol blanco
ve un techo de tejas rojas
ve un trozo de cielo gris
no ve el mundo
él solo es el mundo


Darras construye el lugar del poema, nos lo canta desde la sinceridad de quien conoce la poesía. Construye ese mundo –que ya no es mundo, sino lugar- a través de pliegues que tanto nos recuerda a Deleuze al hablar de Leibniz, pero también a Benjamin, cuando acertó en su afirmación de que lo auténtico siempre residía en los pliegues. Cuando se produce ese pliegue, ese intersticio, es cuando aparece la voz acuática de los versos de Darras. Es un agua hermosamente oscura que, como un vaciado pompeyano, busca su forma en las palabras:

la cuestión es irresoluble
soy como la tierra que gira
giro en torno a las palabras
me borro
las palabras permanecen
la palabra “día” permanece
la palabra “tierra” permanece
la tierra gira en el cielo
la tierra gira en las palabras
la tierra gira en la palabra “gira”
la tierra gira en la palabra “tierra”
¿qué es lo que gira en las palabras?
algunos quieres saber cómo se produce la borradura
el borrado de las palabras
¿quién preserva la memoria de las palabras?
la memoria
la palabra memoria permanece en la palabra “memoria”


El espacio que queda cuando el pliegue se produce, cuando se contrae, es lo que deja hueco a la palabra que se nos presenta como metáfora, en sí, de nuestra propia realidad, aunque pensemos que somos nosotros los que nombramos. Lo real es pura metáfora. De ahí que el poeta sienta nostalgia por el regreso a esa verdadera forma. Novalis ya lo supo: había que regresar al alma como a una patria antigua, pero esta vez no para hacer poesía –ella ya está hecha-, sino para reintegrarnos en ella. No es la poesía la que está fragmentada, sino nosotros mismos. Es por ello que el poeta, desde siempre, ha cantado. Sólo a través del canto –es fácil recordar a Orfeo-, el impulso se dirige hacia lo poético que nos mira a distancia que es altura, camino infinito o el afuera:

En el hombre, la voz que canta se escucha bajo la voz que habla.
La voz del canto está al fondo de la garganta más cerca de los pulmones
que la palabra.
Que asimismo está más hacia adelante, hacia fuera, cerca de los dientes,
Más cerca del afuera.
La voz del canto está atrás, más atrás, en el desfile que enfila la
respiración a la salida de los pulmones.
Que asimismo son alimentados por el corazón y el pulso de la sangre.
La voz del canto es como un clima interior.
Un cielo interior.


La distancia, lo lejano, es algo que acompaña a la poesía. Tampoco el mar, al mirarse, nos ofrece un final. Intuimos que al otro lado hay tierra, pero no la vemos. La poesía es así: una intuición, porque está igual de lejos. Me fue imposible dejar de recordar a la gran poeta, traductora y ensayista francesa Martine Broda –también espléndidamente tra-ducida al castellano por Miguel Veyrat (2)- cuando en su El amor al nombre escribía: “El amor, que fulgura por sí mismo sobre el fondo de su pérdida, es aquello que vuelve a poner en movimiento la energía creadora intensificando lo entrevisto” (3). La poesía es como el amor. Y eso muy bien lo escribe Darras en su hermoso libro Cinco cartas a Elena (4) en la que el poeta recrea el amor de un Descartes íntimo hacia Hélène Jans. Y es amor, también por la lejanía que separa al hombre de la poesía. Para intuir esa poesía, Darras reconstruye una ciudad a golpe de voz para curar un paisaje en ruina:

Acaricio al río en sentido de sus piernas para hacer que la sangre
reemprenda el sentido del agua, el sentido Ayuso.
Pero que nadie se engañe, esto nada tiene que ver con la
ecología, sino más bien con la medicina.
Una medicina enamorada.
Una medicina poéticamente enamorada.
Que consistiría en curar a los ríos o las ciudades con la voz.


La voz como fármaco, el mismo fármaco platónico del Fedro que muchos siglos más tarde el filósofo de la deconstrucción Jacques Derrida desarrollaría espléndidamente en La farmacia de Platón, dentro del volumen La diseminación (5). Fármaco que es medicina y veneno a la par, inoculando a la poesía de esa misma cura y condena a la desaparición de la presencia. Del poeta, en el poema, apenas queda una huella, un eco. La poesía cura el alma, como muy bien supieron cuando Epidauro se convirtió en el lugar de culto de Asclepio, dios de la medicina. Pero la poesía también extingue, devasta, enceguece, escinde, borra:

¿se borra en mí lo borrado?
veo el día
veo el borrado del día
veo la noche
veo el borrado de la noche
no veo la borradura
soy lo borrado de lo borrado
soy el olvido del olvido


La poesía también enloquece, gira frenéticamente con la cordura, danza con ella como una ménade invoca a Dionisos:

Danzan en redondo sobre sí mismos enloquecidamente
cuerdamente su locura es la propia danza
Danzan dicen que todo sobre la tierra danzará siempre con la Tierra
Danzan dicen que la danza es Locura que gira en redondo
consigo
Danzan dicen que Locura Cordura bailan juntas la misma danza
Danzan danzan nada más dirán nada más danzan danzan


La locura hölderliniana es la representación de esa poesía que se mantiene en estado híbrido de manera continua. También guardará silencio siempre, como la belleza: “La belleza, abrazamos la palabra entre los labios, guardará /silencio”. Su expresión será la de la mudez y la danza. Todo lo dicho no pertenece a la poesía. La poesía, en sí, no pertenece a la palabra, sino a la voz. Y la voz está aún más abajo que la palabra, geológicamente sumergida (6) bajo una capa de hielo. Hay que exiliarse al frío, atravesarlo como Ovidio, para contemplar el mundo que no creamos con los nombres, sino que nos crea a nosotros.

Marta López Vilar, Madrid, 30 de octubre de 2011




NOTAS:
(1) De Jacques Darras ha traducido: Antología fluvial (Palma de Mallorca, Calima), Cinco cartas a Elena (Oruense, Linteo) y esta Arqueología del agua (Madrid, Libros del Aire).
(2) Veyrat tradujo Deslumbramientos (Ed. Linteo, 2009), y el ensayo El amor al Nombre (Losada, 2006).
(3) Martine Broda, El amor al Nombre, Madrid, Losada, 2006, pág. 3.
(4) Jacques Darras, Cinco cartas a Elena, Ourense, Linteo, 2007. Traducción de Miguel Veyrat.
(5) Jacques Derrida, La diseminación, Madrid, Fundamentos, 1975.
(6) En el suplemento de libros del diario francés Le Monde (5-III-2004) se recogen estas palabras de Darras: “Le savoir premier est celui de la nature, du rapport instinctif à la géologie, puis c’est la découverte du minéral au contact de cette terre picarde qui a vu naître l’archéologie. La terre dans son horizontalité spatiale et sa verticalité géologique…” -“La primera sabiduría es aquella de la naturaleza, la de la relación instintiva con la geología, después es el descubrimiento del mineral al contacto con esta tierra picarda que ha visto nacer la arqueología. La tierra en su horizontalidad espacial y su verticalidad geológica” (la traducción es mía). 
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