De
Lo que el viento se llevó tampoco recuerda haber sentido
compasión por el pobre Ashley, cuyo amor desorbitado le indujo a planear su
futuro con la mujer equivocada, lo contrario de lo que les espera al príncipe
Guillermo y a
Kate Middleton en la isla de Anglesey. Y tampoco se
acuerda mucho de la prosapia de los Wilkes, ni mucho menos de los festines, en
las habitaciones de roble, entre Butler y la prostituta Belle Watling, que
podría ser la
Ruby Robacorazones de
Silvio Berlusconi. Sólo
retiene la entereza de la protagonista, Escarlata O’Hara (
Vivien Leigh):
“Pese a todo, pese a todas las adversidades, tiró adelante y sacó a flote a su
familia. Escarlata es inteligente y egoísta, con una fuerza enorme que
significa: ‘Si yo estoy bien, los demás están bien’”. Desde entonces,
Eva María Ruiz
quiso ser Escarlata, su alter ego. “Es mi Yo”, se define. En octubre del 2010
creó un blog en
el que cuenta sus cuitas y recorre los condados de los
sentimientos, que comparte con los lectores en la Red: “Aún me sorprende que
haya gente que no conozca de nada y que me siga y que me pregunte mi opinión
sobre diversos temas. Mis artículos tienen más de ochocientas lecturas. Me
satisface enormemente, y cada mail lo contesto y le dedico el tiempo que se
requiere”. Ese blog lleva el nombre de su primer
nick, “el que usé cuando
allá por 1998 me compré un ordenador portátil”: “Scarlata”. Eva María ha
prolongado sus epístolas sin pluma (el ratón inhalámbrico es su trasunto) en un
libro de bella factura:
La verdad
Scarlata (Ediciones
Carena, 2011). “Aquí
cuento mis emociones, lo que siento. La idea se me ocurrió viendo en el cine la
película
Wall Street 2”. En su entrada del domingo 3 de abril, cierra una
cita con el destino, tal y como ella se lo plantea. En el post “La confianza del
riesgo” escribe: “Perdernos, ¿cuál es el riesgo?”.
La vida de Escarlata
es una vida poética, que sintoniza con los cometas metacarpianos —por su rara
anatomía humana, en formato libre— del poeta de la Generación del 27
Pedro
Salinas: “Para vivir no quiero / islas, palacios, torres. / ¡Qué alegría más
alta: / vivir en los pronombres!”. Escarlata-Eva hace honor a los pronombres:
del Tú y el Yo, al Ellos.
Eva nació bajo el signo de la lluvia, cuando
abría el balcón de su casa y olía a tierra mojada, a fértil, a renuevo y a
buganvillas: “Viví una infancia inmensamente feliz”, resalta, asentada en el
mogote de su voz. “Miraba las estrellas, estaba en estrecho contacto con la
naturaleza. Me encantaban los animales. Me encariñé con el perro de una vecina,
Rocky, que acabé adoptando”.
La muerte de Rocky la marcó de tal modo que
a partir de ese momento consagraría sus esfuerzos a paliar el sufrimiento en los
demás, quienesquiera que sean los demás (animal humano, animal no humano o
vegetal). Creció, como crecía Alicia, en una especie de crecimiento sin
repechos. Profesionalmente, se formó como gestora en las áreas de recursos
humanos de la función pública, y pasó de trabajos “agresivos y fríos” a otros
“más cálidos”, haciendo de sus empleos estaciones meteorológicas que pudieran
pronosticar el tiempo. La última empresa en la que estuvo fue una fundación
“amiga de los animales”: “Un refugio para los animales en el que son curados
física y emocionalmente”. De allí salió con el corazón encogido y la mente en
blanco, dispuesta a empezar algo que aún no había acabado: la escritura. Ella se
expresa mejor: “Los animales lo son todo para mí, ellos lo son todo. En la
fundación llegué a tener a mi cargo a 22 personas y a 2.000 animales. Llegó un
momento en el que tuve la necesidad de mostrar mis sentimientos, y me puse a
escribir. El corazón es muy sabio, más que la mente”.
Del Tú y el Yo, al
Ellos.
Ellos son: 1. Coto, un perro “extremadamente inteligente”; 2.
Sandy, una hurón que sube las escaleras de su casa a la velocidad de la luz,
“algo sorprendente, ¡tan pequeña y tan ágil!”, y 3. Welcome: “Un gato callejero
de preciosos ojos verdes que entró en mi salón como Pedro por su casa, y aquí se
quedó”.
“Hace casi dos años, Thais, un pastor alemán hembra, se murió,
con todo el dolor de nuestro corazón”, deplora, y agrega, convencida de lo que
dice, compendiando sus creencias fundamentales: “Creo en la fuerza del Cosmos,
creo en el universo, creo que todos formamos parte de una sola consciencia. Creo
que cada existencia merece ser respetada, y creo que yo no soy quién para juzgar
a nadie, y mucho menos para quitar ninguna vida: la experimentación con animales
es macabra, oscura, insensible y clandestina. Los animales son mi sacrificio, y
soy enormemente responsable con ellos. Aún no tengo hijos, pero ahora ellos son
mis hijos”.
Ellos.