Escena de combate en Dead Birds (foto de
Robert Gardner)
De todos lo grandes cineastas que se
dedicaron al documental etnográfico, Gardner es el que permanece más cerca de la
imposible intención inicial del fundador de la antropología cultural
norteamericana, el judío-alemán Franz Boas. Físico-matemático (se doctoró con
una tesis sobre el color del mar) y educado en lecturas de Humboldt, Goethe y
Kant, Boas llegó a los EE.UU. con la aspiración de estudiar cómo se transforman
las percepciones básicas de los seres humanos en conocimientos, emociones y
símbolos. Eligió el Ártico como laboratorio, un hábitat extremo que facilitaría,
creía él, sus observaciones. Pero el contacto personal con los Inuit, y luego
con los indígenas del noroeste norteamericano, lo hicieron desistir rápidamente
de su utopía mecánica, y dedicarse de lleno al trabajo descriptivo y analítico
del etnógrafo.
Robert
Gardner: Dead Birds (La Batalla) 4 de
10 (1965) (vídeo colgado en YouTube por beforeyouknowit01) (*)
Los documentales de Gardner son polémicos (aun
heréticos) para muchos antropólogos. Invirtiendo la formula de Boas, en sus
films el hábitat extremo no está afuera, en las particularidades de una
geografía y de una cultura ajenas, sino en el hombre que las mira y debe
comprenderlas. Esto es un problema para la narración convencional de lo exótico,
que busca siempre reducirlo a una explicación, a una traducción racional,
guardando distancia, presumiblemente, y eximiendo al observador crítico de
mezclarse en la historia. No es el caso, en la obra de Gardner. Toda la
extrañeza de ser y de mirar y sentir queda invariablemente atrapada en cada uno
de sus “documentos humanos”–denominación que prefiere a la de cine
antropológico. En vez de domesticar lo exótico, su cámara subraya lo no familiar
y teje dentro de ese registro fronterizo narraciones respetuosas. Aunque educado
en la profesión del etnógrafo, Gardner es, sobre todo, un hombre de cine. Para
que no queden dudas, en su libro
Making Dead Birds. Chronicle of a Film
(2007) incluye la siguiente lista de autores en un apéndice titulado “Films
relevantes”: Brakhage, Buñuel, Cartier-Bresson, Maya Daren, Vittorio De Sica,
Sergei Dvortsevoy, Robert Flaherty, Georges Franju, Vlatko Gilic, Hilary Harris,
Vitaly Kanevski, Peter Kubelka, Roberto Rossellini, Hiroshi Teshigahara, Leonid
Varlamov, Jean Vigo, Basil Wright.
Robert Gardner: Forest of Bliss (1986) (vídeo
colgado en YouTube por benitomaciascanton)
Desde luego los
etnógrafos que registran por escrito sus observaciones y análisis, también lo
están haciendo en conversación con una serie de libros. Seria muy instructivo
apuntar aquí la lista de obras que algunos antropólogos han llevado consigo al
campo. Baste decir que por desgracia para todos --observador, observados y
lectores-- esas listas se han vuelto cada vez más “endogámicas,” compuestas por
libros de antropólogos, inmersos en el lenguaje crecientemente hermético (hasta
ridículo) de la profesión. Boas (volviendo a los orígenes) no solo tenia
presente a autores como Kant, Humbold y Goethe. Una de sus lecturas tempranas
mas decisivas fue el
Laocoon, de Lessing, una obra epistemológica sobre
las posibilidades y los limites de distintos medios expresivos.
Tomando
el conjunto de la obra fílmica de Gardner (quien en noviembre cumplió 84 años)
se advierte su alusión y retorno constantes a los desafíos que presenta la
pintura –la forma mas elemental de la expresión visual. No hay dudas que para
él, el acto de pintar equivale a una lucha ritual. Así lo documenta en su film
Passenger
(1997) sobre el pintor Sean Scully. La cámara sigue a Scully en su estudio, en
diferentes momentos de la creación de una pintura al óleo. De un modo que
complacería a Seamus Heany, Gardner no escatima tomas de las herramientas y las
operaciones alquímicas del pintor; el desorden móvil de tachos y pinceles, el
piso manchado, los trapos sucios, las manos del artista mezclando colores. En
medio del cuarto, fija, en el atril, la tela desafiante. Sully camina, se
inclina, grita, mira, mide, ataca con su pincel. Está vestido con el uniforme
blanco del maestro de artes marciales. Lo suyo es manifiestamente un combate.
Cuando pone la última estocada de color se acaba la tormenta. Sully cuelga la
pintura en la pared, da unos pasos atrás en su uniforme marcial y se inclina en
saludo a su rival, el fantasma detrás de la obra hecha.
Robert Gardner: The Nuer (1971) (vídeo colgado
en YouTube por docued)
Es un film especialmente autobiográfico,
porque describe el trajinar expresivo, arriesgado, del propio Gardner. Su cámara
ha registrado con responsabilidad (“siempre trato de ser un testigo
responsable”) las batallas mortales de los Dani de Papua Nueva Guinea (
Dead
Birds); la actividades funerarias, purificadoras, que ocurren en el dédalo
de estrechas calles de Vanaresi y en las escalinatas que bajan al río más
sagrado del mundo, el Ganges (
Forest of Bliss); la relación física y
metafísica de un grupo pastoril del Sudán con su ganado (
The Nuer) y lo
que a mi juicio es el mejor film sobre shamanismo que existe,
Ika Hands.
(para un catalogo completo de sus obras,
ver AQUÍ). Todos
estos films son escenarios de historias superpuestas: Gardner autor y testigo,
rondando con su cámara una materia multiforme que se le resiste; e indivisible
de la sintaxis cinematográfica, aligerada de todo ripio visual, una historia
sobre el mundo ajeno de los otros, mostrado en toda su extrañeza humanizante.
Hay un cruce de caminos con la Argentina. Pocos saben que
Hermogenes
Cayo, el justamente famoso documental de
Jorge
Prelorán, fue finalizado en colaboración con Gardner.
Aclaro de inmediato: Prelorán ya tenía hecho todo el trabajo, pero terminó de
editarlo en Boston, en la casa de Gardner, donde paso varias semanas. Fueron
presentados nada menos que por el folklorista Alan Lomax.
Retrospectiva homenaje a Jorge Prelorán (vídeo colgado
en YouTube por Antropologia VisualIMX)
En los últimos años Gardner
se ha dedicado a publicar una serie de libros que por supuesto se relacionan con
sus films más importantes. Son en parte bitácoras, en parte meditaciones, y
agregan documentos nuevos a lo que debe verse como un
record largo sobre
–por caso-- los Dani, o la liturgia hindú, un
record que precede y
sobrevive a los films que dedicó a esos temas. Gardner es un prosista austero,
que edita sus textos con el rigor elegante de su alter ego el montajista. Es
buena literatura, tersa y acechada por la misma dimensión poética presente en
las películas. Nos enteramos de cosas que las imágenes no comunican. Por
ejemplo, del significado de las palabras que cantaban a dúo, sobre una roca,
Uwar y Aplegma, dos hombres Dani que figuran en
Dead Birds. No
nos gusta ir lejos
Nos gusta deambular cerca
no lejos
Es bueno
cerrar la puerta
desde dentro
Hagamos un brillante fuego
para poder
ver a las mujeres
No es bueno irse lejos
El pasto alto se mueve en el
viento
El pasto se dobla hacia abajo en el viento
Los que hayan
visto el film recordarán que la aldea de estos hombres –una serie de chozas que
rodean las chacras del grupo—está instalada en un valle, y que no muy lejos, a
simple vista, se distingue la aldea del grupo rival, del que siempre esperan
ataques y muertes, que deben ser vengadas. El sonidista Michael Rockefeller, que
grabó la canción, desapareció trágica y famosamente semanas después.
Robert Gardner: Ika Hands (1988) vídeo colgado
en YouTube por docued)
En su libro mas reciente, que acaba de
aparecer (
Just Representations) Gardner hace la instructiva crónica de un
film fallido, que hubiera sido su primero de ficción, y su primera experiencia
con un texto ajeno y con la industria de Hollywood. Basado en la obra de Coetzee
Esperando a los barbaros, los actores iban a ser Ben Kingsley y Tommy Lee
Jones. El escenógrafo, John Box, legendario por sus colaboraciones con David
Lean. Viajaron a Marruecos, después a Urumchi (noroeste de China) para elegir el
lugar. El productor Michael Fitzgerald, que imaginó el proyecto y a Gardner
dirigiéndolo, gasta un millón de dólares en estos preparativos –una suma con la
que se hubieran podido filmar decenas de documentales. Gardner describe sus
reuniones con Kingsley, y la fragilidad un poco deprimente de ese mundo de
actores y de agentes con el que nunca había lidiado. A pesar de ser amigos, o
por eso mismo, Fitzgerald y Gardner tienen dificultades (como los personajes del
film) para delimitar dónde empieza y termina la autoridad de cada uno. Gardner
siempre trabajó solo e hizo el cine que quiso. Esto es otra cosa. La historia
ocurre en un puesto fronterizo, en un imperio (que podría ser cualquier imperio)
y hay dos protagonistas centrales: el magistrado a cargo, y un militar inspector
que llega a revisar la conducta del magistrado. Los "bárbaros" detrás de la
frontera son la presencia virtual, amenazante. Gardner cree que el paisaje es un
personaje, que la comunidad inventada debe parecer real, que la luz exterior e
interior son actores también --le molesta la super tecnificación del cine actual
que consigue falsificar estas cuestiones básicas. Se pregunta si los manerismos
de Kingsley no impedirán que comunique la humanidad del magistrado. En cierto
momento Fitzgerald invita a Hertzog a hacerse cargo del proyecto, aún inconcluso
hoy, diez años después de comenzado. "Es una historia que solo gana en interés
con el paso del tiempo --dice Gardner al final de su crónica-- el interés mío
incluido."
Para un explorador como él, escéptico de la narración lineal
y de los inventarios científicos, la libertad que da entrar de lleno en el
dominio de la ficción siempre fue la estrella en el horizonte.
Uno de los extras que acompañan al DVD de Ika Hands:
Gardner conversando sobre el contenido de la película con su
amigo de muchos años, el escritor mexicano Octavio Paz (vídeo
colgado en YouTuber por docued)