Vila-Matas,
en la página 28 de
Perder teorías, establece que, en su opinión, hay al
menos cinco rasgos irrenunciables, imprescindibles, que deben estar en toda
novela que quiera sentirse perteneciente al siglo XXI, es decir, que pretenda
ser contemporánea.
Los cincos rasgos esenciales son:
- La “intertextualidad”
- Las conexiones con la alta poesía
- La escritura vista como un reloj que avanza
- La victoria del estilo sobre la trama
- La conciencia de un paisaje moral ruinoso
Pues bien, la última
novela corta de Joyce Carol Oates traducida al español,
Bestias (Papel de
Liar, Barcelona, 2010), posee todos y cada uno de los rasgos establecidos por
Vila Matas. Estamos por tanto ante un ejemplo pleno de novela contemporánea
debido a una mujer que tiene más de 70 años (nació en Nueva York en 1938),
circunstancia que sí me dejaría dejar aquí subrayada.
Joyce Carol Oates ha escrito una
breve obra de horror, casi de ambiente gótico, una especie de cuento alucinado
planteado con muchas claves de los cuentos infantiles
clásicos
Pero vayamos por partes. De los
cinco rasgos explicitados más arriba, el último es el que en mi opinión está
planteado en la columna vertebral de la novela. En este sentido Joyce Carol
Oates ha escrito una breve obra de horror, casi de ambiente gótico, una especie
de cuento alucinado planteado con muchas claves de los cuentos infantiles
clásicos. La autora, en el primer capítulo, nos sitúa en el París contemporáneo,
el del año 2001. La protagonista, Gilliam Brauer, habla en primera persona. Se
encuentra en una sala del Louvre, y ve una escultura primitiva que a modo de
magdalena proustiana le hace regresar mentalmente al pasado por el mecanismo de
los recuerdos. A partir de ese instante, y por medio de un
flash
back que constituye el grueso de la obra, viajamos hasta los años
centrales de la década de 1970. Más concretamente ante un idílico
college
femenino de Nueva Inglaterra.
Carol Oates nos sitúa en una época en la
que los cercanos acontecimientos de finales de los 60 invaden la atmósfera de
sus páginas. Gilliam Brauer, una joven estudiante, se ha enamorado del profesor
André Harrow, que enseña poesía, y está fascinada por la mujer de éste, una
escultora voluptuosa. El matrimonio vive en una apartada casa junto al bosque, y
esa casa es un infierno delirante en el que Brauer y varias de sus compañeras
vivirán experiencias anómalas, extremas.
Repito, Carol Oates plantea su
historia con elementos propios de un cuento infantil. Una casa en medio del
bosque a la que acuden jovencitas llevadas por su sed de experiencias y
seducidas por una especie de flautista de Hamelin cuyo canto perturbador y
atractivo es la poesía, y más concretamente, la poesía erótica de D. H.
Lawrence. A estos elementos se le suma la presencia de la escultora, “la bruja”
maléfica, posesiva y poderosa de los cuentos de hadas y princesas, que seduce a
las jovencitas con malas artes. La pareja usa como armas de seducción y
persuasión el arte y la cultura, abusando de su posición preponderante y de sus
encantos para someter la voluntad de las jóvenes. Oates subraya así la
vulnerabilidad de las jóvenes, una vulnerabilidad ética y moral que no es
asediada por delincuentes provenientes de los bajos fondos o por elementos al
margen de la “buena sociedad”, sino por la supuesta elite moral de la comunidad:
profesores, artistas, seres cultivados, civilizados, que someten a las jóvenes a
sus deseos y planteamientos a través de una supuesta sofisticación moral, poemas
y esculturas. La inmoralidad de los morales, de los supuestamente depositarios
de una ética superior, de unas
bestias, es decir, de seres cuyos
referentes de comportamiento son los instintos y el sometimiento a estos de los
demás, de los más débiles. Un relato de horror brutal por lo sutil.
En Bestias la escritora
provoca y perturba al lector y lo coloca en un espacio de entendimiento que
desasosiega
Y es que para Joyce Carol Oates
“el arte no debe servir de consuelo: para consolarnos ya tenemos al prójimo y la
distracción masiva. El arte debe provocar, perturbar, inflamar las emociones,
llevar nuestro entendimiento a lugares no previstos e inclusos no deseados”. Y a
fe que en
Bestias la escritora provoca y perturba al lector y lo coloca
en un espacio de entendimiento que desasosiega.
Pero la otra columna
central sobre la que descansa este relato es el estilo, muy por encima incluso
de la sugestiva e inquietante trama. Un estilo, un modo de contar sagaz,
provocativo, acerado, hechizador y tenso, que logra situar al lector en el
centro justo de una pesadilla psicológica que produce escalofríos deliciosos. Un
estilo que está en contacto con la poesía en lo que se refiere a la capacidad
sugeridora y alusiva del lenguaje, la creación de una atmósfera de ensoñación
(en la frontera abierta de lo irreal), y la potencia verbal para expandir los
posibles significados plasmados y dejarlos en suspensión, flotando en la mente y
la capacidad del lector
Joyce Carol ha diseñado un relato kafkiano
íntimamente conectado con la mente y el corazón de los lectores. Estos quedan
seducidos y con las defensas bajas ante la maestría narrativa de la
norteamericana que logra medir con inaudita inteligencia los tiempos de su
narración.
Bestias es una pequeña joya de la narrativa contemporánea, una
magnífica puerta abierta a la reflexión sobre aspectos básicos de nuestro
tiempo, ante su indefensión moral.