Sin embargo hoy entendemos el Nocturno en su sentido decimonónico y
romántico, es decir, como una pieza estructurada en un sólo movimiento escrita
para piano. En este sentido los primeros Nocturnos fueron escritos por un músico
irlandés, John Field, padre del género, quien dotó a sus nocturnos de las
características básicas que después continuaron el resto de músicos: una muy
marcada melodía
cantabile con acompañamiento arpegiado, muy similar al de
una guitarra.
El más importante y genial compositor de Nocturnos de la
historia es sin duda
Fréderic
Chopin, a quien debemos 21 composiciones con este sentido. Nocturnos
de naturaleza romántica también escribieron otros importantes compositores,
entre ellos Fauré, Alexander Scriabin,
Satie
o Debussy. Todos los nocturnos de estos autores tienen como denominador común el
ser piezas tranquilas, expresivas y líricas, aunque recorridas de principio a
fin por una cierta oscuridad.
Kazuo Ishiguro nació en la tristemente
célebre ciudad japonesa de Nagasaki en 1954, pero con apenas seis años, en 1960,
se trasladó a vivir a Inglaterra. Estudió en las universidades de Kent y de East
Anglia y vive en Londres. Su obra ha sido traducida a más de treinta idiomas y
está considerado uno de los más grandes narradores británicos actuales junto a
otros integrantes de su misma generación, por ejemplo,
Martin
Amis,
Julian
Barnes o
Ian
McEwan, todos ellos escritores con obras ya reseñadas en estas
mismas páginas. La fama internacional de Ishiguro se disparó a raíz de que una
de sus novelas,
Los restos del día, fue llevada al cine por el director
James Ivory y protagonizada en sus principales papeles por Anthony Hopkins y
Emma Thompson.
Ishiguro ha escrito cinco crónicas
con finales abiertos y ambiguos en las que el alcanzar la madurez, es decir, el
empezar a envejecer, está íntimamente relacionado con la constatación sutil,
callada, no verbalizada, de que no se va a ser lo que se quiso
ser
Nocturnos es el título del primer
libro de cuentos de Ishiguro, un libro que lleva un muy significativo subtítulo:
Cinco historias de música y crepúsculo. En efecto, este libro presenta
cinco historias en las que la música y los músicos son protagonistas narrativos
de la acción, y en las que un tono crepuscular, de fracaso generalizado, recorre
el pulso vital de todo lo contado. Y es en este plano en el que el título
Nocturnos adquiere pleno significado y justeza. Ishiguro presenta cinco
historias marcadas a fuego por un lirismo simbólico de carácter tranquilo,
sosegado…, pero cosidos entre sí por un hilo oscuro, melancólico diría yo, que
los emparentan directamente, desde un punto de vista espiritual, a los nocturnos
musicales de Chopin pero, sobre todo, a los del irlandés Field. Quien conozca
esta música sabrá inmediatamente de qué estoy hablando.
Mientras escribo
estas líneas escucho los Nocturnos (dieciocho) de John Field en la versión del
pianista irlandés
Míceál O’Rourke, y me fascina la relación de sentido y
tono que puede establecerse entre esta música y las narraciones de Ishiguro. Las
cinco “historias musicales” del libro despliegan elementos habituales en la
narrativa del escritor inglés. Me refiero a que las cinco historias presentan
más o menos el mismo esquema conceptual: se contraponen en un momento
determinado de vida los sueños y promesas propios de la juventud con la realidad
y los desengaños que acaba imponiendo el paso del tiempo. Es decir, estamos ante
cinco historias que transcurren en el momento justo en el que los protagonistas
(músicos) se enfrentan a la ruptura definitiva de sus sueños y deben conformarse
con lo que el tiempo les ha deparado.
No, no son narraciones que cuenten
fracasos palpables y contundentes, dramáticos… No, estamos sencillamente ante un
despliegue narrativo sumamente sutil que explica de manera prodigiosa y templada
el momento preciso, y vivido por todo ser humano consciente de su mismidad, en
el que algo se rompe, se quiebra en su interior: los sueños de lo que podría
haber sido y no fue, y la aceptación callada, sumisa, dulcemente resignada de lo
que la realidad propone e impone.
Con Nocturnos Ishiguro ha
logrado un prodigio de madurez expresiva, una aproximación metafísica en voz
baja y muy comprensible de lo que significa madurar,
vivir
Pero esta quiebra de sueños no sólo se
refiere a la de los sueños o expectativas personales, también a la que los
personajes tenían con respecto a los demás integrantes de su entorno, de su
mundo, de su universo: padres, hermanos, amigos, parejas… Los otros también son
parte definitiva de la decepción, del material de los sueños y esperanzas
incumplidas. Ishiguro, para reforzar en sus historias este sensación de
desarraigo y resquebrajamiento interior, coloca a sus principales personajes en
lugares y situaciones que les dotan de un aura evidente de desarraigo. Los
protagonistas de estas historias viven su adiós a la juventud y a los sueños
propios de la misma en hoteles, en ciudades que no son las propias, en casas
ajenas, en situaciones de inestabilidad profesional…
Ishiguro ha escrito
cinco crónicas con finales abiertos y ambiguos en las que el alcanzar la
madurez, es decir, el empezar a envejecer, está íntimamente relacionado con la
constatación sutil, callada, no verbalizada, de que no se va a ser lo que se
quiso ser. Pero Ishiguro no narra este “drama” tan cotidiano, tan íntimamente
humano, tan definidor de “lo humano” como un momento trágicamente teatral en el
acontecer de sus personajes. No, lo cuenta con el espíritu propio que recorre
los nocturnos pianísticos del Romanticismo: un drama íntimo, melancólico, casi
dulce que, en definitiva, coloca a quien lo experimenta en otro estadio del
existir humano: el de quien acepta con una pequeña sonrisa el hecho de que el
tiempo pasa, hiere, decepciona… Con
Nocturnos Ishiguro ha logrado un
prodigio de madurez expresiva, una aproximación metafísica en voz baja y muy
comprensible de lo que significa madurar, vivir.
Piezas
cantabiles, tranquilas, sosegadas, muy líricas y expresivas y recorridas
de principio a fin por un halo de oscuridad, de tristeza melancólica y
resignada, pero sin subrayados dramáticos, sin gritos, sin llantos ni
desesperación, con resignación no mansa si no inteligente y estoica. Así son los
Nocturnos de Chopin y de Field, así son los
Nocturnos de Ishiguro,
los
Nocturnos de un maestro de la narrativa
contemporánea.