Aníbal es una voz púnica, una lengua semítica que los colonizadores
fenicios llevaron a sus establecimientos en el norte de África y en la Península
Ibérica. Anibal viene del nombre del general en latín: Hannibal, que era
a su vez una transcripción del púnico Hannī-ba’al, “Baal es mi gracia”,
de Hannī, “mi gracia” y ba’al, “señor” o Baal, dios por
antonomasia de la naturaleza y de la fertilidad de los antiguos pueblos
semíticos. La raíz semítica *hann es el origen de los nombres Ana, del
hebreo hannâ, “gracia”, y Juan, del hebreo yohānān, “Yahve ha
mostrado su gracia”.
Aníbal nos trae a la mente el asedio al que sometió
a la ciudad de Sagunto. El nombre de Aníbal, también, nos evoca automáticamente
a un animal: el elefante, y a la epopeya de atravesar los Alpes con aquellos
proboscidios acostumbrados a otros climas mucho más benignos. Aníbal nos hace
evocar también a un hombre con parche, pues recordamos –aunque sólo sea por el
cine y no por la lectura de Tito Livio y de otros historiadores romanos- que el
general cartaginés perdió su ojo a consecuencia del malhadado paso a través de
los Alpes. Con Aníbal evocamos también uno de los más claros ejemplos de odio
eterno, no en vano su padre, Amílcar Barca, le hizo jurar ante los dioses de
Cartago que consagraría su vida a combatir al enemigo romano. Todo esto lleva el
nombre Aníbal en esas seis letras (en castellano). Si existen nombres cargados
de significado y de ecos profundos, Aníbal es uno de ellos.
Pero Aníbal,
como todos los personajes históricos tuvo un final trágico (trágico desde el
momento en que, conocedores de la historia, siempre sabemos su final). Sus dos
vencedores fueron Publio Cornelio Escipión, cuyo agnomen o apodo fue “El
Africano”, porque derrotó definitivamente a Aníbal en África, en la batalla de
Zama el 19 de octubre de 202 a.C., y Quintus Fabius Maximus Verrucosus, apodado
Cunctator, “el que retrasa”, pues logró convencer al Senado de Roma de
que la mejor estrategia en la lucha contra Aníbal consistía en demorar el choque
con sus ejércitos y aplicar una política de tierra quemada hasta que las
legiones romanas estuviesen preparadas. Con su perspicacia Quinto Fabio Máximo
preparó el camino de la victoria de Escipión (cognomen derivado de
scipio, “cayado”), pero al igual que Moisés no entró jamás en la Tierra
Prometida, Cunctator demoró tanto el enfrentamiento final con Aníbal que
no pudo vivir lo suficiente para conocer la victoria de Roma sobre Cartago.
Los fundadores de la Sociedad Fabiana (Fabian Society),
precursora del laborismo británico, se inspiraron aquel político romano y sus
tácticas para denominar su movimiento, que abogaba por medidas graduales y no
revolucionarias para reformar el capitalismo. Aníbal y sus enemigos, Escipión y
Fabio Máximo, tres héroes del Mundo Antiguo cuyos nombres siguen teniendo una
enorme carga evocativa.