Miguel D´Escoto, sacerdote católico, fue ministro de Exteriores del
gobierno sandinista entre 1979 y 1990. Actualmente compatibiliza su cargo de
presidente de la 63 Asamblea General de Naciones Unidas con el de asesor de
Daniel Ortega en cuestiones internacionales. Para el ejercicio de su función
nombró una serie de asesores personales, entre los que cuentan el sacerdote
brasileño
Leonardo Boff y el lingüista
Noam Chomsky. La
laxitud de ciertas instancias de Naciones Unidas permite que determinadas
acciones y declaraciones sean atribuidas a la organización y no a la persona
individual encargada de tomar ciertas decisiones o de elaborar determinadas
relatorías.
La iniciativa de reconocer los evidentes méritos de
Morales y
Castro
viene de lejos, ya que en febrero de este año, el presidente de la Asamblea
General señaló con toda claridad: “El mundo necesita paradigmas que nos ayuden
en el siglo XXI. Entre mis preferidos se encuentran
Julius Nyerere, el
primer presidente tanzano, y héroe de la justicia social; Fidel Castro, quien ha
dedicado su vida a la incansable promoción de la solidaridad con los oprimidos
del mundo; y el primer presidente indígena boliviano, Evo Morales, quien contra
todos las adversidades, ha guiado a los indígenas de su país a asumir el papel
que les corresponde”.
El galardón conferido a Castro lo
recuerda por su “incansable promoción de la solidaridad con los oprimidos del
mundo”
Morales fue reconocido por D´Escoto
como "el máximo exponente y paradigma de amor a la Madre Tierra", aunque el
reconocimiento no le fue otorgado a título personal "sino para los antepasados y
los pueblos originarios" que "siempre han defendido a la Madre Tierra". No debe
olvidarse que Cuba y Bolivia, junto con Venezuela, Ecuador y Nicaragua, son
países miembros del ALBA (Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América)
y que Chávez, Castro y Morales fueron los firmantes del Tratado de Comercio de
los Pueblos (TCP), en abril de 2006 en La Habana.
Respecto al
galardón
conferido a Castro no deja de ser un insulto a la
inteligencia que se lo recuerde por su “incansable
promoción de la solidaridad con los oprimidos del mundo” cuando la situación de
las libertades en su país dista mucho de ser envidiable. Respecto a Morales, si
bien es indudable su esfuerzo por sacar de la postración a los indígenas de su
país, resulta cuanto más cuestionable que sus propuestas de desarrollo sean
sostenibles. En numerosas ocasiones se tiene la impresión que sus advocaciones a
la Pacha Mama son más una huida hacia delante, un intento de dar contenido
étnico y mítico a un discurso anclado en el pasado, como el del
socialismo del
siglo XXI, que una verdadera propuesta para sacar a su
país del atraso y
conducir a sus
gentes hacia la modernidad.
Una vez más en
América Latina se ha perdido el norte. En el caso de
Morales porque su discurso bien respalda una fuerte expansión de los cultivos de
coca, más allá de lo realmente necesario para satisfacer la demanda del consumo
tradicional, o bien porque estimula las reivindicaciones de aquellos que quieren
trasladar
derechos y libertades a la “Madre Tierra”, a los ríos,
valles, selvas y montañas. Y en el de Castro, porque su lucha por los oprimidos
lo ha sido a costa de sacrificar libertades y oprimir hasta la extenuación a su
propio pueblo.