En este
sentido, y sintiendo mucho contradecir los refranes más bobalicones (“vale más
una imagen que mil palabras”), a la imagen le es imposible competir con el
arrollador poder evocador e imaginativo que implica el uso creativo de la
palabra. Y segundo, cuando el asunto de una novela es muy conocido porque ha
sido leído por mucha gente, cada una de las personas que ha leído las páginas se
ha visto en la obligación creativa e ineludible de imaginar personajes,
paisajes, escenarios, vestuarios, objetos… El cineasta se ve también en la
obligación de materializar en imágenes su personal visión de la novela, y
necesariamente “impone” a los espectadores la forma en la que él o ella ven los
personajes, los paisajes, los objetos, los escenarios…, y esa “versión” casi
nunca coincide al cien por cien con la realizada en su imaginación por el lector
que ha acudido a la sala de cine con la esperanza no verbalizada ni posiblemente
consciente de ver plasmada, materializada, “su” personal versión.
¿Conclusión? El cineasta le ha tenido que poner rostro y cuerpo a
personajes a los que miles, cientos de miles de lectores previamente ya les han
puesto ellos en su imaginación rostros y cuerpos. El cineasta ha tenido que
materializar paisajes, escenarios, vestuarios…, que también muchísimas personas
ya han visualizado y definido en sus mentes, y lo que es peor, el cineasta ha
tenido que decidir qué quitar y qué dejar de los contenidos y situaciones que
aparecen en la novela, quitando o dejando cosas con las que muchos, conocedores
de lo quitado y lo dejado, no van a estar para nada de acuerdo. Un lío
monumental.
Ahí reside, creo yo, el relativo poco éxito que está
teniendo la versión cinematográfica de la primera novela que publicó el escritor
sueco Stieg Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres, primera
entrega de la trilogía Millenium que está batiendo
marcas de ventas y, suponemos, lecturas en buena parte del mundo.
El
guionista de la cinta, Nikolaj Arcel, se ha visto en la imperiosa necesidad de
eliminar todas las numerosas subtramas y situaciones existentes en la novela
original y que, en mi opinión, sustentan en gran medida el éxito del libro, al
hacerlo complejo, sorpresivo, y estimulante por el vaivén de sucesos y
consecuencias que plantea, lo que facilita el mantener al lector en tensión
permanente, atento a la sorpresa que puede saltar en cualquier párrafo. En la
película titulada en español exactamente igual que el libro, o con su forma
abreviada, Millenium I, Arcel ha tenido que “podar” las ramas del árbol
narrativo para centrarse sólo en el tronco principal, es decir, se ha centrado
en la trama más imprescindible y subrayada en la novela. Esto ha significado que
la historia pierde notablemente ritmo e interés, o mejor dicho, que ha quedado
reducida a algo poco novedoso y original, a algo que ya se ha visto quizá
demasiadas veces en el cine y la televisión, a algo bastante predecible no quizá
en su resolución, pero sí definitivamente en los pasos que llevan a la misma.
En la película dirigida con competencia artesana por Niels Arden Oplev
se nos cuenta la historia de la desaparición hace 40 años de la adolescente
Harriet Vanger, y de cómo su anciano y rico tío encarga al conocido periodista
Mikael Blomkvist que investigue dicha desaparición, sumándose a la misma de
forma bastante impredecible una kacker muy joven llamada Lisbeth
Salander, quien ayudará la periodista en sus pesquisas.
Insisto, todos
los asuntos paralelos que como afluentes alimentan, perfilan, enriquecen,
complican y afilan en el libro el interés y grosor de la trama principal
descrita más arriba, en la película o bien han desaparecido por completo o han
quedado reducidos a apuntes, pinceladas descargadas de intención, aromas y
sabores. Así, la película, de factura correcta y que desde luego se deja ver sin
desagrado, ha quedado coja, tullida de las cuatro patas si la comparamos con el
libro. La tensión no se respira en casi ningún grado, las escenas de
investigación y búsqueda son sin duda reiterativas, la atmósfera (lograda) no
presenta evolución dramática, ni ritmo ni el suspense deseado… Si viéramos la
cinta por televisión en la programación de un domingo por la tarde no nos
llamaría especialmente la atención, ni por la historia ni por cómo está
resuelta.
Factura correcta, frialdad expositiva, carencia de ritmo y
tensión… Vamos, la sensación de que ya hemos visto esta película en otra vida,
en otro año, en otro lugar…, a pesar, sí quiero subrayarlo, de que la puesta en
escena, construcción y resolución no son de película del montón, no son de
producto televisivo sin pretensión alguna. ¿Y los actores? Todos están correctos
e incluso bien. Sin duda el hallazgo es la chica que encarna a la hacker
Salander, la actriz Noomi Rapace: un rostro, figura y ademanes que seguro han
encajado con la idea generalizada que muchos lectores nos hicimos del personaje
descrito por Larsson. Menos convencimiento ofrece el protagonista masculino
(Michael Nyqvist), a quien creo le falta un toque de atractivo físico y una
tonelada de la luz y el dinamismo que desprende el personaje literario.
En definitiva, una película más que sin duda puede resultar gratificante
a quien quiera pasar un rato poco exigente ante una pantalla de cine este
verano. Pero desde luego la visión de la cinta no le proporcionará muchos
lectores a Stieg Larsson, y los lectores de éste seguro que salen del cine con
un grado mayor de decepción que de contento tras establecer la inevitable
comparación entre historia leída e historia vista. Gana la primera por
escandalosa goleada.
Tráiler español de Millennium 1: Los Hombres que no Amaban a las
Mujeres (vídeo colgado en YouTube por ESVERTIGO)
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