El libro alcanza su esplendor en la
parte dedicada a la descripción de la vida urbana, mediante un potente retrato
de corte visual del Berlín de los años veinte
Eric D. Weitz repasa los grandes capítulos que para él
enmarcan los ejes distintivos del marco sociopolítico y la cultura de Weimar. El
primero es la vida pública, quizá el punto flaco de este estupendo libro, no por
la descripción del clima político, el frenesí de las movilizaciones y la
agitación, brillantemente expuestos, sino por las interpretaciones, donde,
además de mostrar un sesgo determinista, no aporta novedades de relieve. Otra
carencia significativa es la omisión del auge alemán en el campo científico, no
en vano los
investigadores
judíos germanos, poco después expulsados por el nazismo, tuvieron un
papel determinante en la posterior hegemonía norteamericana en el campo
científico, tecnológico, y, por consiguiente, armamentístico.
En
conjunto, en la vertiente económica, Weimar no pudo contar con peores
circunstancias. Fue el factor decisivo en la pendiente inclinada que recorre el
período. La vida económica se erigió en una descomunal montaña rusa salpicada
por una fase inicial de inflación que, con la pesada carga de las compensaciones
de guerra, culmina en el clímax de la hiperinflación de 1922-23, lo que enajena
a las clases medias del régimen, pasa a continuación por un periodo de
estabilización, que provoca la pérdida del apoyo de parte de la masa obrera
debido a los recortes sociales y salariales, y el auge consumista de 1927-28,
que se derrumba en el invierno de 1929, cuando la nación se despeña en la Gran
Depresión.
El libro alcanza su esplendor en la parte dedicada a la
descripción de la vida urbana, mediante un potente retrato de corte visual del
Berlín de los años veinte, en el que, entre otros artistas, se echa mano de
escritores de la talla de Joseph Roth, y de las artes y sus principales
representantes. Destaca en particular las páginas dedicadas a los principales
arquitecto y urbanistas racionalistas y funcionalistas de la época, Erich
Mendelsohn, Bruno Taut y Walter Gropius y su Bauhaus, que pugnan por crear una
sociedad más humana a través del tipo de alojamiento que idean (saludable,
soleado, limpio), los diseños urbanos respetuosos con el entorno y la
sensibilidad hacia las clases no privilegiadas con proyectos de viviendas
sociales que buscan sustituir los lúgubres e insanos alojamientos proletarios de
los barrios berlineses.
xxxxx De esa nueva realidad
apabullante, abigarrada, volcánica, fragmentada, vertiginosa, surge la
perplejidad y los análisis y escritos de intelectuales y novelistas de la talla
de Thomas Mann, Heidegger, Kracauer, Zweig, Roth...
En íntima relación con este aspecto de la modernidad se encuentra el
capítulo titulado “Imagen y sonido”, es decir, la propagación e incidencia de
las tecnologías de masas, con los cambios de hábitos y percepciones de los
ciudadanos, como consumidores, espectadores y, a veces, protagonistas, lo que
incluye la visión del mundo que les proporcionan los medios de comunicación
(cine, revistas ilustradas, discos, retransmisiones de radio...). Nada menos,
como indica el autor, que la mayor transformación en este campo desde la época
de Gutenberg, a fines del siglo XV.
De esa nueva realidad apabullante,
abigarrada, volcánica, fragmentada, vertiginosa, surge la perplejidad y los
análisis y escritos de intelectuales y novelistas de la talla de Thomas Mann,
Heidegger, Kracauer, Zweig, Roth... Mientras, en paralelo, corren, también
intentando atrapar el sentido aquel tiempo, recreándolo, captándolo o
exprimiéndolo, los ejercicios artísticos y obras, dotadas generalmente de un
componente marcadamente visual, de numerosos artistas encabezados por Bertolt
Brecht, Kurt Weill, Hannah Höch, Moholy-Nagy y muchos otros.
Por último,
y no menos sobresaliente, llega el apartado más polémico de la época, el que
suscitó la mayor controversia, hostilidad y más profundamente dividió a la
sociedad alemana, el de la mujer moderna, es decir, la fémina liberada, sin la
atadura de la exigencia procreadora y la función de guardia de la moral familiar
y social, estrechamente vinculado con el movimiento de libertad sexual, todo
ello considerado un fenómeno disolvente que atentaba contra los pilares de la
familia y la nación por las confesiones religiosas, luteranos y católicos, y los
sectores conservadores.
En definitiva, pese a algunas lagunas y
deficiencias en el tratamiento de determinados aspectos del ámbito político,
ampliamente compensadas por la agudeza y ambición del proyecto acometido por
Weitz, la obra constituye una notabilísima introducción a la etapa cubierta por
la República de Weimar, de 1919 a 1933, periodo tan exhuberante y prodigioso que
merece toda la atención, ya sea desde el punto de vista del interés
estrictamente histórico o por los sugerentes paralelismos que pueden
establecerse con la actual etapa de crisis y el referido parangón de rupturas
sucesivas originadas desde la década de los sesenta del pasado siglo.
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