A punto de morir el general Franco, Jesús Pardo recaló de nuevo en Madrid
tras más de dos décadas como ciudadano londinense. En la capital lo contrató el
Grupo 16, y en él fundó y dirigió la revista
Historia 16, cargo que ocupó
durante tres años seguidos, volviendo al cabo de ese tiempo a la agencia EFE,
donde lo alcanzó la jubilación a los sesenta años de edad. Para entonces ya
había publicado su primera y quizá mejor novela,
Ahora es preciso morir
(1982) en la que cuenta su infancia santanderina y realiza, en mi opinión, uno
de los mejores análisis literarios con los que el lector pueda encontrarse de la
burguesía española de los años 1930 y 1940.
Como ya ha quedado dicho
esperó Pardo hasta 1982 para dar a la imprenta su primer libro, pero una vez que
quitó el tapón de la continencia, se reveló como un autor prolífico en varios
campos y géneros. Así Pardo ha publicado novelas, ensayos,
libros de
poesía, libros de cuentos, una trilogía de novelas
históricas de ambiente romano, decenas de traducciones de idiomas diversos
(inglés, alemán, francés, sueco, finés, rumano, húngaro…), y tres libros de
memorias memorables en su conjunto:
Autorretrato sin retoques (sin duda
uno de los más singulares trabajos del género en la cultura española
contemporánea),
Memorias de memoria, y este
Borrón y cuenta vieja
(RBA, Barcelona, 2009) que aquí nos convoca.
Autor de una novela estupenda, la ya
mencionada Ahora es preciso morir, y de páginas muy aceptables en géneros
diversos como ya se ha subrayado, es sin duda su trilogía memorialística la que
exige una parada y fonda en el acercamiento contemporáneo a género tan
tradicionalmente maltratado en España
Vaya
por delante este comentario: no es Jesús Pardo a nuestro juicio un autor
imprescindible, categoría a la que por razones obvias sólo tienen acceso un
restringido número de autores en cada idioma. Pero también es verdad que Pardo
es un autor que merece más y mejores lecturas, y con toda probabilidad una
reubicación en el panorama literario español. Autor de una novela estupenda, la
ya mencionada
Ahora es preciso morir, y de páginas muy aceptables en
géneros diversos como ya se ha subrayado, es sin duda su trilogía memorialística
la que exige una parada y fonda en el acercamiento contemporáneo a género tan
tradicionalmente maltratado en España.
Las claves de la maquinaria
memorialística del escritor santanderino descansan a mi entender en los cuatro
grandes puntos que siguen: Primero, Pardo cuenta con crudeza la verdad, o mejor
dicho, su verdad, lo que él mismo cree a pies juntillas que es la verdad de lo
por él vivido, y lo hace sin adornos, sin medias palabras, sin sonrojos, sin
miedo a herir susceptibilidades, reputaciones y egos. Segundo, Pardo con quien
más inmisericorde se muestra es consigo mismo, personaje a quien vapulea casi
con saña desde la más impúdica intimidad. Tercero, Pardo, como corresponsal en
Londres de importantes medios escritos, como escritor, como periodista viajero,
estuvo en contacto directo, pero desde la salvaguardadora periferia, con buena
parte de la inteligencia política y cultural de la España franquista y de
aquella de la transición a la democracia, por lo que tiene muchas cosas que
contar y desde una visión o posicionamiento peculiar: el del testigo directo
pero ajeno. Y cuarto, Jesús Pardo escribe con mucha gracia, con un sentido del
humor mitad exquisitamente británico y mitad maliciosamente castizo; con un uso
del lenguaje y las palabras en el que con aparente naturalidad, casi con
ingenuidad, se ponen todos los dedos cargados de sal en la yaga para que esta
sangre a borbotones y sin posibilidad alguna de coagulación.
xxxx“Cuando muera, me voy a echar de
menos”, es además del epitafio que para sí ha pensado Jesús Pardo, tan sólo una
muestra de las decenas de frases, ocurrencias..., con las que nuestro autor
trufa las páginas de estas memorias, y que esparcidas por ejemplo por dos o tres
películas de Woody Allen hoy serían ya patrimonio de la
humanidad
En el primer y mejor tomo de sus
memorias, Pardo se encarga de realizar un aguafuerte con su propia sangre y la
de sus conocidos en el que los principales decorados son el Santander de su
infancia y adolescencia, el Madrid de su juventud y el Londres en el que se
exilió como periodista. El segundo volumen, menos intenso y menos tenso, lo
dedicó a estampanar en el papel en blanco su regreso al Madrid con ansias de
libertad. Y este último y final tercer volumen, más sereno, infinitamente más
interno y menos externo, está por completo dedicado a los tres grandes
acontecimientos de su vejez: una depresión que lo dejó rodilla en tierra y
escuchando la cuenta de protección en un rincón del cuadrilátero de la vida; el
regreso a la religión y a Dios; y su propia muerte, acontecimiento que narra y
dispone con natural naturalidad en unas páginas que suponen un verdadero hito en
la literatura española contemporánea.
En
los tres volúmenes abundan los elementos señalados arriba,
pero en este
Borrón y cuenta vieja los acontecimientos y sucesos externos
del vivir quedan reducidos a la mínima expresión, ocupando casi todo el
protagonismo las tres “vivencias” subrayadas. Esta característica a bote pronto
creo que perjudica sobremanera el posible interés del libro para un lector
cualquiera. La experiencia depresiva de Jesús Pardo, junto a su enganche con la
religión y la narración de su muerte, a priori, sólo pueden llamar la atención
de quienes conozcan de algo al personaje, cerrándole el paso a un lector
cualquiera. Aquí creo que Pardo quizá se ha equivocado si buscaba lectores
nuevos, y no sólo reenganchar a algunos de los que llegaron hasta sus dos
anteriores entregas.
Pero si el lector improvisado de este libro logra
él mismo imponerse al personaje que se le ofrece de sopetón, logra dominarlo y
colocarse por encima de él para dejarse subyugar por las confesiones sabias e
irónicas de un hombre que ha sabido hacerse viejo poseído por la curiosidad y
lleno de inquietudes, entonces disfrutará de lo lindo de estas páginas cargadas
de inteligencia, cultura, ternura, reflexión, análisis crítico, y un sentido del
humor que en no pocas ocasiones bebe directamente a grandes sorbos de las más
cristalinas aguas de la genialidad.
“Cuando muera, me voy a echar de
menos”, es además del epitafio que para sí ha pensado Jesús Pardo, tan sólo una
muestra de las decenas de frases, ocurrencias, epigramas…, reflexiones con las
que nuestro autor trufa las páginas de estas memorias, y que esparcidas por
ejemplo por dos o tres películas de Woody Allen hoy serían ya patrimonio de la
humanidad, parte del acervo cultural colectivo de nuestro occidente. Si algo ha
demostrado Jesús Pardo en este
Borrón y cuenta vieja (qué título!!!) es
que es un filósofo del sentido común, todo un Sancho Panza que a los ochenta
años se descubre don Quijote, o casi mejor, un don Quijote santanderino bastante
aventado, idealista y chapucero del día a día que de repente se redime en un
Sancho Panza jocoso, sarcástico, cachondo y elevado que no ha perdido ni un
ápice de su aristocrático porte británico, del niño feliz que atrincherado en la
biblioteca portentosa del chalet sardinerino de su tía, se soñaba escritor y
pensador mecido por la sinfonía del mar Cantábrico.