La presidenta
Cristina Fernández de Kirchner situó el problema en su
verdadera dimensión cuando el 25 de mayo de 2009, en ocasión de celebrarse el
199 aniversario de la “Revolución de Mayo”, inicio del comienzo emancipador en
el Río de la Plata, señaló de forma tajante que “nuestra verdadera historia…
muchas veces no es la historia oficial. Es que muchas veces también, hay por
parte de algunos pocos, como no querer que se conozca nuestra verdadera
historia, porque siempre cuando uno conoce la verdadera historia tiene menos
posibilidades de volver a equivocarse”. Por eso, para no equivocarse, es
necesario reescribir la historia.
Decía
Benedetto Croce que toda
historia es historia contemporánea, en alusión a que las preguntas con que los
historiadores interrogan al pasado tienen que ver con su propia
contemporaneidad. Hoy hay quienes, lamentablemente hacen otras lecturas de la
frase de
Croce y establecen la conexión entre el presente y el pasado no
a partir de las preguntas sino de las respuestas. Son éstas, precisamente, las
que establecen los vínculos y permiten, afirmar, sin ningún rubor, que
Simón Bolívar es el
gran teórico del socialismo del siglo XXI.
Evo Morales: “el pueblo que olvida
su lucha y su historia es un pueblo que no tiene conciencia sobre su
destino”
El mismo día de los festejos
argentinos se celebraba en Sucre,
Bolivia,
el bicentenario de la formación de la primera Junta de gobierno de toda la
América española, un hecho también conocido entre los historiadores locales como
el del primer grito libertario americano. En esa ocasión el presidente
boliviano,
Evo Morales dijo que “el pueblo que olvida su lucha y su
historia es un pueblo que no tiene conciencia sobre su destino”. Una vez más se
trata de utilizar a la historia como arma política y si para ello hace falta
desenterrar a
Simón Bolívar porque fue asesinado por conspiradores
oligarcas y proimperialistas se termina haciendo.
Ambas ocasiones
sirvieron para que los dos mandatarios,
Evo Morales y
Cristina
Kirchner, hicieran algunas reflexiones históricas en la línea de cambiar la
historia nacional, y continental, adaptándola a sus
propias
necesidades políticas e ideológicas. En los dos casos la
puesta en escena tuvo su importancia, ya que tanto
Kirchner como
Morales eligieron emplazamientos heterodoxos para las celebraciones y
para proclamar
urbi et orbi sus verdades. Mientras
Morales optó
por trasladar los festejos desde Sucre a la población rural de El Villar, a más
de 200 kilómetros de distancia,
Kirchner eligió la población de Iguazú,
en la distante Misiones, en lugar de la tradicional capital de la república.
El pasado, necesariamente lúgubre,
sirve para echar luz sobre un presente y, sobre todo, sobre un futuro venturoso,
gracias a la acción del gobierno
Con la
velocidad del rayo la presidente argentina fijó su vista en 1910, en el primer
centenario de la independencia, de forma de poder marcar las grandes diferencias
entre el ayer y el hoy. Con esa idea en la mente
Cristina Fernández
afirmó: “Déjenme… recordar qué pasó en nuestro Primer Centenario… En 1910, los
argentinos recordaron sus primeros cien años de historia con estado de sitio;
había represión sobre nuestros trabajadores porque no había trabajo, porque no
había derechos. Empezaban a correr en el mundo aires de libertad y de nuevas
formas de participación donde trabajadores y procesos industriales, iban
transformando el mundo. Esa Argentina solamente recuerda algunos fastos en aquel
1910; era una Argentina sin trabajo, con mucha miseria, con mucho dolor, con un
modelo económico, político y social de exclusión donde solamente unos pocos, los
más beneficiados, podían disfrutar de los dones de la vida, de la educación, de
la salud, del trabajo”.
Esta larga frase presidencial muestra mejor que
nada la utilidad que se le quiere dar a la historia y el
perverso
diálogo que se establece entre pasado y presente. El
pasado, necesariamente lúgubre, sirve para echar luz sobre un presente y, sobre
todo, sobre un futuro venturoso, gracias a la acción del gobierno. De ahí que el
complemento de esta cita es el siguiente: “Quiero… que este Bicentenario nos
encuentre de una manera diferente; nos encuentre sintiéndonos parte de esta
Argentina grande, de esta América del Sur, de esta Patria grande, para en un
proceso de integración poder potenciar nuestras posibilidades como región, como
país. Quiero también un Bicentenario en el que el trabajo, la producción
nacional, esa industrialización que necesita llegar a todos y cada uno de los
rincones de la Patria para que haya valor agregado a nuestros recursos, para que
haya mejores salarios, más educación, más vivienda, encuentre a una Argentina
diferente”.
Si la Argentina del Centenario se
hubiera caracterizado por tanta exclusión política y social, por tanta miseria,
por tanta explotación, cómo se explica que millones de personas hubieran hecho
esfuerzos humanos, y a veces sobrehumanos, para arribar a sus costas y poblar
sus campos y ciudades
Este es el drama de
las comparaciones inadecuadas. Al establecer la comparación con lo mejor de
nuestros días, especialmente si hay maquillaje o manipulación por medio,
cualquier ayer es manifiestamente mejorable. Otra cosa es si se hubiera mirado
al mundo circundante en aquel entonces, al mundo más próximo o más lejano, pero
que de todos modos había hecho de Argentina un referente universal. Si la
Argentina del Centenario se hubiera caracterizado por tanta exclusión política y
social, por tanta miseria, por tanta explotación, cómo se explica que
millones de
personas hubieran hecho esfuerzos humanos y a veces sobrehumanos para arribar a
sus costas y poblar sus campos y sus ciudades. ¿Cuál era
el estado de la vieja Europa, especialmente en vastas regiones del Imperio
Austro-Húngaro? ¿En qué condiciones vivían los campesinos en la Rusia de los
zares, pocos años antes de la Revolución Rusa? ¿Qué ocurría en otros países de
América Latina?
En el acto de El Villar,
Morales también dijo:
“Algunos dicen descubrimiento de América. Mentira, fue invasión. Nada de
colonización, sino invasión para robarse nuestros recursos”. Esta parece ser la
verdad histórica que no debe ser olvidada, la pseudo verdad que lleva a los
pueblos latinoamericanos a seguir anestesiados con la historia del expolio y con
la historia de todo lo que pudieron ser y al final no fueron porque a alguien no
le convenía. Como si antes de 1492 no hubiera habido invasiones y expolios. ¿O
es que por el hecho de ser incas o aztecas sus invasiones eran menos invasivas y
sus robos menos delictivos?
Bolivia está paralizada como la
mujer de Lot, siempre mirando hacia atrás y con tan poca esperanza en el
futuro
Gracias a esas historias, en Bolivia,
por ejemplo, siguen atenazados mirando hacia atrás. Hacia 1492, cuando
los pueblos
indígenas se convirtieron en
originarios y hacia 1884
cuando tras la Guerra del Pacífico el país se quedó sin mar. De este modo
Bolivia está paralizada como la mujer de
Lot, siempre mirando hacia atrás
y con tan poca esperanza en el futuro. Esto es lo que le permite afirmar a
Morales: “De verdad no se puede fácilmente cambiar esa mentalidad que nos
dejaron los anteriores gobiernos, la colonia, la república y transformar y
cambiar eso cuesta todavía. Pero decididos a cambiar porque es posible cambiar,
está en nuestras manos cambiar y si cambiamos hasta ahora algo gracias a la
fuerza del pueblo, a las fuerzas sociales, obreras y originarias”.
La
dirección del cambio es clara, como apuntó el dirigente campesino
Isaac
Avalos, que proclamó a
Morales “libertador de los pueblos de Abya
Yala”. Según la Wikipedia, Abya Yala es el nombre dado a América por la etnia
Kuna de Panamá y Colombia antes de 1492 y de la llegada de los europeos, cuando
no existían ni Colombia ni Panamá. Aparentemente, el nombre fue adoptado por
otras etnias americanas, como los mayas y hoy es utilizado por los movimientos
indigenistas y algunos líderes como
Hugo Chávez para aludir al paraíso
que era América antes de 1492. Su significado es “tierra madura”, o “tierra
viva” o “tierra en florecimiento”. El nombre se asume como una posición
ideológica para negar valor a América o Nuevo Mundo, denominaciones claramente
imperialistas o colonialistas. Si los esfuerzos en reescribir la historia, o las
historias, se dedicaran a construir instituciones otra sería la suerte de Abya
Yala.