Uno de estos emblemas, clásico de la contracultura juvenil donde los haya,
es la novela
On the Road, del poeta y escritor estadounidense,
Jack
Kerouac.
En la carretera o
En el camino, depende de
las traducciones, es, según el texto que leemos en la solapa de todas sus
ediciones, la biblia de la
Generación Beat, la obra que mejor representa
los valores defendidos por ese grupo de escritores formado por
Allen
Ginsberg,
Neal Cassady,
William S. Burroughs, o el
propio Kerouac. Pero
En la carretera es también el paradigma de ese
proceso de transmutación de valores al que me he referido. Libro de culto
permanentemente reeditado y lectura obligada para todo adolescente
norteamericano que se precie de serlo, la obra de Kerouac ha sufrido en su más
de medio siglo de vida múltiples y no siempre coincidentes lecturas por parte de
movimientos varios (
hippies, homosexuales, negros) que, desde los años
sesenta en adelante, han intentando reclamar esa herencia para sí.
Resultado de todo este proceso, de todas estas interesadas lecturas, ha sido la
conversión de una obra de culto, defensora de valores y prácticas teóricamente
minoritarias, en un producto para el consumo de masas en el que el contenido del
texto, la historia real que cuenta el libro, es lo de menos o, al menos, no es
lo más importante.
Ocurre con el libro de Keroauc, lo que sucede con
algunos de los grandes clásicos: poca gente lo ha leído íntegro, pero todo el
mundo dice que lo conoce, todos están al tanto de su argumento. La magnitud de
la leyenda de
En la carretera ha absorbido a la propia obra y al propio
autor. El viaje de costa a costa de los Estados Unidos, la famosa Ruta 66, el
consumo de drogas, el jazz o el sexo, son algunos de los
flashes que la
gente ha retenido, algunas de esas palabras-clave escuchadas en conversaciones
de bar o en las recomendaciones que hacen los malos libreros. A través de los
años y de las distintas lecturas, se ha ido alimentando un mito sobre la
personalidad Kerouac y sobre la historia legendaria de
On the Road que ha
convertido la obra en un objeto de deseo cuyo valor se ha independizado del de
su autor, en un ejemplo claro de aquello que
Marx definió como el
“fetichismo de la mercancía”.
La imagen de la novela como
representación de la cultura juvenil americana, se ha ido imponiendo a una
realidad contracultural reducida, en esta lectura descontextualizada y
desvirtuada, a lo que Baudrillard llamaría
“simulacro”
Decía el filósofo y cineasta
francés
Guy Debord en su ensayo
La sociedad del espectáculo
(1967), que el rasgo determinante que define nuestra sociedad contemporánea
es la substitución de la realidad, de “todo lo que era vivido directamente”, por
una imagen de esta realidad, por una mera representación. En este sentido, algo
parecido ha sucedido con la obra de Kerouac. La imagen de la novela como
representación de la cultura juvenil americana, se ha ido imponiendo a una
realidad contracultural reducida, en esta lectura descontextualizada y
desvirtuada, a lo que
Baudrillard llamaría “simulacro”. El resultado de
esta conversión ha sido la consolidación de
En la carretera como un libro
de cabecera, como un auténtico clásico; clásico de la contracultura pero
también, y lo que es más importante, de la cultura oficial americana, de esa
cultura que se lee en las facultades y se cita en las publicaciones más
consumidas, como la
lista
de las cien mejores novelas de todos los tiempos elaborada por la revista
Time. A las 100.000 copias del libro que se venden
anualmente en los Estados Unidos, se añade el hecho de que en 2007 se cumplió el
cincuenta aniversario de su primera publicación el 5 de septiembre de 1957. La
efémeride fue aprovechada por la editorial Viking Press para publicar por
primera vez lo que los amantes del libro ya consideran una joya: la versión
original de la obra tal y como salió de la máquina de escribir de Kerouac en
abril del año 1951 (el libro se publicó seis años después), sin censuras ni
correcciones. En España hemos tenido que esperar un poco, pero gracias a la
Editorial Anagrama ya disponemos de ese texto original traducido.
Como
dice el subtítulo de esta nueva edición y como explican
Howard Cunnel
(responsable de la edición en inglés) y
Jesús Zulaika (autor de la
traducción al castellano) en sendas notas aclaratorias que leemos en la edición
de Anagrama, el texto original de
On the Road fue
mecanografiado por
Kerouac en un rollo (scroll) de papel de calcar (el
mismo que usan los arquitectos) de 36 metros de longitud, formado por ocho
tramos recortados longitudinalmente y pegados uno tras otro para formar un papel
contínuo. Son datos importantes porque sobre el propio proceso de redacción de
la obra también se ha construido una especie de leyenda, desmontada con la
publicación de esta edición. Decía la leyenda que Kerouac había redactado su
obra en 21 días, de un solo tirón y ayudado por todo tipo de drogas y
sustancias. Las características del propio soporte de escritura y el hecho de
que el texto original fue escrito sin ninguna separación de párrafos (el
original no puntúa la separación entre la narración en tercera persona y los
diálogos), alimentaron una atractiva teoría según la cual, Kerouac habría
escrito su obra motivado por una explosión de creatividad. Sin embargo, esto no
es así; no es así del todo. Si es verdad que la mayor parte del proceso creativo
se desarrolló entre el 2 y el 22 de abril de 1951, también es cierto que hubo un
proceso previo de preparación y organización del contenido, como también hubo un
proceso posterior (pasan seis años hasta que se publica la obra) en el que
Kerouac hizo varias correcciones, añadidos y rectificaciones, pensando en la
preparación de un borrador que fue el que se publicó finalmente. También se ha
dicho que el original no tenía ningún tipo de puntuación, pero no es cierto. La
principal peculiaridad formal del rollo mecanografiado es que no tiene
separación de párrafos ni de márgenes, aparte de utilizar numerosas abreviaturas
y palabras compuestas.
Una de las principales mejoras de esta nueva
edición de
En la carretera, y quizá el principal motivo para justificar
una relectura, es que leemos a un Kerouac mucho más puro, mucho más auténtico.
En primer lugar, hay que recordar que en la versión comercial del libro que
circulaba hasta ahora, los nombres de los protagonistas eran seudónimos, nombres
ficticios. Aquí ya no sucede eso: los nombres reales de Keroauc (
Sal
Paradise), Cassady (
Dean Moriarty), Ginsberg (
Carlo
Marx) o Burroughs (
Old Bull Lee), han sustituido a sus respectivos
seudónimos. De esta forma, y como primera consecuencia de este importante
cambio, la obra pasa de ser una novela basada en hechos reales, una especie de
roman è clef, como se la ha considerado siempre, a ser, ya con los
nombres auténticos y sin ningún tipo de censura o alteración, un texto que bien
podría considerarse como un libro de memorias, un relato autobiográfico o un
diario de a bordo de los viajes emprendidos por Kerouac y sus amigos entre 1947
y 1950, a lo largo y ancho de los Estados Unidos y parte de México. También
contribuye a esta mayor veracidad, el hecho de que se hayan respetado ciertos
pasajes cuyo contenido sexual fue censurado por Viking Press en su día y se han
recuperado ciertos fragmentos que Kerouac no quiso incluir en la versión
publicada, cuando hizo la corrección definitiva.
Desprovisto en esta nueva edición de
todo tipo de intervención editorial, en aquello que se refiere a la puntuación y
la corrección gramatical, el texto de Kerouac gana mucho en musicalidad y ritmo
narrativo, en esa inmediatez que el autor quiso imprimir a su
obra
Desprovisto en esta nueva edición de
todo tipo de intervención editorial, en aquello que se refiere a la puntuación y
la corrección gramatical, el texto de Kerouac gana mucho en musicalidad y ritmo
narrativo, en esa inmediatez que el autor quiso imprimir a su obra. No hay que
olvidar que, a través del método que él mismo bautizó como
kickwriting o
“prosa espontánea”, lo que Kerouac pretendió hacer fue trasladar el tempo y la
musicalidad del
bebop a su estilo literario. Influido por el jazz de su
admirado
Charlie Parker, Kerouac quiso huir de toda regularidad
esquemática y dotar a su prosa de un ritmo acelerado y caótico, furioso y
violento, excitado. En efecto, este ritmo impetuoso y airado, esta escritura
espontánea, se nota en este nuevo texto. La narración es un todo continuo, sin
ningún respiro para el lector; son más de cuatrocientas páginas de viaje en el
doble sentido: viaje físico y material por la carretera americana y viaje
psicológico a la profundidad mental de los protagonistas. Drogas y alucinógenos
varios, alcohol, sexo heterosexual y homosexual, jazz y bares de carretera; son
algunos de los ingredientes que aderezan el apasionante viaje espiritual que
emprenden los protagonistas de este clásico de la literatura americana.
Homenaje involuntario a
Cavafis, la obra de Kerouac constituye el
ejemplo ideal de aquello que el poeta alejandrino reclamaba en su precioso poema
sobre Ítaca; en
En la carretera el viaje es un fin en sí mismo. La vida
en la carretera es la verdadera vida, es el destino final de un viaje sin
destino. Las melenas al viento de
Peter Fonda y
Dennis Hopper,
montados en sus
Harley Davidson en la escena inicial de
Easy
Ryder, y con el
Born
to be Wild de Steppenwolf sonando de fondo, es la
imagen de la libertad absoluta que brinda la carretera que nos describe Kerouac,
es la huida hacia adelante por antonomasia, la búsqueda de lo desconocido, la
excitación que provoca el mero hecho de vivir la vida.
Con
On the
Road la vida en carretera se convierte en género literario y
cinematográfico. Además de su contribución inestimable a la mitificación de la
cinematográfica Ruta 66, son miles las novelas norteamericanas que han tomado el
viaje transnacional, la ruta de este a oeste o viceversa, como argumento,
concibiendo el viaje, como lo hizo Kerouac, no como un simple desplazamiento,
sino como un viaje espiritual interior, como una especie de rito de paso, una
iniciación a la verdadera vida. En el cine, la idea del viaje ha dado lugar a
todo un género cinematográfico, el de las
road movies. Paradójicamente,
es la propia obra de Kerouac la que todavía no se he llevado a la gran pantalla,
aunque por poco tiempo. Ya en 1980,
Francis Ford Coppola compró los
derechos del libro para hacer la película. Tras varios intentos frustrados,
parece que por fin este año 2009 puede ser el de la consumación del proyecto.
Producida por el mismo Coppola y dirigida por el director brasileño
Walter
Salles (a quien Coppola eligió tras su éxito en otra
road movie,
Diarios de motocicleta), la película basada en el texto de Kerouac se
anuncia en varios foros para el presente curso, aunque de momento sigue siendo
un proyecto.
Lo que no es un proyecto, sino una realidad incontestable,
es el éxito mundial de esta obra inmortal, de este clásico de la literatura
americana y universal. Si
Jack
Kerouac levantara la cabeza, no sé si daría crédito a lo
que vería. Si lo hiciera ahora mismo, vería como el pasado 5 de septiembre de
2007 (cincuenta aniversario de la publicación de
On the Road), los
sentidos homenajes a su figura se contaban por decenas, incluyendo una maratón
de doce horas de lectura ininterrumpida del libro, celebrada en su localidad
natal de Lowell, Massachussets. Vería como su obra maestra, aquella que dio
sentido a toda una generación, sigue más viva que nunca, inspirando a millones
de jóvenes americanos y no americanos que, generación tras generación, siguen
eligiendo
En la carretera como guía de viaje para orientar su propia
peripecia vital y siguen confiando en Kerouac como el mentor llamado a
descubrirles el lado oculto de las cosas, el lado salvaje de la vida.