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César Vidal: El camino hacia la cultura (Planeta, 2007)

César Vidal: El camino hacia la cultura (Planeta, 2007)

    AUTOR
César Vidal

    GÉNERO
Ensayo

    TÍTULO
El camino hacia la cultura. Lo que hay que leer, ver y escuchar

    OTROS DATOS
Barcelona, 2007. 551 páginas. 22 €

    EDITORIAL
Planeta



César Vidal

César Vidal


Reseñas de libros/No ficción
César Vidal: El camino hacia la cultura (Planeta, 2007)
Por Bernabé Sarabia, miércoles, 5 de septiembre de 2007
La idea de cultura como sistema complejo de articulación social es ante todo una idea alemana. Nadie como los alemanes se han preocupado de entender la formación cultural como un rasgo central del proceso civilizatorio. El sociólogo alemán de origen judío Norbert Elias describe muy bien este fenómeno en su magistral libro El proceso de civilización. Un concepto, tan enfático si se quiere, como el de formación cultural resultaba muy extraño en las cortes europeas del siglo XVII. En las capitales del siglo XVII lo que se desarrolló, como muy bien muestra Christiane Zschirnt en Libros. Todo lo que hay que leer, fue una cultura de la etiqueta, que por otro lado era exclusiva de la alta sociedad y de la aristocracia.
En el Reino Unido todavía se conserva ese formalismo de las buenas maneras. Se utiliza, entre otras cosas, para marcar distancias sociales. Basta asistir a los partidos de tenis en Wimbledon o a los de polo en los campos de juego cercanos a la residencia real de Windsor para observar cómo la etiqueta en el hablar, vestir o comportarse es un elemento para clasificar, para situar de inmediato a la gente en relación a su clase, origen o educación. El upbringing, como se dice en Inglaterra, crianza se le llama en tierras peninsulares, sirve como sistema de señales a través del cual se ordena al personal. En este orden entre comillas la cultura ocupa un lugar importante pero no de honor. Bien es cierto que el dinero por sí mismo tampoco es suficiente para estar en la crème de la crème. Ese fue el problema que tuvo Dodi Al Fayed, el pobre novio de Diana de Gales, la ex del príncipe Carlos, “prinz charls” como dicen los ingleses. Estaba bien de dinero pero su etiqueta dejaba que desear.

De lo que se trataba tanto en la corte inglesa como en la francesa era de unir sociabilidad y educación. La expresión de todo ello era el gentleman británico o el gentilhomme francés. Tanto en un caso como en el otro lo que se pretendía era divertir, ilustrar la vida social a base de ingenio, cosmopolitismo, modales extremadamente cuidados, fino humor, espíritu y conocimientos. Modales y estilo se fundían en el concepto francés de manière y en el inglés de manners. En definitiva la formación cultural se fundía con la cultura social.
Cuando Theodor W. Adorno vuelve a su país en plena crisis de 1968 se encuentra con que la idea alemana de cultura como conjunto de elementos capaz de dar cohesión a una sociedad ha desaparecido. La cultura de masas propiciada desde Estados Unidos se lo come todo como quien se zampa una hamburguesa: sin cuchillo ni tenedor, sin modales y con los dedos pringados

Alemania era distinta. Hundido el país tras la Guerra de los Treinta Años, no existía ni corte ni una sociedad capitalina que pudiera servir de ejemplo al resto del país. El brillo y la sofisticación de la corte austrohúngura quedaba lejos. Este vacío, esta falta de cultura social fue, a partir del siglo XVIII, ocupado por la formación cultural como idea central de la civilización. La imprenta y el desarrollo del protestantismo –como ha señalado Max Weber- contribuyeron al enorme desarrollo cultural y científico que experimentó Alemania en el siglo XIX y en el primer tercio del XX. Por desgracia, el colapso a que da lugar el Tercer Reich es brutal. Cuando Theodor W. Adorno vuelve a su país en plena crisis de 1968 se encuentra con que la idea alemana de cultura como conjunto de elementos capaz de dar cohesión a una sociedad ha desaparecido. La cultura de masas propiciada desde Estados Unidos se lo come todo como quien se zampa una hamburguesa: sin cuchillo ni tenedor, sin modales y con los dedos pringados.

Para Adorno, uno de los fundadores de la Escuela de Francfurt que tuvo que huir a Norteamérica por ser judío, la vuelta a su país constituyó una decepción enorme. El “país de la música” se había olvidado de la cultura con mayúsculas. Ello, el que una alumna se le desnudara como acto de protesta mientras daba una conferencia en un anfiteatro lleno de estudiantes, y un corazón débil, todo hay que decirlo, le llevaron a los pocos meses a una muerte prematura. A este respecto, Adorno dejó escritas brillantes páginas que el lector puede encontrar en el tomo once de su obra completa. (El lector español tiene a su disposición la digna y asequible edición de Akal).

La desaparición de Alemania como agente irradiador de la cultura entendida como civilización y excelencia es algo que no ha pasado desapercibido y que ha dado lugar a que distintos pensadores, desde diferentes ángulos, hayan levantado con alarma su voz. La lista de intelectuales preocupados es muy considerable y no cabe en esta reseña. Si nos referimos a libros aparecido estos últimos años no cabe olvidar el texto de Jacques Barzun, Del amanecer a la decadencia. Quinientos años de la vida cultural de Occidente, la Breve historia del saber. La cultura al alcance de todos de Charles Van Doren o la magnífica obra de Donald Sassoon, Cultura.
Nacionalismo, inmigración, cultura de masas, una educación masificada y empobrecida junto a unos medios de comunicación cada vez más sectarios y más pendientes de las ganancias están dando a la cultura un papel de mayor centralidad en el mundo del siglo XXI

Por otro lado, De Gaulle crea en Francia un Ministerio de Cultura y pone a André Malraux al frente del mismo. Con ello la cultura se nacionaliza y se transforma en un instrumento en manos del Estado, como ha denunciado Marc Fumaroli en su interesante libro El Estado cultural. Si a lo anterior añadimos la masiva entrada de inmigrantes con sus propias identidades y culturas, habrá de entenderse que la cuestión cultural está cobrando una importancia creciente. Nacionalismo, inmigración, cultura de masas, una educación masificada y empobrecida junto a unos medios de comunicación cada vez más sectarios y más pendientes de las ganancias están dando a la cultura un papel de mayor centralidad en el mundo del siglo XXI.

La aparición de este volumen de César Vidal se ha visto seguida de unas ventas que han encaramado El camino hacia la cultura a los primeros lugares en las listas de ventas. Su estructura es bien sencilla, como escribe el propio autor en la introducción. Está organizada en cuatro partes. En la primera aparece aquello que debe leerse. En la segunda, “lo que debe contemplar en clara referencia a las artes plásticas”. En la tercera, “lo que debe escuchar, tanto en el área de la música clásica como popular”. Por último, en la cuarta, “lo que debe ver tanto en teatro como en cine”.

Como no podía ser de otra manera, la selección de César Vidal es perfectamente cuestionable. Lo mismo puede decirse del famoso canon literario de Bloom o de cualquier otro. Todos dan cabida a la arbitrariedad o al gusto personal. También se le pueden poner pegas al autor. César Vidal recibió un agrio varapalo a manos de Rafael Reig en El Cultural de El Mundo (28 de junio-4 de julio de 2007, página 29; VER LINK) precisamente y a propósito del libro que nos ocupa. Tampoco es ahora momento para entrar a evaluar su gigantesca producción oral, su oceánica producción escrita o sus múltiples actividades públicas. La meditación pertinente ahora debe centrarse en el interés que despierta todo libro sobre cultura, reflejo evidente de la importancia que ésta tiene en el mundo de hoy.
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