Reseñas de libros/No ficción
Carlos Goñi Zubieta: Una de romanos (Ariel, 2007)
Por Inés Astray Suárez, martes, 3 de julio de 2007
Conocí a Carlos Goñi a través de un librito maravilloso que me recomendó este invierno la profesora de Cultura Clásica del instituto donde trabajo: Cuéntame un mito. En poco más de doscientas cincuenta páginas, el autor da un repaso a la mitología clásica grecorromana de forma muy documentada a la vez que extraordinariamente amena, en una obra que tanto se puede utilizar como un diccionario de mitología al uso, como leer de un tirón, como si se tratase de una novela.
Convenientemente censurada puede servir también de fuente de inspiración para los padres y abuelos que aún conserven la costumbre de contar a los niños un cuento cada noche, y que no se resignen a dejar la imaginación de sus retoños vagando eternamente por la Tierra Media. Cada capítulo va acompañado además de unas sugerencias o reflexiones sobre la proyección del mito en cuestión, en la cultura y en la filosofía europea o la aplicación que puede tener en nuestra vida cotidiana.
Una de romanos presenta una estructura muy similar. En 39 capítulos ordenados más o menos cronológicamente desde Rómulo y Remo (“Dos lobeznos humanos”) hasta Atila (“El azote de Dios”) nos da, como promete en el subtítulo, “un paseo por la historia de Roma”. Un paseo de los que se dan, sobre todo, por el placer de pasear, aunque acaben también por ser buenos para nuestro colesterol. Muchos capítulos van encabezados por alguna de aquellas célebres frases que traducíamos en las clases de latín y que el autor nos ayuda a contextualizar en el momento histórico en que fueron pronunciadas: “Vae victis” de boca del altanero jefe galo Breno cuando recibe el rescate con el que Roma compra su seguridad; “Alea iacta est” que probablemente, por cierto, César pronunció en griego (“Anerriphthôs kúbos”, “que se tire el dado”) en el momento de pasar el Rubicón; “In hoc signo vinces”, soñó Constantino la noche anterior a la batalla del puente Milvio; “Memento homo est” susurraba un esclavo al oído del general que entraba en Roma victorioso, para evitar que el triunfo lo endiosase.
Bajo un planteamiento más cultural que propiamente histórico, tiene muchas cosas que enseñarnos de una civilización que, la conozcamos o no, sigue extraordinariamente presente en nuestra forma de pensar y de hablar, de vivir, de relacionarnos y de divertirnos
Nuestro paseo se entretiene por agradables senderos que quizá no era esencial recorrer y en cambio camina con paso ligero por lugares donde se supone que tendríamos que detenernos. Así, el rapto de las Sabinas o el suicidio de Lucrecia merecen parecida atención que la red de calzadas o la estructuración del derecho, y la voz del oráculo se deja oír con la misma frecuencia que la del César. Quien precise estudiar sistemáticamente la Historia de Roma quizá deba empezar por un libro más convencional, pero tampoco debe dejarse engañar por la supuesta frivolidad de este título que, bajo un planteamiento más cultural que propiamente histórico, tiene muchas cosas que enseñarnos de una civilización que, la conozcamos o no, sigue extraordinariamente presente en nuestra forma de pensar y de hablar, de vivir, de relacionarnos y de divertirnos.
Evidentemente, su autor, doctor en Filosofía, es un gran conocedor de la cultura clásica y buena parte de sus publicaciones se dedican a darla a conocer al gran público. Posiblemente ese afán divulgador proceda de su condición de profesor de enseñanza secundaria. Aunque no comparto la general consternación por el mal estado de la enseñanza de las humanidades, debo reconocer que, cuando hace un par de meses cité en clase de Historia de España el famoso artículo de Ortega “El error Berenguer” tuve que traducir su sentencia final “Delenda est Monarchia” y explicar la referencia a Cartago. Cualquier alumno de mi generación lo habría considerado un insulto.
De todas formas muchos llegamos a la universidad sin que a nadie nos hubiese hablado ni de Ortega ni de la Republica. No se puede estar a todo. Este libro sueña seguramente con cubrir ese vacío acercándose, si no directamente a los adolescentes, que no se dejan atacar tan fácilmente, sí a través de sus profesores, siempre ansiosos de recomendar libros relativamente indoloros. Probablemente también orientadas hacia un público joven van las reflexiones “ab libitum” que cierran cada capítulo, algunas muy interesantes, otras menos.
Los apéndices finales incluyen, además de la bibliografía y cronología, un extenso vocabulario latino que incluye muchas frases hechas que seguimos utilizando hoy. En definitiva, un libro tan interesante como fácil de leer.