Magazine/Cine y otras artes
Crítica de "El laberinto del fauno", película de Guillermo del Toro
Por Eva Pereiro López, martes, 1 de mayo de 2007
Ofelia (Ivana Baquero), una niña de 13 años que devora cuentos de hadas, viaja con su madre Carmen (Ariadna Gil) a un pueblo del norte del país, al encuentro de su padrastro, el capitán Vidal (Sergi López), un oficial franquista que tiene como misión reprimir a los maquis que se esconden en los montes circundantes. Corre el año 1944 y Carmen, en avanzado estado de gestación, se ha casado por segunda vez para poder seguir adelante tras la muerte de su primer marido en la Guerra Civil. Una noche, Ofelia descubre un laberinto en ruinas. Al adentrarse en él se encuentra con el guardián del lugar, un fauno, criatura fabulosa, que le revelará que es una princesa de un reino mágico que lleva décadas esperando su vuelta. Pero para poder regresar a éste, la niña habrá de superar tres pruebas, que él le irá desvelando a su debido momento, antes de la luna llena.
Guillermo del Toro firma con ésta su sexta película, que aclamada por el público, ha obtenido también varios galardones (dirección de fotografía, dirección artística y maquillaje) en la última edición de los Oscar. La osadía de del Toro, que ya había gestado una primera mirada sobre la posguerra española con El espinazo del diablo en 2000, relacionando de nuevo este episodio histórico con el mundo de las fábulas, la oscuridad y el terror, es tanta como su imaginación arrolladora. La concepción del mundo paralelo, refugio de Ofelia para escapar de la violencia que la rodea, proviene sin duda de muy variadas fuentes.
En la vieja casa repleta de ruidos nocturnos e inquietantes rodeada de bosque en la que se instalan, cerca del molino que sirve de centro de operaciones a Vidal, Ofelia conocerá a Mercedes (una Maribel Verdú impecable) que dirige al servicio tal y como se le ordena, y que, aparentemente fiel a su señor, se dedica a escondidas a ayudar a los guerrilleros. También pasa por allí a menudo el doctor (Alex Angulo), un personaje frágil y honesto, que cuida del delicado estado de Carmen y que pagará con la muerte su ética humana y profesional.
El cuento fantástico es una metáfora de la locura del fascismo, y la realidad explica, a su vez, que el fascismo es peor que los monstruos más terroríficos nunca imaginados
El montaje alterna la fantasía y la realidad, logrando engarzar consecutivamente los dos mundos al nutrirse éstos del suspense mutuo. La sensación de amenaza es constante y es enfatizada por la belleza plástica inquietante de la película. Hay que reconocer que el director mexicano posee una invención inimaginable.
El cuento fantástico es una metáfora de la locura del fascismo, y la realidad explica, a su vez, que el fascismo es peor que los monstruos más terroríficos nunca imaginados. Los sueños espantosos no representan, ni mucho menos, un paraíso ya que son en realidad la fiel imagen abominable de lo que sucede en el mundo exterior.
Y a pesar de todo, al laberinto le falta un duende. La estructura es quizás demasiado binaria. Si bien es cierto que hay momentos en los que tentáculos de la fábula penetran en la realidad, se echa de menos un enfrentamiento de la metáfora en un inteligente cruce de caminos. Además, Del Toro flaquea al ser menos imaginativo tratando la realidad, siempre más previsible, llegando incluso a utilizar estándares convencionales para describir al abyecto tirano fascista, obsesionado por la hora de su propia muerte, más cruel que nadie, sensible sin embargo a la música clásica.
Aun así, El laberinto del fauno es sin duda un viaje fantástico que vale la pena emprender junto a la joven y sorprendente Ofelia, para disfrutar, por ejemplo, de su belleza plástica y de una imaginación inabordable.