Magazine/Cine y otras artes
Crítica de película "La vida de los otros", de Florian Henckel Von Donnersmarck
Por Eva Pereiro López, lunes, 5 de marzo de 2007
En la antigua República Democrática Alemana, la Stasi, policía secreta del régimen comunista, vigilaba a los ciudadanos por el bien de la seguridad del Estado. Se interesaba principalmente por la voz asfixiada de artistas e intelectuales, encarcelando a los que consideraba opositores al sistema. Al capitán Gerd Weisler (Ulrich Mühe), un oficial competente y experimentado, se le encarga espiar a un escritor famoso aparentemente amigo del partido, Georg Dreyman (Sebastian Koch), y a su pareja, Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck), actriz de teatro de éxito.
La primera y sorprendente película de Florian Henckel Von Donnersmarck ha sido galardonada merecidamente con numerosos premios: los de Mejor Película, Guión y Actor (Ulrich Mühe) en los premios del Cine Europeo 2006, o el reciente Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Es indudable la calidad excepcional de este primer trabajo y la delicadeza exquisita con que el director alemán, nacido en la antigua República Federal Alemana, recrea esa época no tan lejana.
Georg Dreyman siempre ha intentado permanecer limpio de toda sospecha para poder desarrollar, aunque de manera amputada, su pasión por el teatro y la literatura. Muchos intelectuales han sido encarcelados por oposición al régimen, otros tantos, en la lista negra de la Stasi, son instados a colaborar u obligados a vivir en silencio. Los vigilan a todas horas y un movimiento equivocado acabaría con ellos en Hohenschönhausen, la prisión preventiva central de la sede administrativa de la policía secreta en Berlín.
El joven director alemán brinda un final de respeto y agradecimiento espeluznante a todos los que, como Weisler, provocaron pequeñas fisuras en un régimen inquebrantable de asfixia y destrucción
Tras el suicidio de un amigo y mentor después de años de resistencia, Dreyman decide que no puede permanecer más tiempo sin implicarse. Pero para entonces, el capitán Gerd Weisler lleva ya tiempo escuchando cada susurro, observando cada gesto.
Weisler ha sido entrenado para sospechar de todo y todos. Su experiencia y servicio intachable harán que sea elegido para hacerse cargo de esta delicada misión. Pero el capitán, un personaje hasta el momento aséptico cuya vida parece estar únicamente dedicada a su misión de guardián del Estado, va a comenzar a dudar. Los abusos de los altos cargos que observará por primera vez en sus propias filas, le harán acercarse paulatinamente a las personas que escucha traidoramente de día y de noche, a sus vidas, sus miedos, sus debilidades, sus creencias y su derecho a luchar por ellas. Aprenderá a entender, a valorar la individualidad, descubrirá un lado humano que hasta el momento había permanecido soterrado por la maquinaria del régimen, y acabará protegiendo esas vidas incluso llegando a cavar su propia tumba.
La perversión del control impuesto por el totalitarismo y la instauración del miedo continuo tenían, sin embargo, un final anunciado. Con la precipitada caída del Muro de Berlín se desclasificaron todos los archivos comprometedores, que no habían podido ser destruidos a tiempo. Dreyman descubrirá entonces quién era el personaje anónimo que había sido su benefactor silencioso. Y el joven director alemán brinda un final de respeto y agradecimiento espeluznante a todos los que, como Weisler, provocaron pequeñas fisuras en un régimen inquebrantable de asfixia y destrucción.
La vida de los otros es un recuerdo necesario, un homenaje espléndido a todos los que sufrieron y una delicatessen para los cinéfilos.