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    AUTOR
Javier Moreno Luzón (ed):

    GÉNERO
Biografía

    TÍTULO
Progresistas. Biografías de reformistas españoles (1808-1939)

    OTROS DATOS
Madrid, 2006. 478 páginas. 21 €

    EDITORIAL
Taurus




Reseñas de libros/No ficción
Javier Moreno Luzón (ed): "Progresistas" (Taurus, Madrid, 2006)
Por Inés Astray Suárez, jueves, 1 de junio de 2006
Bajo la denominación Progresistas este libro recoge una pequeña biografía de once políticos españoles empezando por Flórez Estrada (estudiado por Joaquín Varela Suanzes-Carpegna) y terminando por Juan Negrín (por Enrique Moradiellos). Evidentemente, tan amplio espectro requiere una primera pregunta ¿qué se entiende exactamente por “progresista”? La respuesta en el propio subtitulo del libro: Biografía de reformistas españoles (1808-1939).
Para mayor precisión, el coordinador de la edición, Javier Moreno Luzón, profesor de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, nos lo aclara en el prólogo. Se trataría de personajes que representaron papeles políticos significativos en sus respectivas épocas y que ocuparon el amplio abanico ideológico que va “entre el conservadurismo y la revolución social”. Reformistas que querían acercar a España a los modelos occidentales avanzados y cuyos objetivos traducían grandes conceptos como “el progreso, la libertad, la democracia y la justicia”. Así dicho, casi cualquier político español de todos los tiempos estaría dispuesto a ser englobado en esta selección (otra cosa es que aceptase ser definido por un apelativo, “progresista”, que tenía unas connotaciones partidistas muy concretas en la España decimonónica) ¿Cuál fue, entonces, el criterio de selección?

Podría decirse que son todos los que están, pero no están todos los que son. En realidad, este libro tiene su origen en un seminario organizado por la Fundación Pablo Iglesias en Madrid, en la primavera de 2004 bajo el título de Progresistas y demócratas en la España contemporánea. El propio Javier Moreno nos recuerda que de nada sirve empeñarse en incluir un personaje determinado si no hay ningún historiador que haya trabajado más o menos recientemente sobre él (y que tuviese la agenda disponible para esas fechas, podríamos añadir). Por otra parte, se procuró representar todos los periodos y las distintas tendencias reformistas desde el liberalismo progresista al republicanismo templado y el socialismo reformista.
La biografía es seguramente el género que resulta más atractivo a los no especialistas para acercarse a la historia. En este caso hay que añadir la ventaja de la brevedad (...) Un grupo de los mejores profesores de historia de las universidades españolas nos ofrecen un resumen de sus investigaciones, minuciosamente anotado al final de libro con referencia a las fuentes y la bibliografía

El Progresismo de la primera mitad del siglo XIX está representado, además de por el ya mencionado Flórez Estrada, por Joaquín María López, estudiado por María Cruz Romero Mateo. De forma deliberada se incluyó también liberales que gobernaron bajo la Monarquía de la Restauración, habitualmente excluidos de la familia progresista (pág. 12). Así Carlos Dardé estudia la dilatada carrera política de Práxedes Mateo Sagasta, Miguel Martorell Linares, la de Santiago Alba, “el liberal que no encontró su momento”, y el propio Javier Moreno, la de Canalejas. Los republicanos están representados por Nicolás Salmerón (Fernando Martínez López) Melquíades Álvarez (Manuel Suárez Cortina) y Manuel Azaña (Santos Juliá). Los socialistas por Fernando de los Ríos (Virgilio Zapatero) y Juan Negrín. Más allá de sus vinculaciones políticas, Victoria Kent (Rosa María Capel Martínez) representa la escasa pero intensa participación de las mujeres en la vida política antes de la Guerra Civil. Evidentemente caben muchos más. Este libro requiere, como mínimo, un segundo tomo.

¿Qué tienen en común todos esos políticos? No es objetivo del libro desvelarlo (ni desde luego de esta modesta reseña). No parece fácil, por otra parte, señalar un hilo conductor entre personas que vivieron en épocas tan diferentes y que tuvieron experiencias tan variadas. En general nacieron en provincias, en el seno de familias de clase media acomodada, dueñas, parafraseando a Machado, de mediana hacienda, que en otras partes se dice bienestar y aquí opulencia, y que se podían permitir que sus vástagos fuesen a buenos colegios, religiosos (tampoco había otros), y después a la Universidad. Como los chicos listos y prometedores que todos ellos eran, su destino final no podía ser otro que Madrid. Se dedican a la política, seguramente, por ideales, por convicción, pero también porque viven en un país que carece de un tejido productivo o intelectual capaz de absorberlos de otra manera. A diferencia de sus contemporáneos sufrieron, casi todos ellos, un “chapuzón europeo” de mayor o menor consideración, que muchas veces tuvieron que completar con el exilio y que les hace calcular, en toda su intensidad, la profundidad de los males de la patria y mirar a Francia y Gran Bretaña en búsqueda de soluciones.

Herederos del racionalismo de la Ilustración, tienen una gran fe en la educación como mecanismo de transformación social, y no es casualidad que muchos de ellos estén relacionados con el krausismo y la Institución Libre de la Enseñanza. Pese a la terrible fama que los corrillos conservadores ofrecieron de algunos de ellos, son, en general, más reformistas que revolucionarios, “exaltados circunspectos”, como dice Joaquín Varela de Flórez Estrada, anticlericales creyentes, que coquetean con las masas pero mantienen las distancias con el servicio de su casa. La historia les dio a casi todos ellos su oportunidad, sus quince minutos de gloria, que muchas veces se les escapó entre los dedos, con una mezcla de aturdimiento e impotencia. Porque la realidad es más terca que los discursos, porque el infierno está empedrado de buenas intenciones. Era demasiado difícil; fue demasiado breve. Tal vez, como dijo Fernando de lo Ríos, “¡Si nos hubiesen dejado diez años más!”

La biografía es seguramente el género que resulta más atractivo a los no especialistas para acercarse a la historia. En este caso hay que añadir la ventaja de la brevedad. Mucha gente leería encantada una biografía de Azaña (a decir verdad, en este caso se trata solo de media biografía, porque, por algún motivo, Santos Juliá la deja precisamente cuando empieza la Dictadura de Primo de Rivera). Más difícil es encontrar a alguien dispuesto a meterse entre pecho y espalda cuatrocientas páginas sobre Santiago Alba o Melquíades Álvarez. Cosa completamente distinta es cuando, como en este caso, se trata de treinta páginas sobre cada uno. Marqué algunos capítulos de este libro como lectura para mis alumnos de 2º de Bachillerato sin mayores protestas y lo metería en la maleta de vacaciones de cualquier amigo. Eso no quiere decir que la obra no resulte extremadamente útil para el historiador. Un grupo de los mejores profesores de historia de las universidades españolas nos ofrecen un resumen de sus investigaciones, minuciosamente anotado al final de libro con referencia a las fuentes y la bibliografía. ¡Ojalá fuese posible encontrar una solución así cada vez que necesitamos consultar algo sobre un personaje histórico! Insisto, este libro requiere un segundo tomo.
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