06.09.2012
Treinta años con Blade Runner
Tribuna
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Tribuna libre
¿Por qué nos gustó tanto Blade Runner? ¿Por qué caló tan hondo en el imaginario con el que nos hicimos adultos todos aquellos baby boomers nacidos en la segunda mitad de los sesenta? No soy capaz, pensando en su autor, Ridley Scott, sin recurrir a esa otra joya llamada Alien, el octavo pasajero. No es el orden de una sociedad perfectamente matematizada y vigilada, expurgada del dolor y el conflicto, lo que nos muestra la máquina del tiempo: es el reino de la entropía, la incapacidad de las sociedades para controlar las ciclópeas fuerzas que ella misma ha puesto en funcionamiento. Nunca como ahora se revela que el triunfo final de la Razón en la Historia, como nos hizo creer Hegel, es en realidad un aborto colosal (por David P. Montesinos)
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09.07.2012
Mad Men, a propósito de la quinta temporada
Tribuna
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Tribuna libre
Diríase que los protagonistas de Mad Men no tienen siquiera un mínimo control sobre el discurrir de sus propias vidas. Lo que les sucede a Draper y sus compañeros de peripecia es que sus biografías se han vuelto laberínticas -“vidas líquidas”, diría Zygmunt Bauman-, han dejado de responder a esa vocación de linealidad previsible con la que fueron proyectadas, teniendo en cuenta que todos ellos se criaron en la América de la Gran Depresión y el New Deal, con el trance traumático de la 2ª Gran Guerra y la inflación patriótica que conllevó. Nada de lo que les está ocurriendo tiene demasiado que ver con lo que sus mayores les explicaron que debían ser sus vidas. Dentro de la inclinación experimental que tienen las capas más vanguardistas de la sociedad de los sesenta –muy especialmente en una ciudad como Nueva York-, Draper y compañía sufren en carne propia las consecuencias de ese individualismo consumista, supuestamente hedonista y libertario, que constituye la gran promesa de felicidad que las agencias de marketing de la época ofrecían a la sociedad americana de aquel tiempo (por David Montesinos)
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04.05.2012
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01.03.2012
Mad Men. La publicidad ciega tus ojos
Tribuna
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Tribuna libre
Sabemos que el capitalismo industrial produce serial y masivamente los objetos y que, por tanto, hay un riesgo de uniformización al que todos –no solo los antisistema- tememos. Por eso requerimos al publicista un extra: la ilusión de la distinción personal. La construcción de ese factor decisivo se asienta sobre la fragilidad de lo efímero, pues depende de objetos cuyo valor simbólico está sometido a un devenir permanente, generándose una lógica de permanente transformación –eso es la moda a fin de cuentas- que garantiza la imposibilidad real del cambio social (por David P. Montesinos)
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03.01.2012
La caja no era tonta: Teleshakespeare, de Jorge Carrión (Errata Naturae, 2011)
Reseñas de libros
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No ficción
Merece mucho la pena leer Teleshakespeare de Jorge Carrión, libro tan oportuno y necesario. Tiene un plan, sabe lo que quiere contar y por qué. Exhibe rigor metodológico, puesto que carga de principio a fin con las pautas de lectura que explícitamente ha asumido desde el inicio. Sabe que el mayor de sus riesgos es el de la sobreinterpretación –forzar al artefacto cultural a que signifique lo que nosotros queremos que signifique-, y lo elude con prudencia y honestidad. Somos testigos de una revolución en la cultura de masas cuyas consecuencias sería erróneo despreciar. Hablamos de la televisión, el medio masivo por excelencia durante el último medio siglo, aunque convendría no extender demasiado el tramo temporal de esa hegemonía, dada la actual omnipresencia de internet (por David P. Montesinos)
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01.12.2011
El no muerto en la sociedad de masas: Filosofía zombi, de Jorge Fernández Gonzalo (Anagrama, 2011)
Reseñas de libros
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No ficción
¿Podemos hablar de una “filosofía zombi”? No es la primera vez que los elementos de un universo figurado exitosamente en la esfera narrativa son convertidos en categoría filosófica, es decir, en clave comprensiva del presente. Si acertamos a definir el filosófico como un ejercicio crítico, la emergencia de una filosofía zombi o -para ser más precisos, aunque menos snobs- de un discurso sobre el imaginario zombi, nos puede ayudar a cumplir la vieja misión del pensador. En ese sentido, los zombis habrán de lanzarnos a recorrer espacios intransitados hasta ahora por la reflexión y dislocar la comodidad de los esquemas ya instituidos para abrir la interpretación a sendas nuevas. Quizá -y el ensayo de Jorge Fernández Gonzalo habita con soltura esta paradoja- lo característico del zombi sea precisamente que carece de una filosofía, que su infección supone la renuncia a todo discurso, pero es que acaso sea justamente ése, como ahora explicaremos, el contagio que se extiende hoy entre las masas (por David P. Montesinos)
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