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martes, 6 de marzo de 2007
Simon Boccanegra, un Verdi de tintes oscuros en Valencia
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[12469] Comentarios[0]
Los próximos días 9, 11, 14 y 16 de este mes de marzo, el director de orquesta norteamericano Lorin Maazel subirá de nuevo al podio del Palau de las Artes de Valencia para dirigir la oscura ópera de Verdi, Simon Boccanegra.

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Juan Antonio González Fuentes

Los próximos días 9, 11, 14 y 16 de este mes de marzo, el director de orquesta norteamericano Lorin Maazel subirá de nuevo al podio del Palau de las Artes de Valencia para dirigir la ópera de Verdi Simon Boccanegra, con un reparto que contará con el barítono español Carlos Álvarez y la soprano chilena Gallardo Domás como principales estrellas, además de la siempre esperada dirección escénica de un director de tanto prestigio como Luis Pascual.

De nuevo una obra del español Antonio García Gutiérrez, autor de El trovador, sirvió para que Verdi y el libretista Piave escribieran en apenas diez meses una nueva ópera, Simon Boccanegra. Durante buena parte de esos diez meses Verdi estuvo trabajando en París en una nueva producción de El trovador, por lo que le fue muy difícil comunicarse con Piave que estaba en Italia, lo que motivó que partes del libreto estén reescritas por Giuseppe Montanelli, catedrático de derecho exiliado en la capital francesa.


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Palau de les Arts (Valencia)


Simon Boccanegra cuenta la historia de un bucanero reconvertido en Dux de Génova que trata de unificar el país mediante el acuerdo de los bandos patricio y plebeyo. La ópera se estrenó el 12 de marzo de 1857 en el veneciano teatro de La Fenice y resultó, como también ocurrió allí con La traviata, un rotundo fracaso. “Yo pensaba que había escrito algo bastante bueno, por lo visto, estaba equivocado”, le comentó Verdi por carta a su confidente la condesa Maffei.

Una crítica aparecida tres días después del estreno en la Gazzetta Privilegiata de Venezia señala algunas razones del desencuentro con el público: “La música de Boccanegra es de tal manera que no puede lograr un efecto inmediato. Es muy elaborada, compuesta con los más refinados conocimientos y precisa ser estudiada en todos sus detalles..., la primera noche no se comprendió... y condujo a algunos juicios precipitados..., juicios amargos y hostiles... Esta desfavorable impresión inicial podía ser explicada hasta cierto punto por el carácter de la música, quizá demasiado fuerte y severa, y de ahí el triste colorido que dominaba la partitura, especialmente en el prólogo”.

Cuando Verdi estrenó su siguiente ópera, Un ballo in maschera, Boccanegra desapareció del repertorio hasta que dos décadas más tarde el autor fue convencido para que la revisara. En efecto, en 1880, y empujado tanto por el editor Ricordi como por el músico, crítico y libretista Arrigo Boito, Verdi accedió a trabajar con este último como escritor en una revisión de la obra. En carta dirigida al músico, Arrigo Boito comparó la primera versión de la ópera con una mesa destartalada con una única pata aprovechable, el prólogo; y también le decía que ningún personaje hacía exclamar a la gente “¡retazos de vida!”.


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Lorin Maazel


Boito envió a Verdi el resumen de un acto completamente nuevo que satisfizo al compositor, aunque éste, abrumado por el trabajo que empezar a escribir música nueva le implicaba, escribió al libretista: “Sus críticas son justas, pero usted, inmerso en más encumbrados trabajos y con Otello en mente, está apuntando a una perfección aquí imposible. Yo apunto más bajo y soy más optimista... Estoy de acuerdo con usted en que la mesa es destartalada, pero si ajustamos un poco las patas, pienso que mejorará... También estoy de acuerdo en que no hay ninguno de esos personajes (siempre muy extraño) que hagan que uno exclame: ‘retazos de vida’. Sin embargo, me parece que es algo que puede intentarse con personajes como Fiesco y Simon”.

La revisión duró seis semanas de arduo esfuerzo, al cabo de las cuales Verdi escribió a su amigo Arrivabene: “...le diré que Boccanegra será capaz de ir de gira por los teatros como la mayoría de sus hermanas aunque el tema es muy triste. Y es triste porque tiene que serlo, pero es absorbente”. A esta circunstancia Verdi sumaba otra que dificultaba el éxito inmediato del título, y así en carta al editor Ricordi le dice: “en Boccanegra hay que hacer los personajes, no aparecen hechos”.

Es decir, para que una representación de Simon Boccanegra triunfe, la calidad de las actuaciones debe ser muy elevada, ya que de por sí la ópera no ofrece facilidades. Verdi revisó un trabajo de una etapa de la ópera a la luz de otro tiempo, tiempo en el que determinados recursos utilizados en la primera versión ya se había extinguido y en el que, por ejemplo, el acto era la unidad fundamental que estructuraba el desarrollo de la narración. Si además tenemos en cuenta la complejidad de la trama y el predominio en la misma de las voces bajas de hombre, puede entenderse con mayor facilidad la razón por la que Simon Boccanegra no resulta tan inmediatamente atractiva como otras óperas anteriores y posteriores de Verdi.

En este sentido, la elección de Boccanegra es un reto que el aficionado tiene que valorar y agradecer, pues al menos libera por un momento del repertorio al uso, restringido a poco más de una docena de títulos, y da la oportunidad de acceder a trabajos más duros y exigentes, trabajos en los que el aficionado de verdad debe crecerse y en los que los “otros” sucumben a su impostura.


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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música...)

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