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miércoles, 14 de junio de 2006
John Wayne, un actor de leyenda
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[10272] Comentarios[2]
El pasado domingo día 11 se cumplieron 27 años de la desaparición del actor John Wayne, sin duda uno de los más grandes de la historia dorada de Holywood

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Juan Antonio González Fuentes

Nos sentamos en el patio de butacas del cine, o en el sofá de casa frente al televisor y el reproductor de dvd. Las luces ya están apagadas y de pronto la pantalla se ilumina. Vemos un paisaje montañoso y seco, y dibujándose en el horizonte, la silueta de un jinete acercándose. Una música espectacular y heroica, o sencilla y con ritmo muy marcado, llena el ambiente de la sala. Los detalles que personalizan al jinete van haciéndose cada vez más nítidos, hasta que distinguimos perfectamente el rostro de John Wayne, de Gary Cooper o de James Stewart, y en ese preciso instante, el trabajo del guionista se vuelve mucho más sencillo, pues nada tendrá que escribir en el guión para que todos sepamos a un solo golpe de vista que el héroe que se nos está presentando es un hombre taciturno, experimentado, noble, recio, valiente, fuerte, amigo de sus amigos, incapaz de traición, peligroso si se le provoca, con un pasado del que no quiere hablar, un hombre, en definitiva, de una sola pieza y un solo amor.

En el cine actual casi ningún actor tiene ya esa presencia tan demoledora y tan elocuente. En el cine actual son necesarias parrafadas y parrafadas para que sepamos algo del pasado y del presente de los personajes, nos lo tienen que contar todo, o casi todo.

Por eso eran tan grandes actores cinematográficos los ya mencionados y otros muchos que a todos seguro nos vienen a la mente, porque con su sola presencia, con uno sólo de sus gestos, transmitían al espectador un bagaje narrativo inmenso. De entre aquellos “monstruos sagrados” hoy voy a hablar de uno de los más indiscutibles, de John Wayne, de quien el pasado domingo se cumplieron 27 años de su desaparición, uno de los más grandes actores cinematográficos de todo el cine estadounidense del siglo XX. Sí, aunque a algunos les cueste aceptar la verdad de esta afirmación, muy difícil de sostener hace apenas unos cuantos años.

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John Wayne

Decía Godard que odiaba a John Wayne cuando éste manifestaba sus opiniones políticas sobre la guerra de Vietnam, pero que lo amaba cuando al final de Centauros del Desierto (John Ford, 1956) eleva al cielo con sus manos a la pequeña Natalie Wood.

Wayne vivió la era dorada del cine de Hollywood, y trabajó ininterrumpidamente desde sus comienzos en algunos western mudos de mediados los años 20, hasta muy poco antes de su muerte, cuando rodó en 1976 su última película, El último pistolero, de Donald Siegel. O dicho de otro modo, fue uno de los actores protagonistas masculinos que tuvo la enorme fortuna de trabajar en ese momento de esplendor de la industria cinematográfica norteamericana, la de los grandes estudios, que va, por ejemplo, desde 1939 (La diligencia, de John Ford), hasta el mismo comienzo de los años sesenta (El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford, 1962), momento en el que la industria televisiva, entre otros muchos factores, destruyó definitivamente el sistema construido en torno a los estudios.

A lo largo de este amplio periodo, Wayne tuvo la oportunidad de trabajar con muchos de los grandes directores de la industria, muchos especializados en western o en cine de aventuras, por ejemplo, con Raoul Walsh, Cecil B. DeMille, Edward Dmytryk, John Huston, Michael Curtiz, Nicholas Ray, William Wellman, Josef Von Sternberg, Henry Hathaway, John Sturges, Mervyn LeRoy, Otto Preminger..., aunque son sus colaboraciones con John Ford y Howard Hawks las que realmente lo colocan en el lugar de privilegio que tiene en la historia del cine.

Es muy conocida la anécdota según la cual, Ford asistía al rodaje de Río rojo de su amigo Hawks, y viendo algunas de las escenas, le dijo a su amigo director refiriéndose a John Wayne: "pero si el cabrón sabe actuar"!!

Con Hawks protagonizó todos sus western: Río rojo (1948), Río Bravo (1959), El Dorado (1967) y Río Lobo (1970), además de la hermosa película de aventuras Hatari!, todas, salvo quizá la ya tardía Río Lobo, magníficas, y con los dos primeros ríos como definitivas obras maestras.

Con Ford, para muchos críticos el más grande director de la historia del cine, protagonizó muchas más películas, más de una docena. Mencionarlas todos no tendría, quizá, mucho sentido, pero aquí queda apuntada una muestra que, habla por sí sola, de la gran cantidad de obras maestras y magníficas películas protagonizadas por John Wayne a lo largo de su carrera: La diligencia (1939), Hombres intrépidos (1940), They were expendable (1945), Fort Apache (1948), La legión invencible (1949), Río Grande (1950), El hombre tranquilo (1952), Centauros del desierto (1956), Escrito bajo el sol (1957), Misión de audaces (1959), El hombre que mató a Liberty Valance (1962), La taberna del irlandés (1963).

Para corroborar la inmensa calidad como actor de cine de John Wayne, siempre y cuando estuviera bien dirigido claro, como todos, basta con hacer mención sólo de algunos planos o de algunas secuencias, en las que casi siempre sin palabras, sólo con la mirada, la rotunda presencia física y el elocuente pero sencillo gesto, Wayne contaba mucho más que muchas de las actuales estrellas de cine, muchos de ellos grandilocuentes histriones verborreicos.

Sólo hace falta ver a Wayne, por ejemplo, en Río Bravo, para tener una idea de su talla: es imposible estar mejor en una película, parece no actuar, simplemente está ahí, pasándoselo bien, como si toda su existencia hubiera consistido en deambular junto a los inconmensurables Walter Brennan y Dean Martín por las calles del pueblucho en el que transcurre la acción. Y qué me dicen del momento en el que abraza sin mirarla a Maureen O’Hara y la besa en la frente en el romántico y lejano cementerio que aparece en El hombre tranquilo: no se puede expresar mejor la dulce y recatada ternura por la mujer amada y a la vez el loco deseo sexual por ella.

Y en Centauros del desierto, qué opinan de ese primer plano (los primeros planos, claro, son la prueba de fuego de los grandes actores de cine) tremendo y emocionante en el que el personaje de Wayne sabe que ha perdido al amor de su vida a manos de los indios, y le quita la silla de montar a su caballo, como si tal cosa, como un profesional, aunque debe apoyarse en el lomo para no desfallecer de dolor. ¿O qué me dicen del final de la película, probablemente uno de los más hermosos, emocionantes y devastadores de la historia del cine, cuando Wayne queda en el centro del plano, fuera del hogar familiar al que van accediendo todos los demás personajes menos él, y consciente de la soledad abrumadora que lo envuelve y le espera para siempre, él mismo se acaricia levemente el brazo mientras se da la vuelta y se pierde borrado del plano por el polvo que levanta el viento de la historia?

¿Y qué decir de la escena de El hombre que mató a Liberty Valance, cuando sabe que el amor de su vida prefiere a James Stewart, y borracho y loco de dolor destruye el hogar que había construido para ella?

Ahora mismo me voy a casa para ver por enésima vez Centauros del desierto, y así imitaré a los señores Steven Spielberg y Martin Scorsese, quienes admiten que antes de iniciar cada uno de sus rodajes ven el trabajo de Ford y Wayne buscando inspiración. Yo siempre la encuentro cuando veo los grandes trabajos del actor desaparecido hace ahora casi tres décadas.

Comentarios
14.06.2006 19:22:38 - Antonio Reglero
Comentarios ...El Wayne este era un facha en toda regla!!

16.06.2006 10:55:03 - Maureen O'Hara
Comentarios ...He revisado recientemente la fantástica película de Ford, el hombre tranquilo, y tiene escenas realmente maravillosas. Amobs están increíbles, es una pena que la cequera de algunos prejuicios políticos impidan a Antonio saborear interpretaciones de esta talla que escasean en el panorama cinematográfico actual.









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