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lunes, 2 de abril de 2007
Edith Stein, filósofa, judía, víctima nazi y santa (I)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[18406] Comentarios[2]
Edith Stein fue una mujer fascinante. Filósofa de gran nivel y calidad, acabó convertida al catolicismo y asacrada por los nazis en un campo de exterminio. Juan Pablo II la hizo santa.

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Juan Antonio González Fuentes

Edith Stein tuvo a lo largo de su corta vida al menos tres formas de estar en la tierra, tres puestas en escena, si se me permite la expresión: judía, filósofa no creyente, y por último, católica y Carmelita, tránsito vital y espiritual que encuentra una firme expresión incluso en el cambio de su nombre, ya que pasó de ser Edith Stein, filósofa de origen judío, a llamarse sor Teresa Benedictina de la Cruz, católica carmelita.

¿Cómo se produjo este cambio, cómo fue esa evolución espiritual y vital que protagonizó Edith Stein en un tiempo histórico, además, perfectamente convulso, y que, en mi opinión, viene a erigirse en magnífico ejemplo de las dificultades vividas por la espiritualidad católica en la primera mitad del siglo XX, etapa que contempló la desaparición definitiva de un mundo, sus ideas y representaciones, y la aparición de otro mundo cuyos primeros pasos condujeron a la peor guerra que ha vivido hasta ahora la humanidad?

Creo que lo mejor para responder a estas preguntas es trazar, aunque sólo sea de forma muy superficial, la biografía de Edith Stein, en ella encontraremos si no todas, sí muchas respuestas.


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Edith Stein


Edith Stein nació en octubre de 1891 en la ciudad de Breslau, situada en el suroeste de la actual Polonia, capital de lo que hoy es el voivodato homónimo situado en Silesia. Breslau nació como consecuencia de la expansión germánica por el este de sus fronteras. La ciudad se desarrolló bajo influencia austriaca y católica, para después hacerse protestante y prusiana. Breslau, por tanto, era la típica ciudad de cultura alemana situada en territorio conquistado, un espacio geográfico, más o menos alejado de las metrópolis imperiales, en el que a lo largo de las últimas décadas del XIX nacieron personajes tan importantes en la cultura alemana como Mahler, Joseph Roth, o el gran director de orquesta Otto Klemperer, quien nació en 1885 también en Breslau. También en aquella periferia, en Landsberg (Polonia), nació el primo de Otto, Víctor Klemperer, a quien debemos unos diarios estremecedores sobre la ignominia del nazismo y la vida de un judío en plena vorágine hitleriana, diarios que quien los haya leído entenderá muy bien los últimos años de Edith Stein.

Stein era la séptima y más joven hija de unos padres judíos llegados a la ciudad en 1890. El padre, con negocios madereros, murió cuando Edith tenía sólo 2 años, haciéndose cargo a partir de entonces la madre del negocio, comprando madera por toda Silesia y los Balcanes. La madre de Edith, este es un dato a tener en cuenta, era una judía ortodoxa. No fue hasta 1910 cuando los hijos y la viuda pudieron abandonar los suburbios de Breslau para instalarse en una gran casa de piedra gris en el centro de la localidad, lo que nos habla de que la señora Stein no debió de conducirse muy torpemente en el negocio de la madera.

Edith comenzó sus estudios en el colegio en 1897, cuando contaba seis años. Según cuenta en su biografía de la conversa, la escritora Elizabeth de Miribel, a quien seguiremos aquí con fidelidad, Edith fue una magnífica estudiante, siendo sus asignaturas preferidas la historia, el alemán y las lenguas. Aprendió a hablar el francés, el inglés y el español, y a leer el latín, el griego y el hebreo. Al final de su vida, como veremos más adelante, aprendió también el holandés.

Terminados los estudios básicos ingresó en la Universidad de Breslau. Se matriculó en los cursos de Historia y Filología, abordando pronto también la psicología experimental, lo que le llevó definitivamente hasta la Filosofía.

La Universidad de Breslau era relativamente joven entonces. Se construyó en 1811, cuando se fusionaron el colegio de los jesuitas (1702) y las facultades de Francfort-del-Oder. Breslau estaba aislada de los grandes centros intelectuales y culturales alemanes: Leizpig, Munich, Bonn y Berlin. La región de Silesia estaba aislada de las corrientes culturales europeas, y su universidad orientaba sus disciplinas preferentemente a la especialización mecánica, es decir, a los conocimientos prácticos que beneficiaban el desarrollo económico de la región. Nada por tanto de sutilezas intelectuales. La Primera Guerra Mundial vino a derrumbar para siempre ese mundo que llevaba casi medio siglo viviendo en paz.

En 1911 Stein estaba matriculada en la Universidad de Breslau, y como ya he señalado, estudiaba alemán, historia y filosofía, disciplina en la que acabó especializándose. En esta primera fase de su formación universitaria Stein mostró mucho interés por cuestiones sociales, especialmente por los derechos de la mujer y por los de los trabajadores. A los 21 años Stein era una judía universitaria que vivía en una pequeña ciudad de la periferia alemana, que mostraba un marcado interés por la filosofía y las cuestiones sociales, y que se confesaba atea, no interesándole para nada la religión.

En ese momento de su vida –recordemos que en poco tiempo se producirá el asesinato de Sarajevo y el comienzo de la I Guerra Mundial- un compañero de la universidad le dio a leer a Edith Stein un libro que marcó un antes y un después en su evolución vital y espiritual, algo que, como ya veremos, se repitió en más de una ocasión. El libro en cuestión era el segundo tomo de las Investigaciones Lógicas de Edmund Husserl. La lectura del libro decidió a Stein a conocer al filósofo y, en consecuencia, a marchar a la Universidad de Gotinga donde Husserl daba entonces sus clases de filosofía. Gotinga célebre centro intelectual de la cultura alemana, cuenta con una impagable descripción de 1824 a cargo de Heinrich Heine, descripción cuya lectura recomiendo a todos ustedes por su viveza, ironía y colorido (Montañas de Harz).

Stein llegó a Gotinga a mediados de abril de 1913 e inmediatamente quedó atrapada por el ambiente intelectual de la universidad y por la fenomenología, sobre todo por su método de trabajo. “Husserl promulgaba en principio que la verdad, allí donde esté, es necesaria, inmutable y eterna; se impone a toda inteligencia, sea la de un Dios, de un ángel o de un demonio. Concebirla de otro modo sería caer en el relativismo, y el relativismo equivale al escepticismo. La renuncia a la verdad objetiva, por parte de un gran número de pensadores modernos, le parecía una tendencia malsana, vecina de la locura. Había tratado por su parte de superar el naturalismo y hurtarse a los peligros del psicologismo, es decir, de evitar las consecuencias que el naturalismo acarrea en el terreno de la verdad y de los valores. La verdad, subrayaba él con fuerza, la verdad es un absoluto. No es lo que dicen los psicólogos que pretenden hacerla depender del que piensa. La verdad no ha nacido del que la conoce”.

Para seguir la evolución del pensamiento de Husserl y de la llamada Escuela Fenomenológica que se constituyó primero en Gotinga y luego en Friburgo, habría que discernir dos etapas sucesivas: La primera consiste en la descripción del mundo de los fenómenos (interiores y exteriores), guiándose por el solo principio de la evidencia. Se procede así a la manera del naturalista, que se abandona a la evidencia de la experiencia natural y que excluye del tema de sus investigaciones las cuestiones relativas a una crítica general de la experiencia. Se trata de describir y no de explicar. Esta mirada fenomenológica proyectada sobre el mundo se caracterizará por el asombro ante la paradoja que él evidencia, lo que permitirá regresar a las cosas mismas, superar el análisis y la explicación científica.

La segunda etapa es la de la actitud reflexiva. Por universal y eterna que sea la verdad, el hombre que la busca es individual y está situado en un tiempo y un espacio. Este problema de la apropiación de la verdad eterna por el hombre presente es el que aparece ante Husserl como la segunda fachada del problema total de la verdad.

La fenomenología va a recurrir a la reducción trascendental para reencontrar el carácter específico de la realidad humana. Por un movimiento que desconcertó a sus primeros discípulos, Husserl se orientó abiertamente hacia el idealismo, "hacia el descubrimiento de un yo trascendental, a partir del cual se constituyen los actos y lo que les corresponde de objetivo en diversos grados, hasta el mundo de las cosas”.

La cuestión es que Stein entró en contacto con Husserl y la fenomenología. Husserl enseñaba a sus alumnos el culto hacia el método objetivo de pensar, aconsejándoles se abrieran a la disciplina de las ciencias exactas e inculcándoles el horror hacia toda fórmula preconcebida. Esta profunda renovación en la manera de abordar el problema del conocimiento del ser fue el que causó tan honda impresión en sus primeros discípulos, entre ellos Edith Stein.

Hay una descripción muy precisa de Stein en esa etapa de su vida, se la debemos a una antigua compañera de clase: “Edith pasaba completamente desapercibida entre nosotros, a pesar de su reputación de extremada inteligencia... Nos parecía poco moderna... Siempre sentada entre las primeras filas del auditorio, apenas sí se hacía notar su pequeña silueta, delgada, insignificante, y como absorbida por la intensidad de su reflexión. Llevaba sus oscuros cabellos recogidos sobre la nuca, en un pesado moño. Era de una palidez casi enfermiza, y sus grandes ojos negros se hacía severos, casi distantes...”.

En esa etapa también influyó mucho en el pensamiento y la formación de Stein el profesor Max Scheler, cuyo interés filosófico estaba en todo lo que llevaba a la toma de conciencia del otro, es decir, el amor, el odio, el resentimiento...

Stein escribió a cerca de Scheler: “En mí, como en otros muchos, su influencia se extendió mucho más allá del estricto dominio de la filosofía. No sé exactamente en que año volvió Scheler al seno de la iglesia, pero este momento debía estar próximo, pues su pensamiento estaba lleno de ideas cristianas, que sabía exponer con su brillante ingenio y fuerza de persuasión. Para mí fue la revelación de un mundo totalmente desconocido. No me llevó aún a la fe. Pero me descubrió un dominio de fenómenos que no podía ignorar en lo sucesivo. No en balde habíamos aprendido a desembarazarnos de los ‘tabús’, a acoger las cosas sin prejuicios. Así, cuando los límites del racionalismo, en que yo, sin saberlo, me había educado, cayeron, me encontré súbitamente frente al mundo de la fe”.

Durante el periodo de Gotinga los discípulos de Husserl, entre ellos claro Edith Stein, recibieron el choque decisivo para su espíritu. Se vieron liberados de los lazos del kantismo por el método objetivo del maestro, y se encontraron preparados para la percepción de la realidad. Su formación les volvió hacia el mundo del pensamiento objetivo, y esto les llevó al estudio de la escolástica medieval y de la sabiduría antigua; al estudio de san Agustín o Santo Tomás, contacto que al fin, a algunos de estos filósofos les condujo hacia el Dios de la revelación cristiana.

Sin embargo, en ese punto vital y evolutivo del pensamiento de Stein, estalló la guerra del 14. Stein interrumpió sus estudios y durante dos años cuido enfermos y heridos en un hospital austriaco, lo que le hizo incluso acreedora de la Medalla de la Cruz Roja.

De vuelta del Hospital, y una vez doctorada, Husserl la invitó a unírsele a la universidad de Friburgo; así, a los 25 años de edad, Edith Stein fue su auxiliar durante el semestre de verano de 1916.

Al año siguiente ocurrió un hecho muy significativo y de gran trascendencia en el cambio evolutivo de la filósofa hacia el catolicismo. Su amigo del círculo fenomenólogico de Gotinda, el filósofo Reinach, moría en Flandes y su mujer Ana llamó a Edith Stein para que le ayudase a clasificar los textos filosóficos de su marido y hacer una edición póstuma. Edith dejó la universidad de Friburgo y acudió a la llamada, pensando que iba a encontrar a su amiga desecha. Sin embargo Stein se encontró con una mujer que se había convertido al catolicismo, al igual que su marido, y llevaba la muerte con total resignación.

Edith escribió a este respecto “... fue mi primer encuentro con la Cruz, con esta fuerza divina que ella confiere a los que la llevan. Por primera vez, la Iglesia, nacida de la Pasión de Cristo, y vencedora de la muerte, se me apareció visiblemente”. Pero esta semilla, debió crecer en silencio y secreto y esperar al menos cuatro años para que diese sus frutos en el espíritu de la filósofa.

Edith regresó a Friburgo y volvió al trabajo. Elaboró ediciones de obras de Husserl, trabó contacto con Heidegger y organizó cursos de introducción a la fenomenología para distintos grupos de alumnos, es decir, llevó una vida universitaria al uso.

Edith Stein, filósofa, judía, víctima nazi y santa (II)

Edith Stein, filósofa, judía, víctima nazi y santa (y III)

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.


Comentarios
13.12.2008 4:48:35 - buho



dejense de mamadas y pongan el pensamiento filosófico de edith stein, en cuanto a los trascendentales del ser, a saber, la verdad, unidad, bondad


11.09.2011 3:41:31 - Juan



¿Victima nazi? ¡¡¡nooooo!!! Víctima del nazismo o víctima del nacional SOCIALISMO. Rectifique, por favor. Santa Edith Stein no era nazi.










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