Tribuna/Tribuna libre
Doctor House
Por Bernabé Sarabia, lunes, 5 de marzo de 2007
House es un éxito de audiencia. Buenos actores en una buena serie. La cadena norteamericana Fox ha anunciado su renovación y tendrá una cuarta temporada. En Estados Unidos es la serie más vista, gracias en parte, todo hay que decirlo, a que se emite justo después de American Idol. Ahora mismo House está por encima de Anatomía de Grey (Bones tendrá una tercera tanda de capítulos y Fox no ha decidido todavía la continuidad de Prison Break).
House es también un referente social, un caso curioso porque sus shares no han pasado del veinte por ciento. En España, la cadena que emite House, Cuatro, tiene según Sofres una audiencia que oscila alrededor del 5.6 por ciento y dado que comenzó a emitir en la primavera del 2006, todavía está buscando hacerse un hueco entre un público urbano, joven y moderno. Su penetración es mayor en la mitad norte de España y Canarias. En el sur reina Antena 3.
Lo cierto es que de House se habla tanto en los espacios públicos como en los privados. Hay quien se las apaña para ver capítulos por adelantado en internet y obtener así ventaja social. Un fenómeno social curioso porque las series son el género televisivo por excelencia y existe una tremenda competencia entre las distintas televisiones para conseguir audiencia.
El que House se haya hecho un hueco en España es también muy curioso, porque aquí se hace ficción con una calidad que aumenta a ojos vista
En los últimos años, el cine norteamericano se ha volcado en películas de gran espectáculo, grandes efectos espaciales y ha dejado para la ficción televisiva las sutilezas de la psicología y la profundidad de los relatos. Personajes como Toni Soprano de la serie Los Soprano proporcionan al telespectador un sutil panorama de las íntimas contradicciones de la condición humana. Algo semejante puede afirmarse de series como Sexo en Nueva York, 24, Perdidos o Dos metros bajo tierra. Series que cristalizan más creatividad y talento que la mayor parte del cine que se hace ahora.
El que House se haya hecho un hueco en España es también muy curioso, porque aquí se hace ficción con una calidad que aumenta a ojos vista. España es el país europeo con mayor crecimiento en horas de producción en los últimos años. Producimos muy barato porque hacemos series muy largas. La especialidad nacional es la comedia y la familia, no se produce nada parecido, en cantidad, en ningún otro país europeo. Ahí están Los Serrano, Aquí no hay quien viva o Ana y los siete. Incluso Cuéntame cómo pasó tiene mucho de comedia.
De las 6.000 horas de ficción que produce Europa, 2.000 son alemanas y 1.200 españolas. La preferencia más extendida en la producción de ficción en la Unión Europea está marcada por las series de policías, pero eso no quiere decir que los productos televisivos se compartan entre unos países y otros. En realidad es justo al revés, los productos no circulan. En buena medida eso se debe a que las series tienen un carácter muy coral. Es el grupo lo que cuenta aunque luego el foco se ponga en la vida íntima de los personajes y en sus dramas. El contraplano sobre el que se proyectan las series europeas está generalmente en una vida cotidiana muy focalizada en un contexto muy concreto, y eso hace difícil que puedan gustar en las diferentes realidades nacionales.
De House se han escrito muchas cosas para explicar su éxito. Es evidente que Hugh Laurie es un magnífico actor de buena familia inglesa formado en la élite. Es atractivo, pero eso no basta, como no basta que su creador, Bryan Singer, se haya inventado eso de que el Dr. House es una especie de Sherlock Holmes de nuestros días
Es evidente que no ha sido fácil para House ganarse el favor del público español. Cierto, pero lo que ya no es tan evidente es la fórmula de su éxito. Sabemos de qué está hecha la Coca Cola pero no conocemos la mezcla secreta de sus ingredientes. Quien sepa formular el secreto de las buenas series, seguro que se hace rico de inmediato. Es lo que las televisiones necesitan. Se sabe que una buena serie debe tener una creatividad en sintonía con la atmósfera de un espacio determinado y de un tiempo concreto. La ficción debe dar satisfacción a ciertas pulsiones sociales que están ahí aún cuando no se expresen con claridad.
De House se han escrito muchas cosas para explicar su éxito. Es evidente que Hugh Laurie es un magnífico actor de buena familia inglesa formado en la élite. Es atractivo, pero eso no basta, como no basta que su creador, Bryan Singer, se haya inventado eso de que el Dr. House es una especie de Sherlock Holmes de nuestros días. Para establecer tal comparación no es suficiente con dibujar paralelismos entre la adicción de Holmes a la cocaína y la de Gregory House al Vicodin. Por otro lado, los dos son investigadores, pero en el caso de House su ámbito de indagación es mucho más concreto.
Realizar con éxito una hora de televisión es complicado y más en un género, el de médicos y hospitales que está muy visto. El guión de David Shore tiene la virtud de haber construido un sardónico doctor con una minusvalía física y emocional que sin embargo es capaz de encontrar detrás de cada historia médica un ser humano cuya vida será transformada –incluso hasta la muerte- por sus aciertos y sus errores. En otro orden de cosas el guión, que sigue la vieja receta aristotélica de planteamiento, nudo y desenlace, sabe incluir pequeños engaños que manipulan al espectador hasta ponerlo al servicio de la vibrante narración de House.
Cuando una serie tan poco original en su formato como House es capaz de producir piezas tan extraordinarias hay que pensar que el drama en televisión ha saltado de nivel. Habrá que volver sobre el Dr. House.