Reseñas de libros/No ficción
Jordi Canal: Banderas blancas, boinas rojas (Marcial Pons, 2006)
Por Rogelio López Blanco, lunes, 4 de diciembre de 2006
Con más de quince años dedicado a la investigación del mundo carlista, el profesor Jordi Canal es uno de los mayores especialistas, sino el más destacado, en la materia. Toda una garantía para quien desee adentrarse y conocer en profundidad una orientación política que en la actualidad tiene una representación marginal, pero que desempeñó un papel capital en el devenir de la España contemporánea.
El carlismo, como todos los movimientos legitimistas nacidos en las
primeras décadas del siglo XIX, constituyó un fenómeno político reactivo frente
al avance del liberalismo en muchos países europeos. En este sentido, no es una
“anomalía” española, al contrario, está emparentado con el miguelismo portugués,
el legitimismo francés y otros movimientos de signo análogo en otras zonas del
continente. Lo que significa al carlismo español frente a sus parientes europeos
es su pervivencia, algo que da idea del formidable enemigo que tuvo ante sí el
desarrollo de la España liberal y democrática.
En muchas ocasiones se ha
hablado con no poca ligereza de la debilidad del proceso de modernización
español sin reparar ni en las condiciones en que se produjo la revolución
liberal en España ni los tremendos obstáculos que hubo de superar. Banderas
blancas, boinas rojas da una idea cabal de cuál fue uno de ellos.
Se trata de una historia política que, sin
perder de vista las otras vertientes (estructuras políticas, institucionales y
discursos), introduce el estudio de la cultura política, un factor central para
explicar la larga pervivencia del carlismo en España y las razones de la
adhesión a esta causa de tantas familias
En esta historia
política del carlismo entre 1876 y 1939, Jordi Canal recopila once artículos,
aunque no es una mera agrupación de textos dispersos con un tema en común. En
realidad, consiste en un trabajo concienzudo de revisión y reescritura que
ofrece una obra internamente coherente que, además de proporcionar perspectivas
inéditas, aborda aspectos fundamentales que esclarecen asuntos relevantes como
la evolución de la organización en el terreno de la violencia política, el
exilio tras la derrota de 1876, el cisma integrista de 1888, la conquista del
espacio político propio y la competencia por el espacio público en dura pugna
con las otras organizaciones (republicanas, socialistas, nacionalistas...), el
papel de los individuos concretos (los pretendientes, el marqués de Cerralbo,
Luis M. Llauder, etc.), las relaciones con el catalanismo, la cultura política
carlista (estructuras, imágenes, fiestas), la contribución espacial a la
expansión del imaginario constituido por el contubernio judeo-masónico-comunista
y, finalmente, la actuación durante la guerra civil en los planos militar y
político y militar.
Se trata de una historia política que, sin perder de
vista las otras vertientes (estructuras políticas, institucionales y discursos),
introduce el estudio de la cultura política, un factor central para explicar la
larga pervivencia del carlismo en España y las razones de la adhesión a esta
causa de tantas familias. La cuestión llama más la atención si reparamos en que
el movimiento logró sobrevivir a la derrota en dos grandes guerras (1833-1840) y
(1872-1876), a otras de rango menor, como la de los Matiners en Cataluña
(1846-1849) y a infinidad de intentos insurreccionales (como la octubrada de
1900). El énfasis en la cultura política y lo que muestra, junto a lo que ya se
conoce sobre otras alternativas (republicanas, socialistas, nacionalistas...),
supone una seria matización, sin que las invalide, a las tesis de aquellos que
han defendido como sustrato del sistema de la Restauración la pasividad y la
desmovilización.
Nunca se perdió de vista el fin último del
carlismo, la idea de sustitución del sistema liberal por medio de la fuerza, lo
que consagró el Requeté como unidad paramilitar sólidamente implantada y
desarrollada, instrumento que daría sus mejores resultados en la Guerra
Civil
Volviendo al tema central de la supervivencia del
carlismo, cabe destacar cómo el autor explica la sagacidad de los dirigentes, en
especial el marqués de Cerralbo, para mantener la llama y hacerla expandirse
geográficamente en tiempos en que la solidez del sistema político canovista
desaconsejaba la vía militar, superando incluso la formidable crisis planteada
por la escisión de los integristas de Ramón Nocedal a través de la adaptación y
renovación de las estructuras de socialización política (familia, círculos,
prensa, organizaciones femeninas e infantiles, fiestas...) y la lucha por
imponerse en la vida política, compitiendo electoralmente y disputando el
espacio público. Sin embargo, como sostiene Jordi Canal, nunca se perdió de
vista el fin último, la idea de sustitución del sistema liberal por medio de la
fuerza, lo que consagró el Requeté como unidad paramilitar sólidamente
implantada y desarrollada, instrumento que daría sus mejores resultados en la
Guerra Civil, donde los carlistas aportaron más de sesenta mil combatientes
según los cálculos más conservadores.
El libro de Jordi Canal suministra
una experta y enriquecedora panorámica del carlismo entre 1876 y 1939, una vez
culminada la contienda civil española, cuando se manifiesta la terrible paradoja
que supuso que la primera victoria en la que era partícipe a lo largo de su
dilatada historia “significaría el inicio de su andanza hacia la definitiva
marginalidad”.