El nombre de Florence
Marryat, pese a haber escrito más de 80 obras, no es conocido por
el gran público. Se trata de una escritora atípica y transgresora, sobre
todo en la Inglaterra del XIX, cuya prolífica obra, coherente de alguna manera
con su propia vida, aborda temas que ahora no nos son ajenos pero que en su
siglo resultaban muy provocadores. Adulterio, bigamia, malos tratos,
espiritismo, muertos, fantasmas, vampiros… todo un catálogo de perspectivas
sobrenaturales e incluso escandalosas que granjearon a la autora británica la
fama de rara avis en la sociedad
victoriana de su época.
Ese gusto por lo sobrenatural se encuentra
en la columna vertebral de la que fuera una de sus últimas obras, El mensaje del
muerto. Ya en
sus primeras páginas se advierte que la escritora tiene una voluntad
transgresora y propone como punto de partida un recurso inusual en la literatura
de su época: su protagonista, el profesor Aldwyn, un huraño y violento hombre de
ciencia, muere en las primeras páginas del libro, surgiendo así una trama “del
más allá” en el que el espíritu del personaje vaga en el mundo de los vivos
descubriendo los auténticos sentimientos que hacia él albergaban su mujer e
hijos, sus amigos y sus empleados, e intenta, aconsejado por su ángel custodio,
John Forest, un químico y científico que influyó al profesor, enmendar su pasado
para poder abandonar ese purgatorio y entrar en el plano
celestial.
En este sentido, El mensaje del muerto se sustenta en un tándem de gran éxito en la literatura y cine: la pareja
formada por un hombre malo que contempla junto a su ángel custodio sus acciones
pasadas y busca en el arrepentimiento la redención a su maldad. Como indica la
contraportada del libro, los referentes
más populares se encuentran en el Cuento de Navidad (A Christmas Carol, 1843) de Charles Dickens o en la mil veces televisada ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946) de Frank
Capra. Pero también nos recuerda, salvando las distancias, al
Dante que atraviesa el Infierno acompañado del poeta Virgilio en la Divina Comedia (Divina Commedia, c. 1304-1321). A través
de este recurso en el que el personaje del profesor Aldwyn, un malhumorado y
egocéntrico hombre incapaz de amar a sus semejantes, recorre un penoso camino
hacia la expiación de sus pecados, Marryat ejemplifica la idea de que nuestros actos y las consecuencias que éstos tienen
sobre los demás condicionan y
definen nuestra vida. Y que por eso nuestra manera de ser y comportarnos nos
pasará factura en la otra vida.
Lo espiritual y lo religioso
en El mensaje del
muerto
El mensaje del muerto es una novela
francamente entretenida que conjuga
con un cierto toque de humor lo
fantástico, lo sobrenatural y lo religioso. Posiblemente sea éste el punto
que más chirríe al lector actual, que asiste a un relato de espíritus y
fantasmas que en realidad buscan redimirse de sus malas acciones y reconciliarse
con su Creador. No obstante, El mensaje
del muerto rompe con ciertas convenciones religiosas resaltando el
componente espiritual de los personajes. Así, en la tesis de Marryat no
existiría la muerte y las almas sino los espíritus. Espíritus que vagan en
nuestro mundo y con los que se puede contactar.
Pese a ello, queda
evidente para el lector el sustrato cristiano de la historia. El componente
religioso impregna muchas capas de la novela, como es el interés de Marryat en
reforzar la idea de que sus personajes viven penitencias por sus malas acciones
y que hay redención para la maldad.
Esto queda especialmente claro en el personaje del profesor Aldwyn y en el de su
díscolo hijo Gilbert. La penitencia del profesor es quedarse atrapado en “este
mundo” por su comportamiento malvado y asistir a las conversaciones que muestran
qué pensaban en realidad de él sus familiares y amigos, mientras que en el caso
de Gilbert las acciones de su propio padre y su desobediencia a los deberes
filiales se castigan con una penosa experiencia en un barco que Marryat describe
con un leve intento naturalista que se queda muy a la zaga del maestro Dickens.
Florence Marryat y el
espiritismo victoriano
El mensaje del muerto es una obra fruto
de su época y en ella encontramos algunas ideas que, desde la distancia, tienen
el encanto de las cosas antiguas que han quedado fuera de lugar pero que miramos
con cariño. Una de ellas es el interés
por espiritismo, cuyo origen se sitúa a mediados del siglo XIX y que no fue
ajeno a muchos novelistas como Conan Doyle, Bram Stoker, Nathaniel Hawthorne o
la propia Florence Marryat. No es de extrañar que un movimiento como éste
surgiera en una época tan encorsetada y sujeta a las convenciones como la victoriana; cuando el mundo y la sociedad se
convierten en un núcleo cerrado, asfixiante, las ideas de otros mundos, otros
seres sobrenaturales en los que la libertad es patente, son atractivas. De ahí
que los seguidores de esta corriente sintieran esos deseos de comunicarse con
ese más allá.
Parece ser que
Florence Marryat, al final de su vida, se interesó por el espiritismo, un
movimiento del que El mensaje del
muerto participa. De hecho, el libro tiene mucho de intento de convencer al lector de que ese mundo de los
espíritus existe. Por ejemplo, en su favorecedor retrato de la médium Emily,
defendida por la autora en sus honestas labores, parece que Marryat quiera
aclarar que no todas las médiums que florecieron en la Inglaterra finisecular
eran unas charlatanas. O, en otro momento de la novela, cuando los personajes de
Ethel y Maddy, esposa e hija del profesor, conversan acerca de los espíritus,
desliza la afirmación de que muchos hombres inteligentes que rechazaron el
movimiento pudieran estar equivocados:
…Seguro que has oído hablar del
espiritismo, ¿verdad?
–Ah, sí, pero todo eso es una
ridiculez –exclamó la muchacha, con la audacia del ignorante–-. ¿Qué otra cosa
iba a ser? Nadie que conserve un poco de sentido común podría creer de veras que
los muertos vuelven de nuevo a este mundo. Es una enorme tontería. Te diré más,
ni siquiera creo que cuando muramos quede algo de nosotros. Nos entierran y se
acabó. Papá siempre decía que esta vida era el final de todo. Y, a pesar de sus
excentricidades y actitudes desagradables, era un hombre inteligente, eso no lo
negarás.
–Sé que lo era, Maddy, pero
incluso los hombres inteligentes han cometido a veces errores muy graves a
propósito de esta cuestión (página 125).
Aunque el lector de
hoy no se sorprenderá ante este universo, las curiosas y, en ocasiones, ingenuas
bifurcaciones de la trama alrededor del espíritu del profesor Aldwyn, tienen un
cierto encanto y hacen de esta obra una curiosidad que permite entender la
influencia del movimiento espiritista en la literatura.
El mensaje del muerto es, en definitiva,
un curioso relato que atrapará a los amantes de las historias de fantasmas que
no tengan reparos ante las fábulas morales. Narrada con un cierto toque de
humor, la novela se lee con gusto y es, si eliminamos algunas inconsistencias de
la trama, sorprendentemente actual.