Este
es el sexto largometraje de Pablo Trapero – un habitual de los festivales desde
que se estrenó con
Mundo grúa en 1999 -, un film
noir, intenso,
hiperrealista, que retrata un submundo violento. Es también una historia de amor
trash entre dos personajes huérfanos que intentan sobrevivir.
Carancho sucede en las callejuelas de la capital, Buenos Aires,
irreconocible en la oscuridad de la noche, hasta el amanecer, entre trapicheos,
corrupción moral y un clima de desasosiego constante, intensificado por los
movimientos de la cámara y los planos con encuadres singulares de rostros
ojerosos.
Una noche Sosa conoce a Luján (Martina Gusman), una médico de
urgencias que llega en ambulancia a socorrer a uno de sus clientes. Es un
accidente preparado, todo debía salir bien pero no sale como estaba planeado.
Ella es seria y reservada pero más vulnerable de lo que aparenta. Combate las
situaciones de estrés continuas a las que está sometida sedándose. A la historia
que empieza entre ellos le faltará suerte. Sosa quiere dejar de
caranchear, recuperar su licencia y redimirse. Para ello necesita un
último golpe, una plata que le permitirá salir del fango hediondo en el que está
metido. Pero las cosas se tuercen, la tragedia se multiplica y arrastra a los
personajes dejando al espectador sin aliento.
Repito lo que ya he venido
diciendo desde hace tiempo:
el cine
argentino tiene una calidad y frescura envidiables.
Carancho lleva el sello propio de Trapero: una historia cruda, sin
maquillaje, con unos personajes maltrechos.
Ricardo
Darín tiene por primera vez un rol de antihéroe que borda
sin aparente dificultad (recuerda vagamente al personaje de
Nueve reinas
en 2000) y su pareja protagonista, Martina Gusman, que ya había actuado en otras
películas de Trapero como
Leonera en 2008 – es la mujer de éste – no se
queda a la zaga. Ambos están magníficos en este film negro, negrísimo.
Tráiler de Carancho, película de Pablo Trapero (vídeo colgado en
YouTube por abaldoviyuste)