Director: Rogelio López Blanco      Editora: Dolores Sanahuja      Responsable TI: Vidal Vidal Garcia     
  • Novedades

    Wise Up Ghost, CD de Elvis Costello and The Roots (por Marion Cassabalian)
  • Cine

    (500) Días juntos, película de Marc Webb (por Eva Pereiro López)
  • Sugerencias

  • Música

    Dust Lane, CD de Yann Tiersen (por Marion Cassabalian)
  • Viajes

  • MundoDigital

    Por qué los contenidos propios de un web son el mayor activo de las empresas en la Red
  • Temas

    Contra el imperialismo cultural
  • Blog

  • Creación

    Desayuno de tedios con café y azúcar (por Zamir Bechara)
  • Recomendar

    Su nombre Completo
    Direccción de correo del destinatario
Christian Aguilera: <i>Neil Young. Una leyenda desconocida</i> (T&B Editores, 2009)

Christian Aguilera: Neil Young. Una leyenda desconocida (T&B Editores, 2009)

    AUTOR
Christian Aguilera

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Barcelona (España), 1967

    BREVE CURRICULUM
Licenciado en Ciencias Biológicas. Autor de Stanley Kubrick: una odisea creativa (1999), La generación de la televisión: la conciencia liberal del cine americano (2000), Los actores de los Oscar (1927-2003) (2003) y Milos Forman: el cineasta del inconformismo (2006) y Joseph L. Mankiewicz. Un renacentista en Hollywood (T&B Editores, 2009). Está a punto de publicar su novela El enigma Haldane, una historia de anticipación sobre el tema de la clonación



Neil Young

Neil Young

Crosby, Stills, Nash & Young:<i>Déjà Vu</i> (1970)

Crosby, Stills, Nash & Young:Déjà Vu (1970)


Tribuna/Tribuna libre
Christian Aguilera: Neil Young. Una leyenda desconocida (T&B Editores, 2009)
Por Christian Aguilera, lunes, 1 de marzo de 2010
Desde su álbum de debut, publicado en 1969, han transcurrido cuarenta años de trayectoria como solista de Neil Young. Su obra, de una calidad impresionante, ha marcado a infinidad de colegas de profesión, la mayor parte de los cuales profesan una admiración para el firmante de una treintena de álbumes en estudio, además de piezas grabadas en directo, recopilatorios y de su concurso junto a Crosby, Stills, Nash & Young o Buffalo Springfield, la banda que le dio por primera vez una proyección internacional. La presente monografía, Neil Young. Una leyenda desconocida, obra Christian Aguilera (autor también de Joseph L. Mankiewicz. Un renacentista en Hollywood), deviene la más completa de cuantas propuestas editoriales en lengua castellana han surgido en relación a la figura legendaria de Neil Young, en plena actividad en la actualidad. La ecléctica obra de Neil Young se sitúa, sin duda, entre las cinco mejores de toda la Historia de la música del rock.

CROSBY, STILLS, NASH & YOUNG. EL CUARTETO INTERMITENTE
Participar en la confección de una obra maestra, en un hito de la música contemporánea como Déjà vu siempre es plato de buen gusto, aunque la contribución deba ser compartida por Neil Young con otras tres distinguidas figuras de este noble arte. Para que semejante calificativo haya perdurado a lo largo de cuarenta años en la voz de musicólogos, historiadores del fenómeno musical, coleccionistas y/o aficionados en general, tuvieron que confluir diversos factores, el más importante de los cuales se encontraba en la «materia prima» de la que estaba «construida» la banda. Cada uno por separado ya había dado la medida de sus posibilidades en distintas formaciones. Pero cabría calibrar si aquellos talentos surgidos de las huestes de The Hollies, Buffalo Springfield y The Byrds –grupos de tronío en la escena musical norteamericana, sobre todo estos últimos– era una operación un tanto artificial cuya disolución parecía anunicarse a corto o medio plazo debido al temperamento –léase ego– de cada uno de ellos. Crosby, Stills y Nash habían confeccionado un primer long play que desbarató cualquier pronóstico a la baja, haciéndose con un Grammy y dejando expedito el camino para refrendar el éxito alcanzado con el álbum epónimo. Pero no resultaba menos cierto que, tomando como modelo a los Beatles o los Rolling Stones –extendible a la plana mayor de las bandas que operaban por aquel entonces en las Islas Británicas– la fórmula de cuarteto o quinteto parecía atractivo, ofreciendo unas prestaciones que, a buen seguro, asimismo incriminaban a la parcela promocional. Inicialmente, Graham Nash se mostró remiso a la entrada de Neil Young en CSN. La sugerencia había llegado por parte de Ahmet Ertegün, copropietario de Atlantic Records. Demasiados acontecimientos se habían acumulado desde la «estampida» de Buffalo Springfield para que, tanto Stills como Young, tomaran conciencia que esa rivalidad sostenida a lo largo de un par de años se situara en primer plano en sus respectivas vidas. El mayor de los hermanos Ertegün se erigió en el «casamentero» de aquella «boda» con escasos visos de perdurar teniendo en cuenta los precedentes de dos de los protagonistas de la «ceremonia». Empero, al vencer la reticencia de Nash cuando conoció en persona a Young, éste expuso que CSNY no se situaría como su prioridad; más bien, podría considerarse una actividad subordinada a su quehacer en solitario o bien en coalición con Crazy Horse, con quienes acababa de ofrecer unos espectaculares ensayos en los estudios Sunset Sound que, por desgracia, no se grabaron.

Ante esta declaración de principios podría pensarse que Stills sintió un cierto alivio, sabiéndose que la «intendencia» de CSNY seguiría gobernada por él. En realidad, Stills preparaba un escenario similar al que se había planteado Neil Young un par de años antes: cumplimentaría su primer disco en solitario y crearía su propia banda (Manassas). Todo aquello acontecería tiempo después del largo e intenso proceso de producción de Déjà vu. Un concierto celebrado en Chicago, Illinois, el 16 de agosto de 1969 había sido la antesala a la presencia del trío refundado en cuarterto en el marco del Festival de Woodstock. Al igual que para CSNY la historia de la música contemporánea marcaría un nuevo punto de inflexión –al menos, desde una perspectiva sociológica– con la puesta en marcha de este evento que congregaba frente a los escenarios a centenares de miles de jóvenes provenientes de distintos puntos del planeta dispuestos a pasar dos jornadas imborrables de sus respectivas vidas. En una decisión que hablaba por sí sola del golpe de efecto comercial que suponía pero, al mismo tiempo de un extraordinario sentido del oportunismo, “Woodstock” se presentaba como una de las canciones que formarían parte del catálogo de delicatessens de Déjà vu.

En todo caso, la única aportación externa a CSNY servida por Joni Mitchell –intérprete de “Songs to Aging Children”, el tema que puso el colofón a las imágenes de unode los films paradigmáticos del movimiento hippie: El restaurante de Alicia (1969)– ayudaba a apuntalar la propuesta temática del álbum en ciernes, en su decantamiento a explorar y reflexionar sobre una época que parecía escurrirse entre los dedos. La guerra de Vietnam, la política conservadora de Richard Nixon y la segregación racial, entre otros asuntos, no parecían argumentos suficientes para «derrotar» un idealismo que prendió en buena parte de las universidades de los Estados Unidos. Déjà vu contribuyó a seguir alimentando ese sueño que finalmente se desvanecería. No obstante, en marzo de 1970 la llama aún seguía viva y con ello, la posibilidad de ver colas para adquirir el segundo LP de CSN –con el añadido de la «Y» correspondiente a Neil Young– no resultaba un puro espejismo, sino más bien lo contrario. La cifra estimada de ventas en aquel periodo se situaba en torno a los dos millones de copias. Dos millones de potenciales juicios críticos que, con la excepción que demanda toda regla, parecían plenamente complacidos de los resultados artísticos. Claro está que para darse este juicio favorable casi unánime no valía –como es preceptivo hoy en día– dejarse guiar por los ecos de un pasado reciente exitoso y de la consiguiente repetición de idéntica fórmula; las ochocientas horas invertidas en estudio, según los cálculos de Crosby, habían echado más que el resto para esculpir con letras de oro un álbum que pasaría a los anales de la música popular.

Al parecer, esa estimación no contemplaría las sesiones maratonianas que Neil Young –sabiéndose del material primoroso con el que contaban sus compañeros–, en coalición con Dallas Taylor, dedicó a “Helpless” («impotentes») hasta dar con el tempo ralentizado (respecto a la versión primigenia) que acabaría haciendo fortuna. Transcurridos ocho años desde la grabación de este tema para la cara «B» del álbum Déjà vu, Martin Scorsese –uno de los montadores del documental Woodstock (1970), dirigido por el «indio» Michael Wadleigh– captaría el detalle del reencuentro de Mitchell y Young cantando al unísono “Helpless” para el film-homenaje de los compatriotas de éstos, The Band, en El último vals (1978). Evocación de sus tiempos de infancia en Canadá, “Helpless” es igualmente una obra que apela a un mundo observado desde la esperanza pero con un sabor un tanto agridulce, tal como dejan entrever sus letras. En contraposición a este tono de suspensión en el tiempo del que hace alarde, “Everybody I Love You” opera desde una estructura melódica que pronto nos descubre que su ubicación natural hubiera sido cualquiera de los discos firmados por Buffalo Springfield. Los seguidores de la banda californiana que echaban en falta la grabación de esta pieza perdida podrían tener motivos para alegrarse. Pero de justicia es reconocer que la grandeza de Déjà vu tiene entre sus puntales las canciones “Teach Your Children” y sobre todo “Our House” –ambas escritas por Nash–, un pasaje delicioso modelado en falsete por Stills que es una invitación a compartir la «fortuna de vivir» que presidía la relación entre el percusionista y Joni Mitchell antes que problemas de distinta índole anunciaran una ruptura. Por ese trago pasarían Crosby y Stills durante los meses que duró la grabación del disco en los Wally Heider’s Studio de San Francisco.

Antes de quedar «atrapados» por las drogas, ambos contribuyeron decisivamente a esta obra intemporal con la confección de un par de canciones cada uno; Crosby propugnaba su fidelidad al ideario hippie con “Almost Cut My Hair” y el tema que da nombre al álbum, mientras que Stephen Stills desplegaba sus esencias de bluesman con “Carry On” y “4 + 20”. Asimismo, el ex The Company participa del majestuoso “Country Girl”, la tercera de las composiciones cuya autoría recae en Neil Young. Quintaesencia de esa construcción «paisajística» que Jack Nitzsche contribuyó a asentar durante la incipiente obra en solitario de Young, “Country Girl” se sitúa con suficiencia entre los grandes trabajos –tomando en consideración el estilo de cada uno– que hicieron posible esta vez que la suma de todas las partes –incluidos el mencionado Taylor (batería) y Gregory Reeves (bajo), ambos procedentes de la «factoría» Motown– ofreciera un todo absoluto y rotundo. El listón, sin embargo, se situaría en un nivel demasiado alto para que volvieran a superarlo. Al margen de los problemas derivados de la adición a las drogas de Stills y Crosby, las prolongadas ausencias de Neil Young en el seno de CSNY, pesarían demasiado en el ánimo para que ese déjà vu se convirtiera en algo no visto...



Nota de la Redacción: Esta prepublicación corresponde a la introducción del libro de Christian Aguilera: Neil Young. Una leyenda desconocida (T&B Editores, 2009). Queremos hacer constar nuestro agradecimiento a T&B Editores por su gentileza al facilitar la publicación en Ojos de Papel.
  • Suscribirse





    He leido el texto legal


  • Reseñas

    El miedo a los árboles, La espada de Damocles, de Petros Márkaris (por Marta López Vilar)
  • Publicidad

  • Autores