CROSBY, STILLS, NASH & YOUNG. EL CUARTETO
INTERMITENTE
Participar en la confección de una obra maestra, en un hito de
la música contemporánea como
Déjà vu siempre es plato de buen gusto,
aunque la contribución deba ser compartida por Neil Young con otras tres
distinguidas figuras de este noble arte. Para que semejante calificativo haya
perdurado a lo largo de cuarenta años en la voz de musicólogos, historiadores
del fenómeno musical, coleccionistas y/o aficionados en general, tuvieron que
confluir diversos factores, el más importante de los cuales se encontraba en la
«materia prima» de la que estaba «construida» la banda. Cada uno por separado ya
había dado la medida de sus posibilidades en distintas formaciones. Pero cabría
calibrar si aquellos talentos surgidos de las huestes de The Hollies, Buffalo
Springfield y The Byrds –grupos de tronío en la escena musical norteamericana,
sobre todo estos últimos– era una operación un tanto artificial cuya disolución
parecía anunicarse a corto o medio plazo debido al temperamento –léase ego– de
cada uno de ellos. Crosby, Stills y Nash habían confeccionado un primer
long
play que desbarató cualquier pronóstico a la baja, haciéndose con un Grammy
y dejando expedito el camino para refrendar el éxito alcanzado con el álbum
epónimo. Pero no resultaba menos cierto que, tomando como modelo a los Beatles o
los Rolling Stones –extendible a la plana mayor de las bandas que operaban por
aquel entonces en las Islas Británicas– la fórmula de cuarteto o quinteto
parecía atractivo, ofreciendo unas prestaciones que, a buen seguro, asimismo
incriminaban a la parcela promocional. Inicialmente, Graham Nash se mostró
remiso a la entrada de Neil Young en CSN. La sugerencia había llegado por parte
de Ahmet Ertegün, copropietario de Atlantic Records. Demasiados acontecimientos
se habían acumulado desde la «estampida» de Buffalo Springfield para que, tanto
Stills como Young, tomaran conciencia que esa rivalidad sostenida a lo largo de
un par de años se situara en primer plano en sus respectivas vidas. El mayor de
los hermanos Ertegün se erigió en el «casamentero» de aquella «boda» con escasos
visos de perdurar teniendo en cuenta los precedentes de dos de los protagonistas
de la «ceremonia». Empero, al vencer la reticencia de Nash cuando conoció en
persona a Young, éste expuso que CSNY no se situaría como su prioridad; más
bien, podría considerarse una actividad subordinada a su quehacer en solitario o
bien en coalición con Crazy Horse, con quienes acababa de ofrecer unos
espectaculares ensayos en los estudios Sunset Sound que, por desgracia, no se
grabaron.
Ante esta declaración de principios podría pensarse que Stills
sintió un cierto alivio, sabiéndose que la «intendencia» de CSNY seguiría
gobernada por él. En realidad, Stills preparaba un escenario similar al
que se había planteado Neil Young un par de años antes: cumplimentaría su primer
disco en solitario y crearía su propia banda (Manassas). Todo aquello
acontecería tiempo después del largo e intenso proceso de producción de
Déjà
vu. Un concierto celebrado en Chicago, Illinois, el 16 de agosto de 1969
había sido la antesala a la presencia del trío refundado en cuarterto en el
marco del Festival de Woodstock. Al igual que para CSNY la historia de la música
contemporánea marcaría un nuevo punto de inflexión –al menos, desde una
perspectiva sociológica– con la puesta en marcha de este evento que congregaba
frente a los escenarios a centenares de miles de jóvenes provenientes de
distintos puntos del planeta dispuestos a pasar dos jornadas imborrables de sus
respectivas vidas. En una decisión que hablaba por sí sola del golpe de efecto
comercial que suponía pero, al mismo tiempo de un extraordinario sentido del
oportunismo, “
Woodstock”
se presentaba como una de las canciones que formarían parte del catálogo de
delicatessens de
Déjà vu.
En todo caso, la única
aportación externa a CSNY servida por Joni Mitchell –intérprete de “
Songs
to Aging Children”, el tema que puso el colofón a las imágenes de
unode los films paradigmáticos del movimiento
hippie:
El
restaurante de Alicia (1969)– ayudaba a apuntalar la
propuesta temática del álbum en ciernes, en su decantamiento a explorar y
reflexionar sobre una época que parecía escurrirse entre los dedos. La guerra de
Vietnam, la política conservadora de Richard Nixon y la segregación racial,
entre otros asuntos, no parecían argumentos suficientes para «derrotar» un
idealismo que
prendió en buena parte de las universidades de los Estados
Unidos.
Déjà vu contribuyó a seguir alimentando ese sueño que finalmente
se desvanecería. No obstante, en marzo de 1970 la
llama aún seguía viva y
con ello, la posibilidad de ver colas para adquirir el segundo LP de CSN –con el
añadido de la «Y» correspondiente a Neil Young– no resultaba un puro
espejismo, sino más bien lo contrario. La cifra estimada de ventas en
aquel periodo se situaba en torno a los dos millones de copias. Dos millones de
potenciales juicios críticos que, con la excepción que demanda toda regla,
parecían plenamente complacidos de los resultados artísticos. Claro está que
para darse este juicio favorable casi unánime no valía –como es preceptivo hoy
en día– dejarse guiar por los ecos de un pasado reciente exitoso y de la
consiguiente repetición de idéntica fórmula; las ochocientas horas invertidas en
estudio, según los cálculos de Crosby, habían echado más que el resto para
esculpir con letras de oro un álbum que pasaría a los anales de la música
popular.
Al parecer, esa estimación no contemplaría las sesiones
maratonianas que Neil Young –sabiéndose del material primoroso con el que
contaban sus compañeros–, en coalición con Dallas Taylor, dedicó a “
Helpless”
(«impotentes») hasta dar con el
tempo ralentizado (respecto a la versión
primigenia) que acabaría haciendo fortuna. Transcurridos ocho años desde la
grabación de este tema para la cara «B» del álbum
Déjà vu, Martin
Scorsese –uno de los montadores del
documental
Woodstock (1970), dirigido por el
«indio» Michael Wadleigh– captaría el detalle del reencuentro de Mitchell y
Young cantando al unísono “Helpless” para el film-homenaje de los compatriotas
de éstos, The Band, en
El último vals (1978). Evocación de sus tiempos de
infancia en Canadá, “Helpless” es igualmente una obra que apela a un mundo
observado desde la esperanza pero con un sabor un tanto agridulce, tal como
dejan entrever sus letras. En contraposición a este tono de suspensión en el
tiempo del que hace alarde, “
Everybody
I Love You” opera desde una estructura melódica que pronto nos
descubre que su ubicación natural hubiera sido cualquiera de los discos firmados
por Buffalo Springfield. Los seguidores de la banda californiana que echaban en
falta la grabación de esta pieza perdida podrían tener motivos para alegrarse.
Pero de justicia es reconocer que la grandeza de
Déjà vu tiene entre sus
puntales las canciones “
Teach
Your Children” y sobre todo “
Our
House” –ambas escritas por Nash–, un pasaje delicioso
modelado en falsete por Stills que es una invitación a compartir la «fortuna de
vivir» que presidía la relación entre el percusionista y Joni Mitchell antes que
problemas de distinta índole anunciaran una ruptura. Por ese trago pasarían
Crosby y Stills durante los meses que duró la grabación del disco en los Wally
Heider’s Studio de San Francisco.
Antes de quedar «atrapados» por las
drogas, ambos contribuyeron decisivamente a esta obra intemporal con la
confección de un par de canciones cada uno; Crosby propugnaba su fidelidad al
ideario
hippie con “
Almost
Cut My Hair” y el tema que da
nombre
al álbum, mientras que Stephen Stills desplegaba sus esencias de
bluesman con “
Carry
On” y “
4
+ 20”. Asimismo, el ex The Company participa del
majestuoso “
Country Girl”, la tercera de las composiciones cuya
autoría recae en Neil Young. Quintaesencia de esa construcción «paisajística»
que Jack Nitzsche contribuyó a asentar durante la incipiente obra en solitario
de Young, “Country Girl” se sitúa con suficiencia entre los grandes trabajos
–tomando en consideración el estilo de cada uno– que hicieron posible esta vez
que la suma de todas las partes –incluidos el mencionado Taylor (batería) y
Gregory Reeves (bajo), ambos procedentes de la «factoría» Motown– ofreciera un
todo absoluto y rotundo. El listón, sin embargo, se situaría en un nivel
demasiado alto para que volvieran a superarlo. Al margen de los problemas
derivados de la adición a las drogas de Stills y Crosby, las prolongadas
ausencias de Neil Young en el seno de CSNY, pesarían demasiado en el ánimo para
que ese
déjà vu se convirtiera en algo no visto...
Nota de la Redacción: Esta prepublicación corresponde a la
introducción del libro de
Christian
Aguilera:
Neil
Young. Una leyenda desconocida (T&B
Editores, 2009). Queremos hacer constar nuestro agradecimiento a
T&B
Editores por su gentileza al facilitar la publicación en
Ojos de
Papel.