01.03.2012
Wenceslao Fernández Flórez en el purgatorio
Tribuna
/
Tribuna libre
La primera vez que me topé con la firma de Wenceslao Fernández Flórez en prensa fue hojeando La Codorniz, sobre la que escribí mi tesis doctoral. Consulté historias literarias y me di cuenta de que apenas había sitio para él. ¿Qué ocurría? Advertí que el nombre de Wenceslao y su literatura, en cierto modo, habían sido falsificados. El franquismo no quería saber nada de aquel narrador agnóstico y antimilitarista, ácido con los valores tradicionales, que aparece en sus novelas y relatos de antes de la guerra. Prefería, claro está, las sátiras antirrepublicanas. Mucho peor fue su suerte con el paso de los años. Su novelística y su inmensa labor en prensa fueron postergadas casi en su totalidad. Era más sencillo identificarlo con la dictadura. Segunda falsificación. Aparecieron después unos pocos promotores del incienso. A la condena le sucedió la hagiografía, el relato de un hombre sin contradicciones, los beneficios de la elipsis. También se equivocaban (por José Antonio Llera)
|