lunes, 13 de abril de 2009
Corín Tellado, el Cervantes rosa del español contemporáneo
Creo firmemente que cuando Vargas Llosa y Cabrera Infante alabaron en su día en universidades de verano la literatura de Corín Tellado, les guiaba más la irresistible tentación de encajar un buen chiste en la conversación, de convertirse en excéntricos comentaristas de literaturas ajenas, que la verdadera creencia personal en las dotes narrativas de la asturiana sin par
Juan Antonio González Fuentes
Pasa el tiempo de manera inexorable. Escuchas la frase alguna vez de niño y miras a los que la pronuncian con conmiseración. ¡Pobres viejos, pobres adultos!, el tiempo les ha jugado la mala pasada que jamás me jugará a mí. Soy joven, soy inmortal, soy invencible… Y de repente, sin darte apenas cuenta de nada, sin que se hayan producido colapsos, signos palpitantes de cambio, llegas a una edad en la que cada día te descubres canas, arrugas, carnes flácidas en estado permanente de avance…, y sobre todo te descubres muertos. Sí, los muertos van poblando tu existencia, van conformando un ejército de nombres y recuerdos cuyas filas se multiplican en un abrir y cerrar de ojos, se van haciendo casi innumerables, hasta que llega el momento que supongo aterrador, ese estado de consciencia al que no hace mucho llegó mi madre: “en mi memoria ya hay más muertos que vivos”.
Tras Mari Trini le sigue ahora en la muerte y en Semana Santa Corín Tellado. No conocí personalmente a la escritora, y jamás he leído ninguna de sus historias ni he tenido uno de sus libros en mis manos. El haber dado a la imprenta unas cinco mil novelas es un dato que sencillamente me espanta, me aterra; el haber vendido 400 millones de ejemplares de sus libros es un dato más para no creer en la humanidad, y menos en los humanos lectores en español. Creo firmemente que cuando Vargas Llosa y Cabrera Infante alabaron en su día en universidades de verano la literatura de Corín Tellado, les guiaba más la irresistible tentación de encajar un buen chiste en la conversación, de convertirse en excéntricos comentaristas de literaturas ajenas, que la verdadera creencia personal en las dotes narrativas de la asturiana sin par, a la que, por cierto, el peruano no incluyó ni en broma en la colección de grandes narradores del siglo XX que dirigió para Círculo de Lectores.
El dato que en estos momentos todos los periódicos manejan, es decir, el que Corín Tellado fue durante mucho tiempo la autora más leída en español después de Miguel Cervantes, sólo corrobora el dato sociológico y cultural incuestionable del impresentable gusto de la gran mayoría de lectores y compradores de libros en España e Hispanoamérica.
Corín Tellado (foto wikipedia)
Ya he dicho que nunca he leído una línea escrita por Corín Tellado (y no pienso hacerlo, a menos que me torturen a conciencia), y alguno de ustedes podría decirme que antes de opinar sobre su obra debería frecuentarla. La objeción es razonable, pero en el fondo inconsistente. Jamás he visto dirigir al director de la banda municipal de Santander, y sin embargo estoy convencido de que como director de orquesta no resiste la comparación, por ejemplo, con Gustavo Dudamel. Tampoco he visto jugar al actual delantero centro de la Cultural Leonesa, pero algo me indica que no es Messí ni nada parecido.
Y sin embargo la muerte de Corín Tellado me ha afectado porque es la muerte, la desaparición de alguien cuyo nombre forma parte ineludible de mi educación sentimental, de mi geografía emocional. Corín Tellado, personaje y libros, me han acompañado en todo momento a lo largo de mi existencia. Las cubiertas cursis y de erotismo ramplón de sus libros eran presencia constante en los kioskos de toda España, las chicas que limpiaban en casa de mi abuela siempre llevaban una de sus historias imposibles y manoseadas asomando por sus bolsos o bolsas que pedían a gritos el retiro. El nombre de Corín Tellado encajaba en las conversaciones escuchadas a los adultos de mi infancia con una riqueza de ecos y de entendimientos absolutamente pasmosa, casi inabarcable. Mi niñez está plagada de hembras que soñaban con que su vida fuera un capítulo escrito por la Tellado, y plantaban en el yermo de sus hombres todas las semillas de sus ilusiones. Cierro lo ojos y veo a Corín Tellado contestando a preguntas reescritas siete veces siete en televisión: el pelo cardado como a la espera de alisios, gafas modernas de tan antiguas, y los ojos y la lengua construidos a golpe de ironía, de cachondeo metafísico a ras de tierra, a golpe de sentido común.
Sí, ha muerto Corín Tellado, y es un muerto más que, como un entrenador competente, siento en el ya abarrotado banquillo de mis muertos, dispuesto a hacerle saltar al campo en cualquier momento para disputar ese largo partido en la cancha de la memoria entre muertos y vivos, partido cuyo resultado exacto quizá no se pueda predecir, pero sí se puede anunciar ya qué equipo se quedará con la copa.
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Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-Álvaro Pombo: Virginia o el interior del mundo (Planeta, 2009)
-Clint Eastwood: Gran Torino (2008)