miércoles, 25 de marzo de 2009
Intelectuales sin nación, o la lógica de Julien Benda
Fernando Savater escribe “nunca los males del intelectual (clérigo) (mercenario por busca de halago o influencia) al servicio del nacionalismo o de la clase social han sido denunciados con tanto vigor panfletario y tan elegancia estilística. Especialmente el nacionalismo, esa lacra vergonzosa y criminógena del siglo XX, mereció su más rotundo repudio…” Se refiere, evidentemente al del propio Julien Benda
Juan Antonio González Fuentes
En uno de los breves capítulos de su breve El arte de ensayar. Pensadores imprescindibles del siglo XX (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), más concretamente en las páginas dedicadas al pensador Julien Benda y su trabajo La traición de los clérigos (1927), Fernando Savater escribe “nunca los males del intelectual (clérigo) (mercenario por busca de halago o influencia) al servicio del nacionalismo o de la clase social han sido denunciados con tanto vigor panfletario y tan elegancia estilística. Especialmente el nacionalismo, esa lacra vergonzosa y criminógena del siglo XX, mereció su más rotundo repudio…” Se refiere, evidentemente al repudio del propio Julien Benda.
“La nacionalización sistemática del espíritu es desde luego una invención de los tiempos modernos”, escribió Benda en su ya mencionado y clásico ensayo de 1927, el mismo año en el que en Sevilla un grupo de jóvenes poetas de diversos rincones de España se reunía para repensar a Góngora y empezar a darle al idioma patrio algunas cuantas vueltas de tuerca poéticas. Y es que todo nacionalismo político comienza por la nacionalización del espíritu, de la mente y forma de pensar de los individuos, de la sociedad toda y en pleno. De ahí que todo nacionalismo luche denonadamente por controlar los sistemas educativos y los diversos circuitos culturales de la sociedad en la que establece sus raíces siempre con vocación de permanencia.
Fernando Savater: El arte de ensayar (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2009)
Cualquier nacionalismo, para crecer y desarrollarse, para extenderse en tierra abonada y propicia, debe aferrarse con ahínco, incluso con alguna melodramática desesperación, a eso tan etéreo, tan poco concreto, y a al vez tan poderoso y movilizador que algunos llaman la “identidad cultural”, siempre un arma de diferenciación para establecer la pertinaz frontera de aquí nosotros, los nuestros y lo nuestro, allá, más allá de la frontera, lo de ellos, lo de los otros, los demás, los que no son de nuestra tribu.
Un intelectual, proclamó hace mucho tiempo Julien Benda, debería avergonzarse de tener una nación. Quizá la frase pueda entrar de lleno en ese género tan francés de la boutade, pero su sentido no deja de abundar en perspicacia, en puro y cartesiana buena lógica.
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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-Justo Serna: Héroes alfabéticos. Por qué hay que leer novelas (PUV, 2008)