martes, 24 de marzo de 2009
Armando Buscarini: El rufián. Teatro, narrativa y memorias (Editorial Buscarini)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Tras su muerte, Buscarini ingresó en la cofradía de los letraheridos olvidados, gremio cuyo cupo hace siglos que fue rebasado por cantidades ingentes de aspirantes. Sin embargo, llegó un escritor de éxito actual, Juan Manuel de Prada, y lo rescató del olvido como personaje, como disparate bohemio en páginas de Las máscaras del héroe, Armando Buscarini o el arte de pasar hambre y Desgarrados y excéntricos. A partir de la hora del rescate pradanesco, la obra de Buscarini ha sido reeditada en el volumen Orgullo. Poesía (in)completa (2006) y en los epistolarios Cartas vivas (2006) y Epístolas líricas (2007


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Antonio Armando García Barrios, conocido por el sobrenombre de Armando Buscarini, nació en Logroño en 1904, y murió, no está muy claro si en la misma ciudad o en Ezcaray, también en La Rioja, al poco de acabar la Guerra Civil española, en 1940. Hijo único de madre soltera en la España aún restauracionista, Buscarini tiene el honor, para algunos quizá muy dudoso, de ser el poeta maldito y bohemio por excelencia de la literatura española de la primera mitad del siglo XX.

Escribió toda su abundante, descacharrante, y en ocasiones interesante obra en a penas una década, la que va desde sus 14 años de edad, 1918, hasta sus 25 años en 1928. Buscarini malvivió toda su “vida literaria” en el Madrid valleinclanesco del esperpento y del callejón del gato. Escribió y publicó sin parar libros, plaquettes..., que él mismo editaba y vendía, comerciante de sí mismo, en un chaplinesco, dickensiano puesto de venta ambulante.

Buscarini fue asiduo del célebre y madrileño café Pombo, donde compartió bocados de hambre, greguerías y gloria literaria con Cansinos Asséns o Gómez de la Serna. A los célebres y andaluces de profesión hermanos Álvarez Quintero, Buscarini les amenazaba con suicidarse si no accedían a alguna de sus peticiones, en ocasiones un café con churros, en ocasiones unas monedas para solventar alguna pequeña deuda.

Su carrera literaria se inició justo antes de acabar la I Guerra Mundial, en 1918, siendo apenas un adolescente recién salido de la infancia. Su primera obra es una novela cuyo título lo dice prácticamente todo: Emocionantísimas aventuras de Calck-Zettin. Emperador de los detectives (hoy inencontrable). Tras su, a todas luces, disparatada primera incursión novelística, cayeron en cascada casi incontenible los primeros libros de versos, las primeras obras destinadas al teatro, las memorias, las autoantologías, y más novelas: Ensueños (1919), Cancionero del arroyo (1920), Dolorosa errante (1921), Rosas negras (1921), Yo y mis versos (1921), Sombras (1922), Por el amor de Dios (1922), El riesgo es el eje sublime de la vida (1923), Primavera sin sol (autoantología, 1924), Sor Misericordia (1924, obra teatral escrita junto a Mario Arnold), El aluvión (1924), Maruja la de Cristo (1924), Mis memorias (1924), El rey de los milagros (1924), La reina del bosque (1925), Baladas (1926), Los lauros (1926), La cortesana del Regina (1927), Los dos alfareros (1927), El rufián (1928)... Su último libro lleva por título El umbral del recuerdo (1928), una especie de recopilación o antología de sus poemas que vio la luz muy poco antes de que su autor ingresara por voluntad materna en el manicomio a los 25 años y ya para no salir jamás, muriendo de aburrimiento, locura, esquizofrenia y sífilis.

Tras su muerte, Buscarini ingresó en la cofradía de los letraheridos olvidados, gremio cuyo cupo hace siglos que fue rebasado por cantidades ingentes de aspirantes. Sin embargo, llegó un escritor de éxito actual, Juan Manuel de Prada, y lo rescató del olvido como personaje, como disparate bohemio en páginas de Las máscaras del héroe, Armando Buscarini o el arte de pasar hambre y Desgarrados y excéntricos. A partir de la hora del rescate pradanesco, la obra de Buscarini ha sido reeditada en el volumen Orgullo. Poesía (in)completa (2006) y en los epistolarios Cartas vivas (2006) y Epístolas líricas (2007).

Armando Buscarini (foto wikipedia)

Armando Buscarini (foto wikipedia)

Ahora aparece en nuestras librerías el volumen El rufián. Teatro, narrativa y memorias (Editorial Buscarini, 2008), libro que recoge toda la producción literaria no poética de Armando Buscarini y, junto al libro Orgullo, ofrece al lector las obras completas del escritor bohemio y maldito, paradigma de la bohemia madrileña.

El prólogo de estas páginas misceláneas de Buscarini en prosa corre a cargo del prolífico Luís Antonio de Villena, mientras que la edición la realizan Rubén y Diego Marín A., investigadores agregados del Instituto de Estudios Riojanos (IER), y estudiosos de la vida y obra de este poeta bohemio. El libro del que aquí hablamos ofrece cuatro obras de teatro (Sor misericordia, El Rey de los Milagros, Los dos alfareros y El rufián), ocho relatos (“El fantasma de Wherter”, “El arte de pasar hambre”, “El aluvión”, “Las luces de la Virgen del Puerto”, “Maruja la de Cristo”, “La Reina del Bosque”, “San Antonio de la Florida” y “La cortesana del Regina”) y Mis Memorias, título publicado a los veinte años.

Con todos estos títulos Buscarini cosechó notables fracasos editoriales, al igual que le había ocurrido con su poesía. La prosa de nuestro bohemio quería ser naturalista y costumbrista, pero le salía naturista, rancia, aniñada y con un tufo a romanticismo de imitación que tiraba y tira para atrás. Su poesía era un remedo de romanticismo y modernismo poco asimilados, y un grito, quizá eructo, contra los modos y maneras de las afiladas vanguardias del momento (el hispánico ultraísmo entre ellas).

Toda la literatura de Bruscantini fue una especie de disfraz, de camino a seguir para entrar de lleno en la historia de la literatura española por la puertezuela de atrás, es decir, por las anécdotas y la propia biografía, mejor contada, además, por otros escritores, casi siempre de más fuste.

Escribe Villena de Buscarini en el prólogo ya anunciado: “su caso literario es curioso por su precocidad, su pronta caída pero cierta oculta o semivelada calidad que se ve más en su poesía que en su prosa, pero también en ésta (…) Tiene en sus mejores momentos una calidad ingenua —sobre todo cuando habla de sí mismo— que mezcla restos de un modernismo pasado, con el prosaísmo vivaz de un talento literario escasamente desarrollado. Hay destellos de calidad en sus libritos de poemas (cuadernillos más bien) y en su obra en prosa, sobre todo la que —con claro fondo autobiográfico— refleja escenas de la airada vida madrileña, de la prostitución ínfima o de lo que era o había sido su vivir menesteroso”.

Una oportunidad, tal vez única, de completar para nuestra biblioteca las muy prescindibles obras del más imprescindible bohemio de las letras españolas, don Armando Buscarini.

 

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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Justo Serna: Héroes alfabéticos. Por qué hay que leer novelas (PUV, 2008)