miércoles, 18 de marzo de 2009
‘Nombres cántabros’, otro nacionalismo en España
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Sociedad en Blog personal por Sociedad
Parece que ya empieza a haber muchas Devas, Laras, Laros y Necos; que quién sabe si a alguno ya le gusta Pas, Abano, Talania, Noive, Acca, Vado (¡!) o el mismo Cántabro para su criatura, y que otros apuestan por cantabrizar a sus chicos con Isidoru o, más aún, Sidoru. Sea cual fuere el nombre escogido, que acompañará (o perseguirá) a su dueño mientras viva, ADIC cree urgente y necesario que el asunto se normalice ‘para evitar situaciones incongruentes’


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Como escribí en el post de ayer, voy a cambiar de registro durante unos días y fijar mi mirada en asuntos ajenos a lo literario, al menos en cuanto a su naturaleza intrínseca. Ayer le dediqué dicha mirada con afán irónico y reflexivo al irracionalismo nacionalista que invade nuestra sociedad como un virus glotón e inasequible al desaliento y al sentido común. Pero cuando hablamos de pura idiocia nacionalista, de invención de tradiciones y pasados para justificar postulados políticos de plena actualidad pesetera (¿euretera?), de apelar al “sentimiento” como constructo ideológico muy por encima de la razón, los conceptos y las ideas, somos, creo, injustos, muy injustos, pues generalmente sólo nos acordamos de los ejemplos de Cataluña, Galicia y País Vasco.

Sin embargo, los imitadores de estos nacionalismos en España proliferan como los hongos, y como alguna setas de inocente aspectos exterior, también envenenan y pueden causar la muerte o, cuando menos, la parálisis de algunos miembros. A lo largo de los años que escribo en Ojos de Papel, ya he tratado en diversas ocasiones asuntos relacionados con el naciente pero robusto nacionalismo cántabro. Y es que el nacionalismo cántabro me parece que ejemplifica perfectamente lo que quiero plasmar, es decir, cómo algunos elementos, atentos a no se sabe muy bien qué intereses, comienzan a inventar cosas cuando menos ridículas en nombre de supuestas naciones o entes geográfico-político-culturales, y acaban reclamando Academias de la Lengua, embajadas en el extranjero, policías autónomas, selecciones deportivas nacionales, teatros nacionales, cines nacionales, diccionarios de lengua propia, etc..., y, claro, alguna que otra lucrativa prebenda para ellos mismos, pues el ser inventores de la cosa algún rendimiento económico y social debe rendir a fin de cuentas.

Cantabria entera tiene menos habitantes que algún barrio populoso de Madrid. Jamás de los jamases ha tenido una cultura ajena o distinta a la española. Nadie hasta hace tres semanas había oído hablar jamás del cántabro como una lengua distinta a la española, ni una sola línea de mérito se ha escrito nunca en cántabro, pues nada puede escribirse en un idioma que no existe. Pues bien, en el artificioso Matrix creado por los seguidores del a río revuelto ganancia de pescadores, arrecian los pescadores buscando su ganancia, y en el principal periódico de la región (no llegamos a 600.000 habitantes), El Diario Montañés (hasta 70.000 ejemplares vendidos los fines de semana) puede uno llegar a leer el siguiente artículo con la normalidad idiota del que ve caminar al rey completamente desnudo pero prefiere verlo engalanado con tal de seguir tranquilo con su vida tranquila, sin querer detenerse a sospechar que, con tales asuntos, no habrá tranquilidad que valga de aquí a pocas fechas, y que la tranquilidad del sentido común parece ya tan sólo agua pasada sin necesidad de pasearse por el valle de Arán, las calles de Mondragón, o determinadas áreas de La Coruña. Lean, lean, incluso en la tradicional Cantabria ya suenan las campanas y se sabe muy bien dónde.

Logo de ADIC

Logo de ADIC

“¿Cómo que no me deja ponerle Brez? ¿Y por qué sí Abdulá o Güendolín? Dicen desde ADIC (Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria) que más o menos así se desarrolló una airada discusión en un registro civil cuando un socio de Camaleón (en el valle cántabro de Liébana) acudió tan contento con el topónimo lebaniego perfecto para su bebé. A nadie en la oficina sonaba Brez. En las estanterías: libros de nombres vascos, gallegos y catalanes. De cántabros, ‘un par de folios’ redactados por los propios funcionarios a medida que se van inscribiendo, que son listados de ‘dudosa procedencia’ y no realizados por especialistas. En cuanto a extranjeros, ‘como no se rigen por nuestra ley, no les importa’.

Dice el presidente de la asociación, Bernardo Colsa, que hay ‘un exceso de celo’ con los de casa en estas cuestiones y que se pide lo impedible para certificar la existencia de los nombres cántabros. Tanto es así que, hace un tiempo, uno acudió a inscribir a su hijo como Nel (diminutivo cántabro de Manuel) y le sugirieron ‘mejor Mel’, por el Gibson, más conocido por los del registro, vaya.

Últimamente ‘nos ha llamado una veintena de personas’, continúa Colsa, implorando certificados de nombres. Pero resulta que ADIC no es un organismo oficial ni tiene por qué dedicarse a tales menesteres. No hay academia de la lengua cántabra ni, de momento, el cántabro es una lengua. Así las cosas, se limitan a recomendar algo de bibliografía para demostrar la existencia de los antropónimos: en novelas costumbristas, libros de historia y en dos obras dedicadas al asunto: Nombres cántabros de persona, de Gelu Marín, y Onomástica de Cantabria, de Jesús J. Maroñas. También recuerdan a los 'agraviados' que según la Ley del Registro Civil se puede poner cualquier nombre siempre que no cause duda de género o sea lesivo para la persona.

Aclaran que ‘no en todos’ los registros son así de puntillosos, pero que facilitaría las cosas ‘que incorporen un listado de nombres cántabros de persona elaborado por un organismo competente de la Comunidad Autónoma, se ajuste a derecho sin quedar al arbitrio aleatorio de la comprensión de un funcionario’.

Pero, mientras no lo hay, la tarea de los trabajadores es bien difícil, si alguien va a inscribir a su hijo como Andoto o Elanio (nombres masculinos recogidos por ADIC ‘usados en otras épocas’), o los femeninos Amia, Dovidena y Quemia, también en esa categoría de «antiguos». Hoy es más ‘moderno’ usar la toponimia y ya se admiten Buelna, Luria, Naroba, Tanea, Olalla y Cumbres para las niñas, y el aludido Brez, Jano o Iurde (que viene de Jorge, usado sobre todo en Santiurde) para los niños.

Colsa señala otros ‘más tradicionales’ y de los que existe constancia de que ha habido dificultades para su reconocimiento ‘aún sin la certeza de que alguien se llame así’: Luga (que significa rayo de luz) y, más conocida, Anjana.

Y constan variantes cántabras de nombres comunes en España, como Ñevis (Nieves) y Mariya (María), o Nelu (Manuel), Gelu (Ángel), Cenciu (Inocencio) o Cibriá (Cipriano). Aseguran en ADIC que por San Vicente está «muy extendido» el nombre de Barquera para las niñas, con el María delante, además de otros relacionados con las tradiciones como Puerto, Valvanuz, Brena, Olalla, Olaja, Cruz, Valmayor, Lindes, Montes, Mar y Montesclaros, sobre todo si así se llama la patrona del pueblo. Añaden en esta categoría Amós «muy extendido entre gente marinera, pero no privativo de Cantabria», Colío o Ibio.

Parece que ya empieza a haber muchas Devas, Laras, Laros y Necos; que quién sabe si a alguno ya le gusta Pas, Abano, Talania, Noive, Acca, Vado (¡!) o el mismo Cántabro para su criatura, y que otros apuestan por cantabrizar a sus chicos con Isidoru o, más aún, Sidoru. Sea cual fuere el nombre escogido, que acompañará (o perseguirá) a su dueño mientras viva, ADIC cree urgente y necesario que el asunto se normalice ‘para evitar situaciones incongruentes’. Que dentro de unos años uno no descubra que su nombre no existe ni significa nada”.

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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Justo Serna: Héroes alfabéticos. Por qué hay que leer novelas (PUV, 2008)