jueves, 5 de febrero de 2009
Pereda Cebú (una novela de nazis y cántabros en el Santander de hoy)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Un grupo de peredianos cántabros (santanderinos casi todos), en colaboración con un antiguo nazi húngaro que en la actualidad trabaja para la CIA en la ciudad norteamericana de Filadelfia (un médico llamado Nemes Puta), decide profanar la tumba del célebre novelista cántabro del XIX José María de Pereda para obtener de sus restos el material genético necesario para llevar a cabo una clonación


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

¿Qué cantidad de tópicos pueden acumularse sobre la existencia en una capital de provincia española como Santander? Casposa, ultramontana, reaccionaria, gris, provinciana, fascista, alicorta, mediocre, indocumentada, polvorienta, pequeño burguesa, ignorante, estúpida, etc... ¿Cuántos de esos tópicos, mirados desde el presente tienen sobre ellos varias capas de polvo, de un polvo acumulado durante décadas y décadas de un artificioso y tontorrón cosmopolitismo capitalino o de gran ciudad venida a más en poco tiempo?

Estas preguntas sin responder, o lo que es mejor, con respuestas a medias, son las que me han ido asaltando, entre carcajada y carcajada, leyendo el último, reiterativo y divertidísimo delirio novelado del escritor José Luis Moreno-Ruiz, Pereda Cebú, editado por la editorial barcelonesa Laertes a finales del pasado año.

Les cuento el argumento de la novela, y les pido alguna atención, pues francamente, no tiene desperdicio: un grupo de peredianos cántabros (santanderinos casi todos), en colaboración con un antiguo nazi húngaro que en la actualidad trabaja para la CIA en la ciudad norteamericana de Filadelfia (un médico llamado Nemes Puta), decide profanar la tumba del célebre novelista cántabro del XIX José María de Pereda para obtener de sus restos el material genético necesario para llevar a cabo una clonación. La finalidad del experimento es crear un clon de Pereda al que poder “cruzar” en primera instancia con una nieta del nazi doctor Mengele, quien pasó una temporada en Santander tras la II Guerra Mundial a la espera de que un submarino lo depositase en alguna selva hispanoamericana.

El jefe del grupo de peredianos irredentos y fanáticos es el director de un periódico local que tiempo atrás perteneció al obispado, un director cuya ilusión es ser diputado regionalista en el Parlamento de Cantabria. Este tipo es hijo de un viejo héroe falangista de la División Azul, quien fue amigo personal de Mengele y de Ernst Jünger, aunque este último había dejado embarazada a la mujer de su amigo, proporcionando así un hermanastro al parlamentario regionalista director de periódico.

Fruto del experimento es una especie de engendro minotauro mitad niño Pereda mitad becerro cántabro, con pequeños cuernos y todo. Ante el resultado del experimento, el médico Nemes Puta, un general de la CIA a cargo del proyecto, el general Vernon, y el grupo de fascistas cántabros, deciden que el minotauro deberá dejar preñadas con su supersemen de semental tanto a las mujeres cántabras como a las vacas de la región, logrando así, poco a poco, mejorar la raza cántabra de intelectuales como la cabaña de ganado. Además, la carne de las nuevas reses engendradas con el semen del minotauro perediano, será la utilizada por los involucrados en una nueva y exitosa cadena de hamburgueserías que montan, consiguiendo así que la juventud cántabra se cantabrice aún más ingiriendo carne de Pereda, como si de una comunión de cantabricidad extrema y definitiva se tratase.

José Luis Moreno-Ruiz: Pereda Cebú (Laertes, 2008)

José Luis Moreno-Ruiz: Pereda Cebú (Laertes, 2008)

Yo ni conozco al autor ni conocía la existencia de la novela. Me pusieron sobre la pista desde Barcelona, e inmediatamente bajé a la librería para adquirir un ejemplar. Lo hice y leí las poco más de doscientas páginas de un tirón. Me dicen que la librería más importante de la ciudad ha retirado los ejemplares de la novela, lo que de ser cierto demostraría poco sentido del humor y confirmaría a Moreno-Ruiz en muchas de sus apreciaciones.

Como santanderino de pro que soy reconocí perfectamente los paisajes descritos, a muchos de los personajes poco o nada disimulados, e incluso me identifiqué con muchas de las observaciones que hace el autor, demostrando que es un buen conocedor del percal que maneja, del percal santanderino en su pura esencia. En más de cuatro y cinco ocasiones la sonrisa se convirtió en carcajada leyendo esta surrealista historia del Pereda Cebú, y desde luego Moreno-Ruiz da una lección de cómo manejar con ritmo y sentido del humor la mala leche que debe atesorar por toneladas.

Lo que menos me ha gustado del libro es que la gracia acaba repitiendo como la morcilla, y que todo gira sin desarrollo ni avance en torno al estiramiento excesivo de una simple idea ingeniosa, cachonda, divertidísima. Además, para disfrutar de esta crónica irreverente y patidifusa creo que hay que conocer el cotarro, la geografía física y espiritual en la que se desarrolla, y eso hace que la historia tenga un mercado más bien reducido, pero ¡vayan ustedes a saber! Lo mejor de esta ciencia ficción tan carpantesca, ingeniosa y trasto, es que se burla a mandíbula batiente y con mueca burlesca de los reductos más reaccionarios que dormitan en las provincias de nuestra España; reductos de todo signo e ideología que han encontrado en el nacionalismo y en los regionalismos una vía de expresión y representación social y cultural que les ofrece un papel en la nuestra contemporaneidad que ya no deberían tener.

Esta novela, este Pereda Cebú, es como un eructo que pone música de fondo a los múltiples desvaríos que rumian y aquilatan la actualidad municipal y espesa, espesísima de estupideces y sinrazones, de la inmensa mayoría de los rincones de nuestro país.

José Luis Moreno-Ruiz (1953) debe ser santanderino de nacimiento, adolescencia y primera juventud, pues conoce muy bien el pulso y vericuetos de la ciudad, aunque la ciudad que muestra lo es en esencia de otro tiempo, de otros años, de otras décadas no muy lejanas pero ya pasadas. Con ese ingrediente vivencial, mezclado con apuntes del presente más natural y actual, más bastante mala leche, y una pizca de ironía picante y sabrosona, el autor ha lanzado a las estanterías un eructo divertido y alocado, una carcajada propia sólo de un bufón, pero de un bufón que sabe poner el dedo en muchas llagas donde escuece, ¡y cómo escuece!

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Última reseña de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-Guillerno Cabrera Infante: La ninfa inconstante (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2008)