Juan Antonio González Fuentes
La expresión “corto siglo XX” ha sido utilizada por diversos historiadores, especialmente por Eric J. Hobsbawm, representante de la escuela de historiadores marxistas británicos, para referirse al período posterior a 1917 ó 1918, por entender que los tres primeros lustros del siglo XX eran en cierta medida una prolongación de una época anterior. En cambio el fuerte impacto y las grandes consecuencias de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Bolchevique explican que se utilice ese momento como divisoria entre los siglos XIX y XX. En el caso de Hobsbawm el “corto siglo XX” abarcaría los años 1917-1991, lo que se explica por la relevancia que da al surgimiento y derrumbamiento de la Unión Soviética, entendiendo que la alternativa planteada por el comunismo al capitalismo representa el hecho definitorio del siglo. Se comparta o no este último criterio de Hobsbawm, los historiadores consideran un hecho que los años de la Gran Guerra suponen una divisoria fundamental en la historia europea y –aunque en menor medida- en la mundial.
Y es que la I Guerra Mundial de 1914-1918, unido al influjo de la Revolución Rusa, alteró los regímenes políticos, modificó la sociedad, transformó la economía e impulsó nuevas ideologías, poniendo fin al largo siglo XIX. En realidad fue sobre todo una Guerra Europea, fruto de un enfrentamiento polarizado entre dos bloques de potencias europeas, siendo el continente el centro principal y casi exclusivo de sus operaciones. Esto hizo que, aun siendo sus consecuencias de amplio espectro, afectara a Europa con mucho más fuerza y alterara mucho más a este continente que a ninguna otra zona del mundo.
La guerra fue proclamada como consecuencia de las implicaciones que, a modo de fichas de dominó que arrastran sucesivamente una a las otras, tuvo el asesinato en Sarajevo el 28 de junio de 1914 del archiduque heredero de Austria-Hungría, Francisco Fernando, a manos de un joven serbo-bosnio (Gavrilo Princip). Austria ocupaba Bosnia por la fuerza desde 1908, mientras que Serbia (ligada por lazos culturales y étnicos a Bosnia) era un aliado de Rusia. Conociendo Austria-Hungría la autoría serbia del asesinato, se puso en contacto con Alemania para asegurarse su respaldo y un mes después declaró la guerra a Serbia. Rusia también decidió intervenir porque no podía permitir la expansión de Austria-Hungría por territorio balcánico, mientras que Francia y el Reino Unido hubieron de responder a sus alianzas. La guerra adquirió un carácter mundial con la entrada en la misma de Japón en agosto y de Estados Unidos en 1917. Del conflicto no nos interesa ahora su transcurso militar, sino su significado y sus efectos. El estallido bélico de 1914, que había venido siendo sembrado en el período anterior, era en sí mismo la evidencia de una profunda crisis. Fue el fruto de las decisiones tomadas por las grandes potencias europeas en el cuarto de siglo anterior con el fin de resolver las tensiones entre ellas y de acometer sus objetivos nacionales. Las mal solucionadas rivalidades intraeuropeas (Alemania/Francia, Alemania/Reino Unido, Austria-Hungría/Rusia) se tradujeron en una compleja trama de alianzas que dividió el continente en dos grandes bloques, actuando como detonante definitivo.
Eric J Hobsbawm (foto procedente de la web http://public.univie.ac.at)
Con la Gran Guerra, como dijo en el momento el arquitecto alemán Walter Gropius, “un mundo ha llegado a su fin”. Se trataba del liberal, etapa en la que Europa culminó el avance hacia la hegemonía sobre el planeta que había iniciado en el siglo XV. El orden vigente en 1914 respondía a unas características precisas. La civilización occidental era capitalista en su funcionamiento económico, liberal en su estructura jurídico-institucional, burguesa por la imagen de su clase hegemónica y brillante por los avances logrados en la ciencia y el conocimiento. Europa ocupaba la posición central en este sistema, que difundía por gran parte del mundo en virtud de su capacidad técnica e industrial, militar y política. La Gran Guerra, que muchos observadores considerarían como el hecho capital del siglo por sus múltiples consecuencias (además de dejar diez millones de muertos y una cifra aún mayor de excombatientes, viudas y huérfanos, así como dar origen a un desplazamiento masivo de personas en los países de nueva creación), originó un nuevo orden mundial tras causar la desaparición de los viejos imperios alemán, austro-húngaro, ruso y otomano, la creación de nuevas naciones como Polonia, Checoslovaquia, Finlandia, Austria, Hungría o Yugoslavia, el triunfo de la revolución comunista en Rusia, el establecimiento del dominio occidental sobre Oriente Medio, la fundación de la Sociedad de Naciones, el arrinconamiento de la culpable Alemania. También generó una nueva cultura política nacionalista, autoritaria y dictatorial, caldo de cultivo para los fascismos. En suma, dio paso a una verdadera “crisis de civilización” y en los treinta años siguientes el entramado del dominio europeo del mundo experimentó un proceso de erosión que afectó tanto a los valores como a su núcleo propagador.
Por otro lado, a la hora de analizar y entender el período que se extiende entre la I Guerra Mundial y la actualidad hay que tener en cuenta la existencia de tres grandes períodos, utilizando como divisorias fundamentales el final de la II Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética.
- El período de entreguerras y la II Guerra Mundial (1918-1945). Como se ha señalado, la I Guerra Mundial dio al traste con la civilización liberal, dando lugar a un período convulso que se ha denominado en ocasiones “crisis de entreguerras”. Se ha definido como una “crisis general (política, social, cultural, económica) de la sociedad europea”, caracterizada por un conjunto de fenómenos entrelazados: las dificultades de los sistemas liberal-democráticos, el protagonismo de las masas y del movimiento obrero, los problemas para estabilizar el orden burgués, la influencia de la revolución bolchevique, la emergencia de los fascismos, la crisis económica posterior al crack de 1929 o la “crisis de la conciencia europea”.
- El sistema bipolar, “tres mundos” en uno (1945-1991). El impacto de la II Guerra Mundial resultó también decisivo, tanto para la historia europea como para la mundial, acabando con las potencias fascistas. El orden internacional pasó a definirse por la creación de la ONU y el establecimiento de un sistema bipolar entre dos grandes potencias, con sus respectivos aliados, que llevaban aparejados sistemas políticos, económicos y sociales no sólo diferentes, sino enfrentados. De un lado los Estados Unidos y las democracias liberales occidentales, del otro, la Unión Soviética y los países socialistas, en ambos casos caracterizados por su desarrollo industrial y económico. Junto a ellos se encontraban los países “en desarrollo” y del Tercer Mundo (muchos de ellos surgidos del proceso de descolonización), caracterizados en general por su difícil situación económica situación de dependencia con respecto a los más desarrollados.
- El Presente o “Nuevo Orden Internacional” (1991-2008). Tras la caída de la Unión Soviética y el paso a la democracia liberal de los países del Este de Europa se ha generado una nueva situación, caracterizada por la hegemonía militar estadounidense, el mantenimiento y acrecentamiento de la brecha económico-social entre países desarrollados y subdesarrollados, así como por la inestabilidad internacional derivada de la ausencia de un nuevo equilibrio.
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.