jueves, 12 de junio de 2008
Cuatro poemas en prosa escritos en la Toscana
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Creación
A mediados del pasado mes de marzo hice realidad uno de mis sueños de primera juventud: viajar a la Toscana para perderme por las calles de Florencia, Siena, Arezzo... Allí empecé la escritura de estos poemas que ahora quiero compartir con los lectores

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

A mediados del pasado mes de marzo hice realidad uno de mis sueños de primera juventud: viajar a la Toscana para perderme por las calles de lugares para mí míticos y soñados como Florencia, Pisa, Arezzo, Siena, Montepulciano, Montalcino, Cortona, San Gimignano...

Tras recorrer en coche las onduladas carreteras secundarias de la región, quedan recuerdos grabados a fuego en la memoria. La Anunciación de Fra Angélico en una modestísima institución de Cortona, los frescos alucinantes de Piero della Francesca en Arezzo, el puente viejo de Florencia y su increíble actividad, la visión del Arno en la anochecida florentina, la visión civilizatoria del soleado paisaje toscano desde la atalaya de San Gimignano, una tarta de pera y frutos secos buenísima en una café melancólico de Cortona, la plaza donde vive la Torre inclinada de Pisa completamente desierta y bajo la lluvia mientras en el campo de fútbol cercano oíamos los rugidos de los aficionados, el palacio florentino que guarda los tesoros imaginados por Salvatore Ferragamo, el café de Cavalli donde tomamos el mejor capuccino del viaje, el Duomo a reventar de visitantes y de capas de civilización, el vetusto teatro Verdi de Florencia, unas banderas rojas colgando de las ventanas del Palazzo Pitti, la supuesta casa en la que vivió y amó Dante, el amor en el hotel San Michele de Cortona, la casa de Petrarca en Arezzo...

Durante el viaje, en los escasos momentos de descanso sentado en un café cualquiera, en el silencio reparador de las habitaciones de hotel, o en la contemplación callada de un rincón palpitante de la geografía toscana, esbocé en un cuaderno de viaje unas líneas que han terminado transformándose en poemas. Poemas que dejó aquí para el lector, junto a algunas imágenes que atestiguan a la vez la realidad del viaje y su materia de ensueño.

Arezzo

Arezzo

-La espera-

Se desvela en el peso imprevisto de la arena esa mano que quiebra el pan lejano y la cal alzada por el surco sonoro de los días.
Y es ahora cuando pongo en cuestión que el cerrado temblor del envés de la ruina inunde la inclinación de una hierba, que la obligue a ser medida de distancia y arrobo frente al mundo ahíto de consejos o tijeras, de mansas dunas que hierven y desean tan sólo morir en incendio y humareda, en esa vastedad insomne de tiempo nuevo que aún no sabe cómo hacerse llamar en la espera.

Arezzo

Arezzo

-La música del todo-

De no sé dónde he llegado a este oír que considera sólo el eco, que con ojos de alba humaniza el árbol y bebe después en el poema y escucha la música del todo; esa música que llega al final andando la forma (agua) del sol por el sol: azar de hombre que se promete escarcha.

San Gemignano

San Gemignano

-La distancia del abrazo-

Nada responde el azul al peso del aire que tan alto devuelve pájaros de música y esperanza rendida a la memoria nueva.
Y ahora, tras el cristal confuso de los campos desnudos, da de beber la arena un cuerpo que es motivo triste de agosto mío bajo un sol de plata pura.
Todo fluye entonces sobre el nivel geográfico de lo pequeño, ejercicio sin límite para llegar hasta aquí: la distancia en pie del abrazo claro.

San Gemignano

San Gemignano

-En el filo de la piedra-

No parece arcilla el aliento que se agota asomándose a un pozo y a la mirada cambiante del trébol. Pues es su firmeza quien acaba el día para que no haya ya inviernos en morada ajena o en fuga de verdad, esa sed que se agrieta sin pedir a cambio nada, nada para sí.
Mientras, en los campos estalla marcial la escarcha tomándose la mano en primer plano, juntando fruta sobre las líneas finales del tiempo caído en desuso.
Luego, el jardín renace confinado como una mosca microscópica dispuesta al vuelo, y comienza la nieve a caer para siempre proclamando su riqueza de plumas, estableciendo el camino ahí, al fondo del cielo, en el lado de aquello que es razón abierta para el canto, para el sosiego hiriente que aún predice luz y verano, el origen, se dice pronto, en el filo aéreo de la piedra.


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.