Desde que concebí este blog intenté que los artículos estuvieran ligados al
quehacer cotidiano de un editor independiente que ha escogido para su editorial,
entre las muchas posibles, la línea de compromiso cultural y social con nuestro
tiempo. No es ni mejor ni peor que cualquier otra, pero es la nuestra y es la
que defendemos. Pensamos que, ante el reto de vivir hay en el ser humano dos
actitudes, contradictorias entre sí, pero al mismo tiempo necesarias: la
reflexión y la evasión, el compromiso o la inhibición. Digo que ambas son
necesarias porque no siempre ha de estar uno en pie de guerra con las
condiciones que te rodean, pero tampoco conduce a nada la evasión
permanentemente predicada por un lenguaje estudiadamente suave y profundamente
totalitario: el de la publicidad. El lenguaje de las grandes marcas.
Para unos y para otros ha llegado la hora de la verdad: la crisis
económica que cíclicamente se cierne sobre la sociedad capitalista tiene la
ventaja de desenmascarar ese entramado de mentiras y halagos que regalan con
profusión las grandes empresas a los consumidores y que se convierten,
inmediatamente en amenazas y embargos cuando el cliente no puede afrontar un
pago.
Dejando aparte la licencia para robar que se autoadjudican las
grandes empresas, por ejemplo esa que instala cabinas que no sólo no te
devuelven el cambio, sino que ni siquiera te devuelven el dinero en caso de que
nadie conteste a tu llamada, o la facultad de los bancos para perpetrar sus
comisiones sin ningún tipo de explicación, la dinámica cotidiana ha puesto el
destino económico del mundo en manos de unos pocos que han decidido, una vez que
la gran mayoría se había comprometido con
préstamos e hipotecas a unos intereses
razonables, apretar las tuercas del Euribor (por cierto ¿quién decide que suba?
¿por qué nunca se explica?), doblar sus beneficios con el mismo y esfuerzo y
decretar otra crisis entre los menos pudientes.
Sea como fuere, el
panorama de las pequeñas empresas se complica y el de los trabajadores también,
pero considero que la crisis no tiene por qué ser negativa. Creo que un baño de
realismo no viene nunca mal. Además los malos tiempos en economía o en política,
se suelen convertir en tiempos de gloria para el arte, el pensamiento y las
letras. El estiércol de las convenciones sociales va muy bien para las nuevas
semillas del pensamiento.
Tratando de aprender de la historia de nuestro
país, creo que la España de los últimos siglos ha sufrido tres grandes crisis:
el inicio de la descomposición del imperio en el siglo XVII, el final de éste en
1898 y, ya incorporándose a la dinámica del mundo contemporáneo, la Gran
Depresión del capitalismo que se gesta en los “felices veinte” y que estalla al
final de la década. A los tres desastres, España ha respondido con tres
magníficas generaciones de artistas: el gran siglo de oro en el XVII, y las
generaciones del 98 y del 27 respectivamente.
Se trata de tres épocas en
que ha florecido la gran literatura, la literatura de compromiso ético y
estético, la literatura que
Carena trata de defender. Por tanto, este río
revuelto prometo buena cosecha para nuestra editorial siempre y cuando sepamos
capear los torpedos que la gran economía lanza siempre contra las pequeñas
empresas.
Ediciones
Carena
No obstante el asunto no es tan sencillo, porque a
menudo, cuando la realidad que nos rodea es fea, solemos exacerbar la fantasía
para crear realidades ficticias. Cuando estamos acorralados, encarcelados,
hospitalizados… etc., es cuando más recurrimos a la evasión. Cuando la fea
realidad nos desagrada, inventamos otra: no nos gusta ver nuestra imagen sucia.
Un preso suele soñar con paseos junto al mar, quien vive en la costa sueña con
la montaña, pero lo cierto es que un preso se cuestionará mucho más su propia
conducta, la analizará, tratará de cambiarla, en suma, reflexionará más sobre sí
mismo que el común de los mortales. En los tiempos que se avecinan, la gran
mayoría, en alguna ocasión nos sentiremos presos del sistema y habremos de
cuestionarlo o cuestionarnos nuestra propia vida. El público necesitará de la
literatura y del pensamiento que desde Carena tratamos de afirmar y
promover.
Como empresa pequeña, pues, nuestra editorial se halla al borde del abismo,
como casi todas que han de competir con grandes grupos de empresas, pero como
editorial, creo, se avecinan muy buenos tiempos: pues los ensayos, la narrativa,
la apuesta por otros entornos culturales, en definitiva, nuestra línea
editorial, es cada vez más oportuna y necesaria para el público.
¿Qué
hacer? En Ediciones Carena tratamos de dar un pasos necesario: implicar en
nuestro proyecto a más personas y a más países.
Es totalmente cierto que
una empresa pequeña no puede dar unos servicios internacionales, ni puede
recoger el pálpito de los nuevos artistas (las pequeñas y medianas editoriales,
tienen siempre la ventaja de estar más en contacto con la creatividad social,
mientras que las grandes marcan unas líneas y modas y buscan a los autores en
función de esos presupuestos creativo-comerciales. El vuelo internacional que
está emprendiendo nuestra editorial es imparable, porque en el momento en que
deje de agitar las alas caerá.
Ediciones Carena ha decidido, pues, abrir un
proceso de ampliación de capital con el fin de fortalecer la empresa y de
implicar a más personas en distintos países en un proyecto necesario: una
literatura para unos tiempos decisivos, como los actuales.
Ediciones
Carena siempre apuesta por autores vivos (el único de nuestros autores no nacido
en el siglo veinte se llama
Miguel de Cervantes), que es una manera complicada pero, a
la vez intensa y viva de abordar el tema artístico.
La estructura de la
empresa no está cerrada. Estamos en un proceso de diálogo con intelectuales,
autores, pensadores, libreros y editores. La empresa del futuro no está
inventada, sólo sabemos que no queremos subyugarnos a la ley del silencio por
cierre. Tenemos mucho que decir y, como toda editorial que ha llevado una línea
coherente durante años, somos también un poco patrimonio de los lectores y
amigos.
Nuestros objetivos están explícitos en cada uno de nuestros libros.
Abrimos, pues un tiempo de diálogo, proyectos e implicaciones. Nuestro espacio
geográfico es el ámbito del mundo hispánico. Desde él invitamos a todo aquel que
tenga inquietudes literario-empresariales, tiempo y algo de capital, para
entablar un diálogo con el fin de hacer grande una editorial que, creo, tiene
mucho que decir ahora, cuando el monstruo de la crisis afila sus colmillos.