martes, 29 de abril de 2008
Vendedores de best-sellers: el caso de Ruiz Zafón y la editorial Planeta
Autor: José Membrive - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Libros y autores en Blog personal por Labor editorial
En estos días ando algo mohíno. Ahí están las cajas llenas de libros que llevé a vender el día 23 de abril, el Día del Libro, y que volvieron, mermadas algunas de ellas, pero no vacías como hubiera sido mi deseo

José Membrive

José Membrive

En estos días ando algo mohíno. Ahí están las cajas llenas de libros que llevé a vender el día 23 de abril, Día del Libro, y que volvieron, mermadas algunas de ellas, pero no vacías como hubiera sido mi deseo. No he tenido el ánimo de contar las ventas. Mohíno me pongo cuando no hallo a nadie a quien culpar de mis propios errores. No obstante, la voz del Quijote, entre amenazante y paternal, me grita, lo mismo que a Sancho: ¿De qué lloras, corazón de mantequillas?

Esta vez, al menos, he detectado nítidamente los dos crasos errores cometidos: primero, al seleccionar los libros de otras editoriales para vender y, segundo, al promocionar los de Carena.

Y eso que este año he dedicado tiempo y cuidado a la selección. Un mes antes ya estaba haciendo un recuento de los libros mejor valorados por la crítica de los últimos meses recurriendo todo tipo de revistas especializadas.

Diez días antes, recibí un toque de un librero profesional: “olvídate de todos esos intelectualillos, este año arrasa Zafón”.
-¿Otra vez La sombra del viento?
-No, va a sacar uno nuevo, y viene avalado por Planeta.
-¡Pero cómo que va a sacar uno nuevo, si ya no da tiempo a que la gente lo conozca!
-Por eso, precisamente.

Yo creí que hablaba en broma, pero a los dos o tres días lo vi por la tele y pedí siete libros; cuando faltaban 48 horas percibiendo la campaña de bombardeo televisivo, pedí otros siete y no setenta como me había aconsejado el librero. Ahí radicó mi primer error. Si pido setenta, me forro.

Mi segundo error está relacionado con el primero: no saber promocionar libros, permanecer anclado en valores tan retrógrados como la calidad literaria de una novela o la agudeza de un ensayo, confiar en que la opinión favorable de un crítico o la lluvia de elogios de los pocos lectores a los que llegan nuestros libros, pueden servir de algo. En Ediciones Carena vamos siempre atrasados. Sacamos Los hijos del Ararat, una novela emotiva donde las haya… publicamos con antelación Martin Scorsese, un infiltrado en Hollywood, lo presentamos ante los críticos creyendo que sus alabanzas instarán al público a comprarlo… Craso error.

El éxito de Planeta, cuyo título no me dio tiempo a ver, según la velocidad en que se sucedieron las ventas, radica precisamente en eso, en no hablar del libro sino del número de ejemplares millonario que iba a vender, el autor no ha de hablar como autor sino como publicista. Así que en el puesto de venta los clientes tenían claro que iban a comprar un libro cuyo título ignorábamos casi todos y cuyo autor conocía un cincuenta por ciento de los compradores, pero eso sí, todos conocían que se iba a vender un millón de ejemplares y se daban prisa para no sentir la vergüenza de ser precisamente ellos los que se quedaran desfasados.
-¿Tienes el del premio?
-¿Qué premio?
-Ese, el que sale por la tele.
-Bueno, este de Martin Scorsese también sale alguna vez en la tele y en el cine…
-Sí, sí, lo recuerdo pero ese no es…

¿Cómo no habíamos caído los marquetinguistas de Carena en la revolución publicitaria? Planeta ha dado un paso de gigante: vender un millón de ejemplares sin que nadie sepa qué se va a encontrar.

Hace unos años compré un libro de cartas de amor: en las cinco primeras páginas el autor había escrito una carta amorosa y en las dos o tres siguientes daba instrucciones para que el propio lector escribiera las noventa restantes. En la portada había un hueco con el título, el espacio correspondiente al autor estaba en blanco, para que cada lector pusiera su nombre. Ahí está el futuro: si la editorial puede prescindir de críticos, si no se molesta ni en desvelar el tema, ¿para qué pagar a un autor-publicista, si los publicistas lo pueden hacer más barato?

El siguiente paso es vender un millón de libros con las páginas en blanco, que cada uno escriba su libro ideal y por treinta míseros euros, cada lector podrá gozar del libro de sus sueños. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.