Juan Antonio González Fuentes
No será muy complicado el que nos pongamos de acuerdo con respecto a que este comienzo de siglo y milenio ofrece un ambiente cultural dominado por lo crítico y lo explicativo. En este mismo sentido, creo que tampoco habrá muchos reparos en caracterizar nuestro tiempo con los epítetos bizantino o alejandrino. “La humanidad instruida –escribe George Steiner– se ve desbordada a diario por millones de palabras, impresas, emitidas por radio o televisión, que aluden a libros que nunca se abrirán, música que nunca se escuchará, obras de arte sobre las que nunca se posará mirada alguna. Un perpetuo murmullo de comentarios estéticos, juicios improvisados y pontificaciones enlatadas inunda el aire”.
Algunas de las más rotundas evidencias que vienen a dotar de color y dimensión a esta realidad, las he encontrado enunciadas en los textos de autores tan diversos (por procedencia, formación e intereses) como el propio Steiner,
Fernando Savater, Paul Valéry, Josep Fontana o
E. H. Gombrich.
Pondré unos cuantos ejemplos que ayuden a situarnos. Sólo por lo que respecta a la literatura moderna, las universidades de los países más desarrollados producen, aproximadamente, treinta mil tesis doctorales al año; el repertorio bibliográfico consagrado a dilucidar los “verdaderos significados” del
Hamlet de
Shakespeare sobrepasa a día de hoy los veinticinco mil títulos; antes de que
Faulkner tuviera un periódico y varios boletines informativos dedicados exclusivamente a su vida y obra, había sido ya objeto de cerca de un millar de tesis y trabajos de investigación; más de la mitad de los artículos publicados por las revistas científicas más prestigiosas del mundo no son citados, ni una sola vez, en los cinco años posteriores a su publicación, y esta cantidad debe incrementarse hasta casi su totalidad si nos referimos a trabajos de orden historiográfico (Joseph Fontana,
dixit).
Los ejemplos aquí expuestos, como ya ha quedado dicho, sólo son gruesos trazos que procuran dar alguna idea de un paisaje cultural dominado por los discursos de segunda y tercera mano. Unos discursos cuyo interés y autoridad, además, generalmente se revelan marcados a fuego (y esto es quizá lo más significativo e inquietante del caso) por la inmediatez de su caducidad, por lo prescindible de su íntimo sentido.
George Steiner: Presencias reales (Destino, 2007)
Si nos preguntamos por las causas que han llevado a esta situación, es muy probable que no demos con ninguna que nos deje satisfechos por entero. George Steiner sí apunta algunas en su magnífico ensayo Presencias reales. Incluso llega a manifestar que nuestro bizantinismo encuentra dos de sus mejores expresiones en el periodismo y en la Universidad. Con respecto a esta última concreta aún más su afirmación, aportando una reflexión (no ajena por supuesto a la ironía) referida al campo de las letras modernas, aunque perfectamente aplicable al resto de las artes y las ciencias: “la noción misma de investigación –escribe Steiner– está viciada por el postulado a todas luces falso según el cual decenas de miles de jóvenes tendrán algo nuevo y acertado que decir sobre Shakespeare, Keats o Flaubert”.
Como puede comprobarse, la complejidad de la cuestión no es poca, y desde luego no seré yo quien se adentre por sus estrechas sendas.
Todo intento serio de acercamiento a una realidad constituye un ejercicio de crítica. Si la realidad que despierta nuestro interés es de índole artística, musical o literaria, el acercamiento crítico más autorizado, en palabras de George Steiner, es el que nace de la propia creación. Así, la labor crítica, con lo que ésta debe tener siempre de lectura asimiladora, de lectura capaz de hacer de la obra criticada una “presencia real y presente”, encuentra su brillo más ajustado y fructífero cuando brota de la responsabilidad creativa. “Esta vitalizante valoración del carácter presente de lo pasado, junto con la previsión crítica de sus apelaciones a la futuridad (ahora, dice
Borges, el
Ulises de
James Joyce es anterior y prefigura la
Odisea) es lo que define la justa lucidez. Cuando el poeta critica al poeta desde el interior del poema, la hermenéutica lee el texto viviente que Hermes, el mensajero, ha traído del reino de los muertos inmortales”.
Tal vez me explique mucho mejor haciendo uso de algunos discursos entresacados de las páginas del libro ya citado, Presencias reales.
“No hay juicio más útil del
Otello de Shakespeare que el libreto de
Arrigo Boito para la ópera de
Verdi; las investigaciones de
Manet sobre
Goya son valoraciones críticas incomparables; casi la totalidad de los “recursos proteicos” utilizados por
Picasso puede ser vista como una serie o cadena de revaloraciones críticas de la historia del arte occidental; James Joyce logra con su
Ulises un ejercicio crítico de primer orden con respecto a los instrumentos narrativos y estructura general de la
Odisea homérica”.
NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de
Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.