Juan Antonio González Fuentes
Todos los años llega el momento de cumplir con la liturgia de un placentero rito cinematográfico: acudir a la sala de cine para ver el último trabajo de
Woody Allen. En esta ocasión la cosa se había puesto un poco cuesta arriba, pues las críticas a
Cassandra’s dream no es que fueran malas, es que han sido demoledoras. He leído en los periódicos desde que es la peor película en la ya larga filmografía del cineasta norteamericano, hasta que es un trabajo impropio de él, dadas su insipidez y el aburrimiento que provoca. Las críticas más llevaderas apuntan a que se trata un trabajo repetitivo, amanerado, sin chispa..., una historia ya vista en otras películas del propio Allen, pero en esta ocasión servida además sin ninguna chispa ni gracia.
Dadas así las cosas acudí a una sala madrileña para ver la cinta en su versión original. Me senté en mi butaca y me preparé para lo peor, para una decepción completa, para rendirme ante la decrepitud artística y expresiva del otrora talentoso director.
Pero ocurrió todo lo contrario. La película me ha parecido fantástica, y por enésima vez compruebo que los críticos no parecen enterarse de gran cosa, o lo que es peor, sólo quieren constatar lo que previamente esperan, y si no se les ofrece lo que esperan, se arrancan como mihuras con los pitones por delante para herir lo que les ha molestado o desconcertado.
Me explico. En efecto,
Cassandra’s dream incide en el mismo asunto que trataban películas tan estupendas como
Delitos y faltas o
Match point, es decir, los grados de corrupción moral a los que está dispuesto a llegar un ser humano más o menos normal con tal de dar alcance a sus sueños materiales, o con tal de que situaciones inesperadas y negativas no lo priven de lo que ya tiene después de mucho tiempo: estatus social y económico, poder, sexo.
Volver a tocar asuntos que ya has abordado en otros trabajos me parece lo más normal. Hay temas que, por distintas razones, son los que pueden centralizar el interés de determinados creadores. Así, hay pintores obsesionados con los bodegones, las naturalezas muertas o los paisajes, escritores que casi siempre escribieron en torno a los usos y costumbres de la burguesía, compositores de ópera que abordaron muchas veces las relaciones paterno filiales, y cineastas que han rodado historias parecidas incluso en lugares semejantes.
Sí, en su última película londinense Allen plantea una historia muy parecida a
Match point. En esta ocasión son dos hermanos quienes va a ver trastocado por completo su mundo cuando son empujados por su ambición y sus circunstancias a cometer un acto reprobable. La culpa (cuestión no muy bien resuelta en
Match point) es aquí eje central de la última parte de la cinta, y desencadenante del final.
Cassamdra´s dream, en este sentido, es una obra de pura relojería, donde los tiempos son controlados de forma experta, buscando lograr un
crescendo narrativo y emocional que, a mi modo de ver, se alcanza con absoluta maestría. La situación de la que parten los dos hermanos (con contexto familiar incluido), sus sueños y esfuerzos, sus debilidades, la progresión aciaga de sus vidas, el golpe que en principio puede resolver de un sólo plumazo sus problemas y sus ambiciones, la ejecución del golpe, las consecuencias felices del golpe, las consecuencias trágicas del golpe con el gran asunto de la culpa anegando cada plano de cada escena, el final de la historia abrupto y poco esperado, el plano final, casi el mismo que el plano inicial:
Cassandra’s dream.
Estas historias de culpas, enfrentamientos y complejos sociales, crímenes premeditados y organizados al milímetro, paisajes urbanos enfrentados a otros bucólicos y campestres..., en definitiva, historias en las que se entremezclan trazos de
Henry James, Dickens, y
Agatha Christie, encuentran en Londres y sus alrededores el decorado ideal para su puesta en escena. Una puesta en escena que en Woody Allen está cada vez menos subrayada, es más natural (lo que molesta a algunos críticos), menos enfatizada, en la que las vetas de humor aparecen entremezcladas adecuadamente en un discurso de carácter trágico, donde no se verbaliza ninguna moraleja ni moralina, donde los actores están soberbios, donde no hay movimientos de cámara llamativos, ni travelling efectistas..., eso, donde no hay efectismo delirante por ningún lado. Este Woody Allen parece haber adoptado en sus mejores películas inglesas una especie de naturalismo muy francés, muy un cierto
Eric Rohmer, por poner un ejemplo sobre la mesa.
Creo que esta película,
Cassandra’s dream, está llamada a crecer pasado el tiempo, a ser revisitada por la crítica y a encajar en su lugar en esta maraña de grandes películas que Woody Allen va dejando tras de sí, poco a poco, de forma poco grandilocuente, a la chita callando, confeccionando un corpus cinematográfico imprescindible para entender el mundo desarrollado occidental de los últimos cuarenta años.
Más sobre la obra de Woody Allen en el Blog de Juan Antonio González Fuentes:
Scoop
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.