Juan Antonio González Fuentes
Durante el pasado año 2006 se conmemoró el centenario de la muerte de uno de los escritores e intelectuales más señalados de los nacidos en Cantabria, y probablemente el de su novelista más importante hasta el día de hoy considerado todo el conjunto de su obra. Me refiero, como algunos ya habrán adivinado, a
José María de Pereda, el autor de
Sotileza o
Peñas Arriba, sin duda destacado entre los escritores decimonónicos de nuestro país, y un personaje con una biografía bastante más interesante de lo que a simple vista pudiera parecer, o la crítica literaria e histórica más cercana a nosotros en el tiempo nos ha hecho ver.
No fue Pereda un escritor temprano ni de éxito inmediato. Vivió en Santander y en Polanco (su pueblo de nacimiento), prácticamente toda su vida, tras una estancia madrileña de algunos años de la que con frecuencia echó pestes. Su hermano Agapito, indiano en Cuba, fue el sostén de la familia y en cierto modo actúo como su verdadero padre, dada la significativa diferencia de edad entre ambos y la temprana muerte de los progenitores. Fue Pereda diputado carlista en el Parlamento español, y fundó, dirigió y escribió mucho en periódicos. Tampoco le hizo ascos a las tertulias literarias en Madrid y en Santander, ciudad en la que se desarrolló fundamentalmente su amistad con el pensador
Menéndez Pelayoy con el novelista canario
Benito Pérez Galdós, reincidente veraneante santanderino. Su ideología conservadora no le impidió, sin embargo, conducirse con sentido práctico por los negocios y la economía de libre mercado, siendo accionista y formando parte de consejos de administración como el del naciente Banco de Santander. Su españolismo a machamartillo tampoco fue óbice para que hiciera buenas migas con algunos esforzados intelectuales del primer nacionalismo catalán, y él mismo y sus ideas bien puede decirse que están en los orígenes del regionalismo en Cantabria. Fue académico de la lengua, algunos de sus libros fueron traducidos en vida al francés, inglés o alemán, y dos o tres de sus novelas figuran por derecho propio entre lo más representativo de la novelística española del siglo XIX. Fue esposo y padre, y sufrió la desdicha de ver desaparecer a un hijo que no estaba de acuerdo con la vida. Viajo algo por Europa, aunque más bien poco, y también algo por España, tampoco mucho. Murió en su casa de Santander en loor de multitudes, siendo un viejo hidalgo montañés, reaccionario, acaudalado y respetado señor. Hoy en día uno de los paseos más importante de la ciudad de Santander lleva su nombre, así como los jardines más céntricos y visitados de la pequeña urbe.
Pereda y su mundo, 1906-2006
Para recordar los cien años de la muerte del escritor, el gobierno de Cantabria y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales del Ministerio de Cultura español, organizaron en las
Casas del Águila y la Parra de Santillana del Mar una exposición que se desarrolló del 19 de diciembre de 2006 al 28 de febrero de 2007 y editaron el correspondiente catálogo. La exposición, comisariada por
Sofía Rodríguez Bernis y
Rosa María Pereda Castro, fue poco más que un remedo de la que previamente había producido
Caja Cantabria para su sede cultural de la calle Tantín: primeras ediciones, fotografías, ilustraciones realizadas en su día para los libros del autor, manuscritos, objetos personales, mobiliario y esculturas, discursos impresos, cartas, pinturas de artistas coétanos de temática perediana o de paisajes y ambientes recogidos por el autor en sus trabajos, referencias a amigos ilustres como Galdós o Menéndez Pelayo... A todo este material ya presente casi todo él en la muestra anterior, como ya ha quedado dicho, se le añadieron en este montaje algunos elementos por así decirlo “novedosos”: fundamentalmente se trató de elementos de carácter folclórico y etnográfico (ropas, utensilios de uso cotidiano, armas, etc), destinados en parte a contextualizar los distintos ambientes en los que se desenvolvió la existencia del escritor (el campo y la ciudad burguesa), y en parte a “regionalizar” de manera velada su legado y su ideario.
Lo más interesante del esfuerzo llevado a cabo es el cuidado catálogo, un libro de 265 páginas en las que, como es habitual, quedan reproducidas muchas de las piezas exhibidas en la muestra y ordenadas de forma temática (Pereda y su ambiente, Memoria de Pereda, Pereda-Galdós...). A esta parte gruesa del catálogo le preceden una serie de textos escritor por especialistas en la materia que abordan cuestiones varias referentes al autor y su obra. Entre los mencionados autores están el británico
Anthony H. Clarke (imprescindible ya para quien desee acercarse a la obra de Pereda de forma crítica),
Benito Madariaga, Laureano Bonet, Rosa Pereda, Sofía Rodríguez, Begoña Torres y
Mercedes Simal.
En definitiva, estamos ante una obra, un libro que en modo alguno va a marcar un antes y un después en el conocimiento del novelista santanderino, pero que sí ofrece a los aficionados a las biografías y las memorias personales un material abundante de indudable interés. No cabe duda de que podría haberse conmemorado al autor de
Pachín González de forma más enjundiosa, analítica, arriesgada y exhaustiva, pero el resultado final tampoco es reprobable. Se trataba de conmemorar y se conmemoró con algo de pompa y bastante de circunstancia. Menos da una piedra, aunque quizá más podía esperarse de quienes tienen la potestad de recordar a nuestros mejores creadores utilizando nuestro dinero, nuestra paciencia, nuestro tiempo y recursos.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.