Juan Antonio González Fuentes
En 1946
Jean Cocteau rodó su segundo largometraje,
La bella y la bestia, una película realizada con dosis portentosas de imaginación, de romanticismo y de una libertad que en algunos entendimientos pasa por surrealismo. La adaptación del cuento contó con el actor
Jean Marais en el papel de Bestia, y con
Josette Day en el de Bella. El vestuario de la actriz lo diseñó un modista al que su primer dedal se lo puso el genio
Christian Dior. Me refiero a
Pierre Cardin, un diseñador que como tal ha venido a menos en las últimas décadas y que, sin embargo, ha convertido su firma en un talón al portador firmando, además de prendas de vestir, relojes, maletas, muebles, toallas...
Pierre Cardin
A sus 85 años Cardin tiene pinta de viejo seductor retirado entre las ruinas de su memoria, parafraseando mal al poeta. El pelo blanco, las gafas de diseño, la camisa blanca por fuera de los pantalones blancos de sport, el calzado elegantemente deportivo, la chaqueta azul marino, la piel morena, las facciones de quien ha sido hermoso y conserva los cimientos envueltos en unas carnes contenidas que buscan enfangarse ya en la tierra... La mirada de Pierre Cardin es la de alguien a quien le ha gustado seducir y que lo seduzcan, la de quien no ha hecho ascos a los placeres de la carne, a todo aquello que la existencia ofrece como deleite para los sentidos.
Cardin nació en Italia de padre originario de Francia y de profesión comerciante en vinos. Ahora pasa parte del verano en
Lacoste, a unos cuarenta kilómetros de
Avignon, en la
Provenza, donde adquirió no hace demasiado tiempo un castillo, el castillo en el que habitó el divino marqués hace muchos, muchos años, el
Marqués de Sade. En Venecia Cardin compró también el palacio que perteneció a
Giacomo Casanova, por lo que parece que el modisto tiene una señalada predilección por los palacios y castillos en los que habitaron tipos con fama de ser los más famosos libertinos del siglo XVIII.
Castillo Sade Cardin
El modisto Cardin ha rehabilitado parte del viejo castillo en ruinas, concretamente sólo las dos salas que fueron el apartamento personal del sádico marqués. El resto lo ha dejado en la pura ruina, salvo el jardín, donde ha instalado una especia de museo al aire libre con esculturas del ruso
Alexander Burganov. Pero el interés del diseñador por el lugar que vio pasear a Sade no se ha quedado sólo en el castillo. Ha comprado varias casas del pueblo, una antigua cantera que ha convertido en teatro al aire libre donde durantes los meses de julio de los últimos años ha habido representaciones de teatro y ópera, ha comprado otro castillo en mejor estado que es su residencia habitual en Lacoste y al parecer piensa comprar en cuanto pueda el
Café Sade, local al que piensa darle un destino de lujo y
glamour ostentoso y por todo lo alto.
Pierre Cardin, actual propietario del célebre restaurante
Maxim’s parisino, tiene el don de convertir en oro del que reluce mucho de lo que toca, y en las habitaciones en las que Sade elucubró sobre cuestiones de moral y libertad a través de personajes como la célebre
Justine, él elucubra, en plena senectud, sobre cuestiones también de moral y libertad: cómo empeñarse en seguir haciendo dinero para lograr envejecer, o cómo prolongar la vejez en el ejercicio prodigioso de hacer dinero. Sade
versus Cardin, o tal vez dos caras de la misma moneda habitando los mismos muros de un mismo castillo de una Provenza francesa que, a buen seguro, ya no es la misma.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.