Juan Antonio González Fuentes
Times Square es el centro del mundo, al menos de nuestro mundo. Es el asfalto más transitado de todo el globo terráqueo, y en él se ha instalado desde hace algún tiempo todo un personaje. En un tipo de unos treinta y cinco años, alto y fornido cual superhéroe de la casa
Marvel, tiene una melena rubia que deja suelta al aire neoyorkino, un bronceado urbano de hortera con quilates, y por toda vestimenta un sombrero vaquero de color pálido y unos impolutos calzoncillos blancos un tanto demodé. El personaje en cuestión se pasea con dicha facha por algún islote peatonal en medio del tráfico de la gran ciudad. Y mientras anda y anda con pasos seguros toca una guitarra también blanca y le canta a los transeúntes algunas tonadas country. El tipo canta en calzoncillos blancos y se exhibe por Times Square haga calor tórrido o frío gélido, llueva sin conciencia o Eolo sople con suprema furia.
El tipo ha tenido éxito. Las televisiones de medio mundo recorren miles de kilómetros para sacarlo en sus telediarios, los turistas se pegan por retratarse con él mediante cámaras digitales y teléfonos móviles, y él sonríe sin parar y canta sin descanso, cobrando propinas por las que dicen las lenguas del orbe obtiene una renta de unos mil dólares al día. ¡Palabra del niño Jesús!
Robert John Burck
El alemanote
Carlos Marx, pesador de juicio claro y erudición contrastada, jamás pudo ni siquiera imaginar mientras estudiaba mamotretos en la inagotable Biblioteca Británica, que un guaperas paseándose en calzoncillos por el lugar más transitado de la tierra pudiera obtener de tan precaria industria unos beneficios tan cuantiosos. La falta radical de imaginación ha sido la principal condena de los marxistas desde que hicieron acto de presencia en este deambular que llamamos Historia. La imaginación, incluso la más grotesca, inútil y absurda es el principal valor, a fin de cuentas, del capitalismo, o lo que es lo mismo, de la sed incontenible de hacer dinero.
Por eso el marxismo y sus teorías no dejan de ser un cuento muy bien pensando y estructurado, pero completamente previsible, aburrido y con un final cantado. El tipo que canta country en calzoncillos blancos en Times Square desayuna todos los días, entre berrido y berrido, entre foto y foto con turista nerviosa y cachonda japonesa, las páginas de
El Capital marxista, y luego escupe su tinta sobre el asfalto pisoteado de la gran ciudad.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.