Juan Antonio González Fuentes
Las facetas intelectuales y creativas por las que el escritor santanderino
Carlos Villar Flor es más conocido son las de narrador y las de profesor y ensayista. Como narrador ha ofrecido ya un conjunto estupendo de relatos en el libro
Hay cosas peores que la lluvia (
Nobel, 1998), y también la ambiciosa novela
Calle menor (
Sial, 2004), dos trabajos que lo sitúan como uno de los narradores imprescindibles de nuestra región a lo largo de las últimas décadas, aunque algunos parezcan empeñados en obviar el valor e importancia de nuestros prosistas cuando hacen crítica literaria del periodo. En el terreno académico Villar Flor ejerce de profesor de literatura inglesa en la
Universidad de La Rioja, desde donde ha llevado a cabo un reseñable esfuerzo por divulgar entre nosotros la obra del notable escritor británico
Evelyn Waugh, de quien ha lanzado una traducción y edición crítica de la novela
Hombres en armas (
Cátedra, 2003), y a quien ha dedicado la monografía
Personaje y caracterización en las novelas de Evelyn Waugh (U. La Rioja, 1997), parte o resumen, si no estoy del todo mal informado, de su tesis doctoral dedicada al célebre autor de
Retorno a Brideshead.
Sin embargo, Carlos Villar Flor comenzó escribiendo poesía y ganando en el año 1996, en Oviedo, el
premio Ángel González. En la década trascurrida desde entonces, el narrador y profesor ha seguido escribiendo poesía, aunque según propia confesión de manera un tanto errática y escasa, quizá, apunta él mismo, porque hoy se sienta un poco más feliz, es decir, que nos deja entrever que en su caso la poesía va unida directamente a la ausencia de felicidad, dato que creo no debe pasarse por alto, al menos en futuros análisis más detallados y con más espacio dedicado a comentar su poesía.
Pues bien, el pasado año la
biblioteca poética La Sirena del Pisueña, bajo la dirección de
Fernando Gomarín, tuvo la afortunada idea de reunir en un solo volumen casi toda la producción poética de Villar Flor con el título
Más relinchos de luciérnagas, haciendo alusión, claro, a la anterior entrega ovetense. En las más de setenta páginas de este nuevo título, el autor incluye algunos de los poemas galardonados con anterioridad, junto a textos nuevos escritos a lo largo de la década mencionada. El conjunto resultante entra dentro de la órbita general de lo que ha venido en denominarse poesía realista, y que en el caso que aquí reseñamos encuentra incluso su mejor definición en la fórmula “poesía narrativa”.
Sí, prácticamente cada poema de Villar Flor encierra en sus versos un relato, una historia que tiene definidos y bastante nítidos un principio y un final, y no pocas veces una moraleja envuelta en una vitriólica y a la vez triste y melancólica ironía. El carácter narrativo de los poemas es, paradójicamente, a la vez el principal acierto o punto fuerte del hacer de Villar Flor como poeta, y también su principal lastre, la raíz que en no pocas ocasiones sujeta en exceso los versos a la tierra y les dificulta el vuelo, que alcancen la altura necesaria. Tienen un algo de ensayo, de prueba, de ejercicio estos poemas. Algo de gimnasia narrativa tendente al microrrelato acertado, redondo, bien construido. Así todo no es infrecuente que surja en ellos el chispazo, la luz intensa e hiriente de la poesía decantada y verdadera. Una luz que casi siempre viene en las imágenes certeras, en los fogonazos concluyentes de unas palabras cinceladas con inteligencia yo sobrada intención.
Tas la lectura de
Más relinchos de luciérnagas no sé si puede decirse aquello de “aquí hay poeta”. Pero no me cabe duda ninguna que puede asegurarse que aquí hay un autor, hay un verdadero literato.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.