Juan Antonio González Fuentes
Ha aparecido en las librerías de nuestro país un volumen con las poesías completas del italiano
Eugenio Montale (Galaxia Gutenberg), uno de los poetas europeos sin duda más valiosos e influyentes del siglo XX. He leído algo a Montale, incluso el libro de viajes que escribió y cuyo título ahora mismo no puedo recordar, aunque sí me viene a la memoria que nuestro país no le gustó excesivamente, siendo benévolos a la hora de transcribir su juicio, bastante más contundente.
Pero el libro de Eugenio Montale que no olvidaré nunca, al menos mientras conserva las facultades, es el que publicó hace ya años la editorial Pre-Textos, con traducción de mi paisana cántabra “exiliada” en la Toscana,
Francisca Perujo, y cuyo título significativo es
De la poesía.
Cuanto más pienso en este libro, cada vez lo entiendo mejor como un inteligente cúmulo de asombros cuya lectura dejará perplejo al lector más torpe, aquél que espera obtener respuestas rotundas a preguntas tan gruesas como el por qué, el cuándo, el cómo y el dónde de la poesía: la más discreta de las artes, en palabras del propio Montale.
Y a propósito de la discreción, creo que es en esta cualidad donde descansa buena parte del asombro general que se recoge en
De la poesía. Una discreción que Eugenio Montale mezcla con una dilatada cultura y un escepticismo irreductible, para conformar un conjunto de textos que deberían ser lectura obligatoria para todos aquellos que hoy aspiran a manejar algunas ideas certeras sobre el sombrío fondo que acoge nuestra llamada civilización del bienestar, y sobre el papel que en esta funesta representación les toca desempeñar al arte en general y a la poesía muy en particular.
De la poesía recoge dieciocho trabajos que prácticamente abarcan todo el periodo creativo de su autor (1931-1975), y que aparecen divididos en tres grandes apartados: entrevistas a Eugenio Montale (aquí se incluye una portentosa entrevista a sí mismo), artículos publicados en diversos medios periodísticos italianos (
Corriere della Sera, Il Mondo y La Gazzetta del Popolo entre otros), y por último, dos discursos de muy desigual extensión: el primero, destinado a clausurar un congreso en el séptimo centenario del nacimiento de
Dante, y el segundo, el discurso ante la Academia sueca con motivo de la entrega de los premios Nobel del año 1975.
Eugenio Montale
Pues bien, por las anchas venas de estos dieciocho textos discurre una misma conciencia: la de pertenecer a unos tiempos veloces y agrestes que impiden la soledad y la reflexión; tiempos en los que el hombre se muestra desconfiado consigo mismo y con la existencia; tiempos en los que todas las artes sin excepción se han democratizado “en el peor sentido de la palabra”, y aparecen dedicadas a la producción de objetos de consumo, a “espectáculos, puestas en escena y exhibiciones” para los que incluso se ha hecho necesario inventar una intención. Y dentro de este contexto en el que el arte no interesa ya a nadie si no es susceptible de comercialización y producción en serie, ¿qué ocurre con la poesía?
A este respecto Montale mantiene el pulso firme en el timón y no cede terreno alguno ni a la complacencia ni a la conmiseración, mostrándose además consciente de que la poesía en ningún caso puede encarnarse en “hipótesis de sociedad futura mejor”. Y así queda claro en sus escritos, como no podía ser de otra manera, que la poesía presenta un estado clínico muy semejante al del mundo en el que nace, es decir, para Eugenio Montale la poesía hoy es entendida (o sería mejor decir malentendida), desde la más charlatana impostura, como una mercancía sujeta a las reglas, fórmulas y exigencias del mercado; realidad incuestionable que tiene ante sí un sinnúmero de caminos abiertos, tantos como le permite esta nuestra sociedad en expansión, aunque eso sí, presenta un único pero muy claro límite: el vacío absoluto.
Con todo, y a pesar de su irónico escepticismo militante, Montale guarda un recodo del jardín para cultivar la creencia ciega en esa poesía que, escasa, lenta y abierta a otros campos y experiencias, nace casi por milagro alejada de las fórmulas de producción comercial, logrando establecer un vínculo de mutua aprehensión con su época y, en definitiva, con el único argumento de toda poesía posible: la condición humana en sí misma; espacio poético en el que tienen su cabida y lugar poetas de muy diferentes tendencias y presupuestos, desde
Hölderlin y Brecht, pasando por
Unamuno y García Lorca, hasta llegar a
Andrés Trapiello y Antonio Gamoneda.
Quedan en el tintero para otra ocasión muchas de las cuestiones sobre las que Eugenio Montale reflexiona en
De la poesía: la prosa y el lenguaje poético, la metafísica y la poesía, el hermetismo, la poesía como arte de lo individual, el desenvolvimiento de la poesía como un medio más próximo al conocimiento que a la representación..., son algunos ejemplos. Sin embargo, espero que con lo que hasta aquí ya se ha comentado o insinuado habrá sido más de un interés el que se haya desperezado del letargo al que parecemos condenados. Un interés al que puedo asegurar que estas lecturas no se verá en ningún caso defraudado, al menos si más que respuestas y certezas lo buscado en esta preciosa edición (estupenda es la traducción de Francisca Perujo) son inteligentes y sólidas plataformas de reflexión, misteriosos caminos abiertos a la personal exploración, espacios en los que uno puede detenerse durante un buen rato para echar una mirada interior y exterior a su individualidad, a la sociedad en la que le ha tocado en suerte vivir, y a eso que con tanta frecuencia se muestra esquivo y denominamos poesía: un sueño que tiene lugar en presencia de la razón y para el que, de momento, no parece haberse inventado una muerte posible.
No sé dónde podrá encontrarse hoy este hermoso libro del poeta italiano, pero si les sale al encuentro a lo largo de sus andares, no lo duden y háganse con él, y con sus poesías completas, que esta misma semana comenzaré, poco a poco, a leer y releer.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente .