La voluptuosidad de la tristeza es un libro nocturno, subterráneo, doloroso, poético. La “oda a la tristeza” de
Neruda, al comienzo es una afirmación de la voluntad poética que vertebrará la novela con más poemas de Neruda, de
Rubén Darío (lo fatal) y
J. Membrive, (llegué, vi, huí), todos centrados en el dolor humano.
Voluntad poética de
Viviana Fernández implica que la novela transcurra en dos dimensiones: una interior en la que la protagonista se debate con los fantasmas de los sueños y la depresión y otra exterior, íntimamente relacionada, en la que los esperpentos brotan de la realidad. A veces un tinte valleinclanesco recorre las páginas, pero Viviana no ha tenido que deformar los personajes en los espejos del callejón del Gato, la realidad que ella capta es lo suficientemente esperpéntica en sí misma.
“Realmente estamos en una situación curiosa: trabajamos para una vidente que no existe, vendemos sesiones telepáticas que son un fraude, leemos miles de e-mails de gente que está loca y nuestro jefe tiene un trastorno de la personalidad”. Real como la vida –empresarial- misma.
Podría decirse que Martina es el personaje central y casi único de la novela, visto con doble perspectiva: unas veces la narración va a cargo de ella misma, en primera persona; otras veces el peso lo lleva un narrador externo, omnisciente que la enfoca casi permanentemente. Y el problema principal que se plantea en esta obra está relacionado precisamente con la omnipresencia de Martina. Ella es el centro del mundo, todo está visto a través de sus ojos, tamizado por sus pesadillas, determinado por su depresión. Incluso el título podría hacernos pensar que Martina se regodea exhibiendo las vísceras de su tristeza, sin más objeto que ella misma.
La permanente focalización sobre Martina, nos conduce a una duda importante sobre el objetivo de la novela: ¿estamos ante un mundo de una enferma exhibicionista? ¿Se centra sobre el colectivo, cada vez más creciente, de afectados por enfermedades mentales? ¿Retrata el mundo interior femenino? ¿Es una novela sobre el lado oscuro de la condición humana?
Viviana Fernández: La voluptuosidad de la tristeza (Ediciones Carena, 2011)
En la presentación del libro
editado por Carena, que tuvo lugar en la Casa del Libro de Madrid,
Viviana Fernández citó como referencia propia a tres heroínas literarias: Ana Karenina, Madame Bovary, La Regenta, afirmando que lo que ella admiraba de estos personajes era precisamente sus pecados, sus debilidades, no sus virtudes.
Y creo, aquí está la clave del libro. En realidad el valor, la grandeza, de estas protagonistas está en su debilidad. Se atrevieron a ser débiles, si hubieran tenido la fortaleza para seguir desempeñando su papel de esposas fieles a la infelicidad, no tendrían nada de especial. Porque la fuerza de la mujer es centrífuga, disolvente, mientras que el papel social encomendado al varón es el de fortalecedor de las estructuras.
Cuanto más fuertes son los personajes masculinos, más reafirman unos valores relacionados con el dominio, con el mando. Sin embargo, la afirmación de los personajes femeninos supone siempre un choque contra las estructuras sociales por lo que suelen ser demoledores; los masculinos, integradores. Es cierto que no se trata tanto de sexo como de género. Hay personajes como Bernarda Alba cuya singularidad consiste en asumir el papel del varón muerto. Pero también está la
Thacher y la
Merkel, masculinizando la “liberación” femenina, golpeando con puño masculino.
También existen unos cuantos personajes masculinos “débiles” como el Quijote o dubitativos como Hamlet, que producen efectos tan nocivos para la estructura social como la propia Madame Bovary. Claro que La Regenta, Madame Bovary, Ana Karenina, la inmensa mayoría de las heroínas literarias, tienen algo en común: su destrucción. En gran parte, por eso son tan veneradas globalmente: unas las ensalzan por su valiente debilidad, otros las celebran por constituirse en símbolos del fracaso. Los héroes muertos son fácilmente elevados a los altares, hasta por sus peores enemigos.
Martina, sin embargo, no sucumbe. Mirándolo bien no tiene nada de heroína, al menos de corte clásico. Es, como mucho, una “Ulisa” del Mediterráneo interior, un mediterráneo lleno de pesadillas, tanto oníricas como socio-amoroso-laborales (el canto de sus sirenas tiene más que ver con el de las ambulancias y con los monstruos del delirio interior), que ella sortea a trancas y barrancas, agarrada a la nave poética que la sostiene.
No obstante Martina es, en sí, una heroína actual, semianónima, pero que puede llegar a ser peligrosa. Es más, presiento que su embarazo psicológico es simplemente un reflejo del embarazo psicológico que padece nuestra sociedad. Pues el vientre social que en el que estamos gestando generaciones futuras, puede estar creando oquedades.
Martina, afectada de depresión, no perece en el intento de vivir, atraviesa el lago Caronte, y logra regresar del averno para contarnos lo que ocurre allí abajo, en el infierno que entre todos construimos. Y, después de su travesía, se muestra, yo diría que curada: plantea ante nosotros uno de los manifiestos de rebeldía más lúcidos que he leído en mi vida:
Yo, personalmente, estoy agotada de dejarme seducir por la voluptuosidad de la tristeza y de la melancolía. Me rebelo ante mi Dios impuesto y ante mis padres. Ahora quiero rebelarme también ante mi genética. “Sé tú mismo”. Cómo odio esa frase. Pero no la quiero odiar. No, en mi nueva herejía me propongo reírme de ella. Escúchame bien, Martina, me advierto a mí misma, no pienso seguir siendo yo misma porque no me gusta cómo soy. Estoy firmemente en contra del destino trazado en mi genética, en mi educación. No voy a ser yo misma porque, tras casi treinta años no me ha ido bien. Voy a ser otra persona. Cualquier otra persona. Una persona feliz”.
Larga vida a Martina, que vence al monstruo de la tristeza, una referencia aliviadora, pionera de los nuevos tiempos. Gracias, Viviana.