domingo, 26 de febrero de 2012
Como un ángel sin permiso. Cómo vendemos misiles, los disparamos y enterramos a los muertos, de Plàcid Garcia-Planas: un tratado de poética sobre la muerte absurda
Autor: José Membrive - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Libros y autores en Blog personal por Libros
“Como un ángel sin permiso. Cómo vendemos misiles, los disparamos y enterramos a los muertos “ es la recopilación de crónicas de guerra publicados, en gran parte en “La Vanguardia”, por Plàcid Garcia-Planas.

José Membrive

José Membrive

Es domingo, 19 de febrero. Son las 9,30 y, por primera vez en mucho tiempo, la perplejidad me mantiene atado a la cama, mejor dicho, atado a un ángel que, sin permiso, ha entrado en mi habitación y que me hizo romper mi disciplina de irme a dormir a horas razonables, y, sobre todo, la de ponerme a escribir inmediatamente, con los sueños frescos, recién despierto. El ángel revolotea y yo paso una a una sus alas-páginas, ajeno a lo que ocurre en torno a mí. Desde que anoche se me ocurrió que uno de sus breves artículos, podría ser un buen ambientador de los sueños de una noche de invierno, todo se ha distorsionado. Me dormí con el libro abierto por la mitad y, en realidad, no he vuelto a despertar hasta que no lo he releído, re-disfrutado, re-padecido.

Y lo peor es que ha estallado como un impacto extraño, porque tenía previsto asistir a la manifestación en contra de… ¿quiénes?: ¿los mercados que han decidido acabar con los países mediterráneos? ¿contra sus mayordomos los banqueros? ¿contra los mayordomos de los mayordomos, los gobernantes o contra los mayordomos de éstos, los altos estamentos del derecho, que no de la justicia? ¿quién entre tanto mayordomo es el verdadero asesino contra quien hemos de manifestarnos?

En realidad Como un ángel sin permiso. Cómo vendemos misiles, los disparamos y enterramos a los muertos no responde a ninguna pregunta, simplemente se limita a desvelar el dolor, la cutrez, los negocios, las lágrimas humanas que se beben las arenas de los desiertos absurdamente, sin que, a veces, sus víctimas, que en gran parte somos todos, sepamos el motivo.

Releyendo Como un ángel sin permiso (Ediciones Carena), me he percatado de que cualquier género, incluido el reporterismo, puede ser altamente poético, es decir, candentemente humano. Es muy complicado hablar de muerte, de dolor puro y duro “sin que se haga sentimental… o evidente panfleto” como diría Silvio Rodríguez y fuera de toda épica barata.

Plàcid Garcia-Planas viene a decirnos que no hay nada épico ya en la guerra, “el que retrata con su Nokia al piloto decapitado está fotografiándose a sí mismo”. No sé si hubo un tiempo en la humanidad en que una guerra pudiera ser emparentada con la épica. Tal vez en aquellos tiempos en que los reyes morían, espada en mano, defendiendo sus causas, pudiera pensarse que tenían cierto halo de heroico. Ahora, los reyes del mambo están jugando en los casinos o especulando contra sus propios países mientras sus huestes son pasto de las tormentas del desierto.



Plàcid Garcia-Planas: Como un ángel sin permiso. Cómo vendemos misiles, los disparamos y enterramos a los muertos (Carena, 2012)

Cutrez en los que disparan los fusiles, cutrez en los cadáveres esparcidos absurdamente, cutrez también en los encorbatadísimos organizadores del Eurosatory, la feria del armamento parisina, que vende misiles amigos que no contaminan la naturaleza. Solo contaminan a quienes los hacen, a quienes los venden, a quienes los compran, a quienes los disparan y a quienes los reciben en sus corazones, y al planeta tierra, por lo demás, ecológicos cien por cien.

-“Todos nacemos con sueños ¿no? ¿por qué hay tanta gente que los pierde?... los que mandan hablan de la gente casi como si no fueran humanos..”

En realidad, más que un reporterismo de guerra, Placid hace reportajes del mundo interior, la desolación cala tanto en las almas como en los paisajes, cada muerto es una pesadilla más para el reportero, para el lector, para el asesino, y también, aunque no lo sepa, para el que ha montado todo el cotarro, por un plato de petróleo o por lo que sea.

Plàcid es de esas personas que, con sólo intercambiar dos frases con él, te reconcilia con el género humano, y eso que está en la peor de las posiciones: ser el mensajero de nuestras barbaridades. Es el encargado de mostrarnos la foto esa que quisiéramos guardar bajo la alfombra. No lo hace ocultando, endulzando o tergiversando la realidad: es fiel como Velázquez en la Meninas o como el Goya de los Borbones. Al leerlo, como al contemplar las Meninas, sentimos piedad hacia nosotros mismos, como bufones del mundo o como reyes castigados por la genética. La guerra nos iguala en degradación: tanto a víctimas como a victimarios, tanto a dirigentes como a dirigidos.

En un momento determinado Plàcid viaja por el desierto sin mapa: la metáfora perfecta, no ya de un reportero, sino de una persona que se enfrenta a un mundo desprovisto de referencias de todo tipo: “No hay mapa, el norte es el norte porque alguien decidió que no era el sur, y ningún papel es capaz de trazar el fin del mundo. El mapa es donde impacta un misil de un cazabombardero Sujói o las coordenadas de una bala…”
Plácid renuncia a su papel de reportero épico y se convierte en un lírico de la tragedia. Algo así como aquellos romances épico-líricos del conde Arnaldos: unas pinceladas descriptivas y unas metáforas fulgurantes, que te explican en media línea toda la perplejidad, la intensidad del dolor o de la alegría.

La mirada de Plàcid es cúbica, como la del Gernika, trozos de rostros rodantes, pedazos de frases clavados en el desierto, fragmentos de tanques relinchando, latas de cocacola derramándose sobre la arena como la sangre de Ignacio Sánchez Mejías. Y alguna esquirla de su alma, arrastrada por la tormenta del desierto. Plàcid está dentro pero nos lo cuenta desde fuera, a vista de pájaro espantado, o mejor, de ángel, que, sin permiso, ha bajado a la tierra, ha visto algunos de sus congéneres metálicos, sembrando muerte y terror, con sus alas cargadas de bombas, y se pregunta absorto por la suerte de un género que tiene ínfulas de sagrado y maneras de simio envilecido.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.