sábado, 2 de abril de 2011
Lectura de Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010) por Beatriz Rubio (máster 2, Universidad de Lyon)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Por su carácter instantáneo cada haiku es como entrar en un mondo paralelo, donde todo se confunde y nos confunde pero que repentinamente provoca en nuestra mente una imagen nítida procurándonos placer: “Goce, disfrute espiritual” idea que podríamos vincular con este destello proyectado por el haiku; como una “muerte chiquita” que de manera coloquial indica un: “Estremecimiento nervioso o convulsión instantánea que sobreviene a algunas personas”




Juan Antonio González Fuentes


Como autor de un libro, Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010) he tenido la enorme fortuna de que dicho trabajo fuera escogido como materia de lectura y análisis en un master 2 de Literatura Española en la Universidad de Lyon. La fortuna se la debo a mi buen amigo el profesor Philippe Merlo Morat, director del máster y autor del prólogo a mis haikus. El hecho ha supuesto que unos cuantos alumnos franceses tuvieran que leer el libro y escribir un trabajo sobre el mismo. A algunos de ellos los he conocido personalmente el pasado mes de marzo en el Cervantes de Lyon, y me impresionaron su disposición, dedicación y pasión por la literatura española y casi todo lo que tenga que ver con nuestro país.

Una vez recibidos y evaluados los trabajos, Philippe Merlo y «sus alumnos» me han enviado unos cuantos para que yo los leyera, incluyendo ya el permiso para publicarlos en estos Ojos de Papel. Aquí va el primero de ellos, folios firmados por Beatriz Rubio, una francesa de ascendencia nítidamente española. Muchas gracias Philippe, muchas gracias Beatriz, y aquí les dejo a todos ustedes con esta estupenda lectura de mi libro de haikus.


“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene” (Jorge Luis Borges)

Con Haikus sin estacion (1), estamos en presencia del quinto poemario del escritor/poeta Juan Antonio González Fuentes publicado en el año 2010. Obra por consiguiente muy reciente que nos permite adentrarnos en ella sin tener informaciones que nos indiquen qué camino de lectura debemos tomar. Con lo cual, se nos da la oportunidad de dejarnos llevar por las palabras y dejarnos invadir por la musicalidad y por el sinfín de imágenes que ofrece. Imágenes que a nuestro parecer son en sí solas una ambigüedad, un punto indeterminado donde la vista se enturbia y donde la mente y el oído se interrogan. Lo que lleva a la reflexión y deja a su vez posibles múltiples interpretaciones por el uso de un diccionario propio y único.

En nuestro caso, la primera lectura nos impactó por la fuerza expresiva que cobran las palabras al ser usadas dentro de una forma tan breve como el haiku: “Composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente“ (2). Esta brevedad, fuera de lo común en poesía española, nos invita a jugar porque nos sorprende. De ellos sacamos primero un momento de observación, luego una meditación: “Aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo“ (3).

Por la parte que nos corresponde, los setenta y cinco haikus nos llevaron a tomar conciencia de la muerte. Muerte no precisamente con la primera aceptación que nos da el diccionario de la Real Academia Española a saber: “Cesación o término de la vida” (4) sino situándonos en el “último soplo”, momento en el que uno a veces todavía tiene una oportunidad de librarse de la muerte. La elección de considerar la muerte aquí como “último soplo” viene del hecho de que no conseguimos disociar en nuestra mente el hilo de la muerte y el hilo de la vida y, por consiguiente, las imágenes que pudimos acechar nos dejaron como en un intermedio entre los dos.

En un primer momento procuraremos destacar en qué medida el movimiento que se percibe en los haikus nos proyecta la imagen del “último soplo”. Para mencionar después cómo contribuye la iluminación a dar cuenta de la tonalidad sombría que, en general, va asociada a la muerte.

Si retomamos entonces nuestra primera orientación acerca del tema de la muerte, notificamos aquí que se trata de ver a través de varios haikus, cómo el autor deja transparentar el dicho “último soplo” que nos deja en ese espacio intermedio entre vida y muerte y desde el cual, podemos efectuar un vaivén.

Los movimientos perceptibles a lo largo del poemario pueden situarse tanto en el campo de lo terrestre como en lo aéreo o en lo acuático. Veamos cómo aparece el movimiento, efectuando, pues, un desplazamiento desde el espacio terrenal hacia un espacio aéreo con el haiku 63:

Alegre urgencia:
me ensimismo en el jardín,
bato mis alas

En un primer tiempo, podemos indicar que nos parece ser una definición de lo que es para el “yo” poético una “alegre urgencia” puesto que va inmediatamente seguido por dos puntos, lo que en literatura puede leerse como un deseo de explicitar una idea. La palabra “urgencia” va calificada de “alegre”, lo que nos lleva a pensar de manera instantánea a un bien estar del “yo” poético. Pero si consideramos urgencia como “necesidad apremiante de lo que es menester algo”, pensamos en el último pensamiento bajo “el soplo de muerte”. Es este tiempo limitado el que hace que podamos primero estar del lado terrestre, con el referente al jardín, y que contiguamente podamos en un instante T “batir alas” para alcanzar un espacio aéreo, un espacio que nos revele la esencia de la palabra que nos da esta capacidad de transgredir los espacios sin que ello desestabilice al “yo” poético o al lector del haiku. El mundo de las palabras, es un mundo donde todo es vaivén porque ellas mismas se responden como ecos, no como negaciones. Las ideas no están en oposición, sino que son más bien, a nuestro parecer, sinónimo de complementaridad ya que la “alegría” que se nos evoca aquí se alcanza al poseer el conocimiento de tener la posibilidad de cumplir algo inimaginable. Si seguimos nuestro modo de pensamiento pues, el movimiento nos acerca aquí al espacio-tiempo de la muerte al que nos referimos por este pasaje que se insinúa con el paso de la tierra a un espacio aéreo.

Lo que trataremos de poner de realce a continuación, es que los movimientos no necesitan hacerse como una panorámica hacia arriba sino que pueden efectuarse de manera horizontal, quedándose en la tierra. Es decir en una superficie no ocupada por el mar sin que esto impida llegar a la reflexión acerca de los intercambios que pueden efectuarse cuando uno esta dando el “ultimo soplo”. Esta idea va sugerida por los senderos cuya definición es: “procedimiento o medio para hacer o lograr algo” (5) o por las “sendas” evocadas, que interpretamos como los diversos caminos posibles que podemos seguir para llegar al conocimiento que se desprende de cada palabra si la miramos y la escuchamos con atención. Así pues, de manera subjetiva evocaremos los haikus 4, 12 y 66. Lo que de antemano queremos poner de manifiesto es el hecho de que el poemario este repleto de imágenes invitándonos a seguir un camino, cual sea no importa, pero hay que ser conscientes que la esencia está al final de él, que chocaremos, en algún momento con el conocimiento y esta imagen de “último soplo” parece ser la más indicada puesto que nos deja el poder de elección, saber o no saber, como el “ser o no ser” de William Shakespeare en su obra Hamlet, “la muerte aquel país que todavía está por descubrirse país de cuya lóbrega frontera ningún viajero regresó, perturba la voluntad, y a todos nos decide soportar los males que sabemos más bien que ir a buscar los que ignoramos” (6).

4
De aquella arena
sólo un sendero de sal,
el aire de otros

Este haiku nos invita a situarnos en un espacio que toca lo terrestre aunque cercano al espacio acuático puesto que se trata de “arena”, “sal” que en nuestro imaginario va de par con la mar. Entonces, este “sendero” es el que estamos invitados a tomar para alcanzar “el aire de otros” o saber lo que algunos saben ya y que nos toca alcanzar ahora, si seguimos el camino del entendimiento, que es “la potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce” (7). Los haikus son la mecha encendida que nos alumbra para percibir algo nuevo, algo que tenemos que destacar gracias a la luz que emana de ellos. Lo que llama la atención es la temporalidad que se le asemeja: lo lejano con “aquella”, que remite a un tiempo anterior que tenemos que dejar atrás si queremos tomar nuestro propio aire y no el “de otros”, llegar a un conocimiento propio, por consiguiente remitiría a la idea de dejar la vida para conocer la muerte, al acabar de soplar.

12
Oscura senda,
de pronto llama blanca,
luz que se tensa

Con este haiku, la primera sensación que se desprendió de él para nosotros fue el flash del camino hacia la muerte. Como un misterioso camino que uno toma y que “de pronto”, palabra que remite a la fugacidad, ve una “llama blanca” como si le tendieran en su camino una linterna para percibir, durante un tiempo T , la esencia, una luz que llega a penetrarnos por completo por la fuerza que cobra al final “luz que se tensa”. La idea que se pone de realce aquí, es que los opuestos no son contradictorios sino reveladores de conocimiento, puesto que aquí estamos incitados a efectuar un pasaje por la “oscura senda” para poder pasar acceder a la “luz”. Esa imagen mental que uno tiene del “último soplo” donde uno se ve, sumergido en la oscuridad, viendo la luz al final del túnel. Uno anda a ciegas y de repente al caminar entiende lo que ve gracias a la luz que se hace cada vez más fuerte.

De repente esta lectura nos remitió al mito de la caverna de Platón: en el libro VII de República, ofrece una explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento. Indica que el conocimiento es la llave para poder captar el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (alcanzable por el uso exclusivo de la razón) y este conocimiento lo hace uno al salir de la caverna.

66
Huesos y huellas
dividen cielo y tierra,
marcan la senda

La imagen que se destaca de este haiku al leerlo es un espacio situado entre la tierra y el cielo al cual podemos acceder gracias a la presencia de “huesos” y “huellas” que nos “marcan la senda”. El relámpago que surge es la imagen de unos huesos de un muerto que tratan de indicarnos el camino hacia alguien o algo. Recordemos el cuento de los Hermanos Grimm, Hansel y Gretel que se valen de este estratagema con las piedrecitas blancas.



Juan Antonio González Fuentes: Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010)

También visualizamos instantáneamente un juego de rayuela, juego de la infancia donde uno parte de la casilla “tierra” separada de la casilla “cielo” por unas casillas que llevan cada una un numero por el cual quien juega va a ir saltando pasando por las casillas donde echa una piedra. Es como si con esta imagen, el poeta nos invitara a un juego, un juego de pistas, donde indicios aparecen para llegar al tesoro que aquí será el conocimiento de lo que pueden dar a entender las palabras. Vemos aquí que el “último soplo” permite el movimiento de ida y vuelta entre el quedarnos en la tierra o alcanzar el cielo: posibilidad durante un instante de elegir entre sobrevivir o morir.

La evocación de este vaivén eventual, nos convoca también en el mundo acuático. Movimiento que se efectúa entonces hacia un lado o el otro lado del río que puede representar la vida. Véanse el haiku 38 y el haiku 40 donde el movimiento por el agua viene señalado por la presencia de una “barca”.

40
Olvidé que fui
un barco de música
en el naufragio

Si tomamos el haiku 40, podemos decir que nos introducimos en él por la presencia implícita del “yo” poético que invade el poema siendo la palabra con el que empieza un verbo en primera persona del singular conjugado en pretérito perfecto. Lo que provoca en quien lo lee un ensimismamiento directo dentro del haiku. Aquí, la imagen que parece darse a nosotros es la del “último soplo” cuando uno vuelve a pensar en el pasado en lo que fue y ya no será porque uno está a punto de cruzar la línea que le separa de la muerte. El barco es aquí la herramienta que permite la travesía de una orilla a otra. Se puede visualizar el oscuro río Estigio, que en la mitología griega es por el cual se transita para pasar del reino de los vivos al reino de los muertos. Aquí uno deja de ser para perderse aunque la presencia de la música pueda entenderse como el resplandor de la vida que se está dejando atrás. (Séneca decía: "Aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino.")

A nivel visual, se nos lleva por consiguiente a situarnos en la oscuridad la cual puede remitir “el naufragio” que implica la pérdida o ruina de nuestra embarcación. Así pues, veremos a continuación que el “último soplo” remitiendo a la muerte por una parte pero también a la vida según como se mire, se refleja en todo el poemario bajo una iluminación de tonalidad entre luz y oscuridad. Los más destacables a nuestro parecer son los que ponen de manifiesto la imagen de la luna, porque abarca las dos caras de la moneda que plantea nuestro “ultimo soplo”, puesto que da luz por la noche pero no alumbra durante el día y aquí parece valerse de sus dos fichas. Veamos entonces los haikus 53, 68 y 75.

53
Agua sin luna
se hace frágil distancia,
sombra enquistada

Aquí se trata de la primera aparición de la luna en el poemario y se puede notar que surge de forma negada, porque se le antepone el “sin” que indica su no-presencia. De nuevo la iluminación que se nos da contribuye a nuestra reflexión sobre la presencia de la muerte pero no de manera aislada, sino estrechamente ligada a la vida.

A nuestro parecer, esta complementaridad que se evidencia aquí es uno de los recursos de los que se vale Juan Antonio González Fuentes para llevarnos a tener un flash. Aquí, el hecho de que no exista el reflejo de la luna en el agua nos sumerge en la oscuridad de la noche, como lo realza la “sombra enquistada”. La “frágil distancia” evocada nos proyectó en nuestro imaginario allí donde el “último soplo” está por darse, donde la luz se vuelve invisible y se convierte en oscuridad y ahí donde la distancia no existe por ser tan incierta. La falta de luz nos invita a pasar al lado oscuro de la vida, que en general vinculamos con la muerte.

75
La Luna espera
siete estrellas de sangre,
dunas por su aire

De una luna que en realidad no existe con el haiku 53, pasamos con el 75 a la omnipresencia de ella por la importancia que cobra al llevar una mayúscula y al estar esperando. Surge como personificada, como si nos estuviera esperando a nosotros; con lo cual estaríamos dando nuestro “último soplo” donde se pasa a la muerte en un instante pero como el estatismo se realza “espera”, indica que el momento no llegó todavía. Este soplo se puede dar ahora o después, hasta el momento en el que la “Luna” apague la luz dejándonos en la oscuridad al cerrar los ojos y acabar nuestro soplo.

Si decimos esto es porque las “siete estrellas” no hicieron pensar en Las Parcas, que ya pudimos vislumbrar el haiku 5: (“Tela de araña: / hálito de eternidad, / toque de queda”). Personajes femeninos de la mitología, son hijas de la Noche son ellas quienes tienen entre sus manos el hilo misterioso de la vida. Láquesis que medía el hilo solía ser representada con un paño constelado.

El haiku 75 es el último del poemario, el que cierra de alguna manera nuestra lectura pero, deja entreabierta la puerta para regresar a él gracias a la espera de la luna y al dejarnos la sensación de que el tiempo queda suspendido por el aire. Lo que nos deja la posibilidad de volver a leerlo bajo la claridad de la luna o bajo la oscuridad puesto que la clarividencia a nuestro parecer es algo movedizo y más quizás todavía más cuando se trata de haikus. Por los relámpagos visuales que dejan trasparentar se pueden llegar a tener muchas apreciaciones de cada uno de ellos tanto como del poemario en su integralidad.

Por su carácter instantáneo cada haiku es como entrar en un mondo paralelo, donde todo se confunde y nos confunde pero que repentinamente provoca en nuestra mente una imagen nítida procurándonos placer: “Goce, disfrute espiritual” (8) idea que podríamos vincular con este destello proyectado por el haiku; como una “muerte chiquita” que de manera coloquial indica un: “Estremecimiento nervioso o convulsión instantánea que sobreviene a algunas personas” (9). Quizás asociando las palabras “soplo” en el sentido de “Instante o brevísimo tiempo” (10) y goce podamos desplazarnos hacia el terreno de los sentimientos amorosos acercándonos al placer sexual. Una cuestión podría plantearse si asociamos Thanatos, dios griego que representa la muerte a Eros, dios del amor, (a la vez contrarios y complementarios) la de saber si Haikus sin estación no sería de alguna manera una forma disimulada de acercarse a estos dos temas que siguen siendo un tabú universal.

NOTAS:
(1) Juan Antonio GONZALEZ FUENTES. Haikus sin estacion. Barcelona: Ediciones Carena, 2010. 84 p. ISBN: 9788415021209
(2) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Real Academia. Vigésima segunda edicion [en línea]. Disponible en: <
http://www.rae.es/rae.html > (Consulta: 8 de enero de 2011)
(3) Íbidem.
(4) Ibid.
(5) Ibid.
(6) William SHAKESPEARE “To be or not to be”, Hamlet soliloquio acto III, escena 1. Ttraducido al español por Rafael POMBO.
<
http://4umi.com/shakespeare/hamlet/es > (Consulta: el 8 de enero de 2011)
(7) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Op. Cit.
(8) Ibid.
(9) Ibid.
(10) Ibid.
  
 

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.