El Danubio Es el segundo río más largo de Europa, tras el Volga. Nace en la Selva Negra alemana de la unión de dos ríos pequeños, el Briach y el Breg, fluyendo hacia el sureste a lo largo de 2.888 km hasta el mar Negro, en Rumanía, donde forma el delta del Danubio, una región de marismas y pantanos poco poblados, aunque de gran valor ecológico. Esta longitud del río incluye los 49 km de longitud del río Breg, que es el más largo de las dos corrientes cuya confluencia en Donaueschingen (el Istro de las fuentes clásicas), da origen al Danubio. El río fue frontera natural del limes romano durante la época imperial. La música del río Danubio siempre será de color azul, y en su aroma y sabor siempre habrá rastros de turrón, mazapanes, peladillas, algo de cava y tostadas en almíbar. La culpa la tiene
Johann Strauss hijo, autor del célebre vals con el que todas las
mañanas de año nuevo de mi vida, una Filarmónica de Viena vestida con frac y mejillas sonrosadas, amaga con finalizar el concierto que celebra la anual ocasión.
An der schonen blauen Donau, de Johann Strauss hijo (vídeo colgado en YouTube por xj808)
El director de turno levanta la batuta y suenan los primeros compases evocadores de
An der schönen blauen Donau op. 314, pero súbitamente el maestro detiene la música con un gesto, se vuelve al público presente en la sala dorada de la Musikverein vienesa, y pronuncia un breve discurso alusivo a las tristezas del año muerto y a las esperanzas depositadas en el recién nacido. Cada año de mi existencia la liturgia se ha repetido. La he esperado con los ojos aún inyectados de sueño y un pelín de aburrimiento, entre la más dulce melancolía y el un cierto descrédito.
Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Nikolaus Harnoncourt, Seiji Ozawa, Mariss Jansons, Georges Prêtre, Daniel Barenboim, a todos he visto dirigir la liturgia vienesa del año nuevo, detener el vals azul del Danubio azul, proseguirlo y regalar con estudiada sorpresa la efervescencia militarista y contagiosa de la
Marcha Radetzky. Sin embargo, quien mejor dirigió jamás a los filarmónicos en Año Nuevo fue mi
abuela “Nena”. De pie, casi apoyada en el quicio de la puerta del salón de estar de su casa en la santanderina calle Tantín, balanceaba a ritmo de vals el cuerpo menudo con una gracia entre pejina y vienesa. Mi abuela entonces oscilaba con mando el brazo derecho sin batuta y daba las entradas a todos y cada uno de los filarmónicos, mientras en voz alta e ilusionada le pedía al infinito conocer personalmente el Danubio. Nunca lo logró. Yo sí. Me mojé en él la mano derecha junto al neogótico del Parlamento húngaro en Budapest. Y de vuelta a Santander le confirmé a mi abuela que, en efecto, el Danubio es
azul, blue, bleu, blau, azzurro, azuur.
Daniel Barenboim dirige a la Filarmónica de Viena que interpreta la Marcha Radetzky en el Concierto de Año Nuevo 2010 (vídeo colgado en YouTube por Oly69)
Pero no todo son valses, marchas y azules filarmónicos en el Danubio azul. Hay mucha más música en las aguas del Danubio. Sin ir muy lejos está la de
Johann Nepomuk Hummel (Bratislava, 1778-Weimar, 1837), quien vivió en la Viena de
Salieri y
Beethoven, en la que logró convertirse en uno de los mejores pianistas de su tiempo, siendo además profesor de dicho instrumento de
Thalberg o
Mendelssohn. Nunca escribió sinfonías, pero abordó casi todo el resto de géneros musicales y vocales. Su obra maestra es sin duda el
Quinteto en mi bemol para piano, violín, viola, violonchelo y contrabajo, op. 87, publicado en 1822. Pieza compleja, virtuosística en varios pasajes y finalizada en un movimiento en mi bemol menor
pianissimo cargado de misterio.
Nepomuk Hummel: Quinteto en mi bemol (vídeo colgado en YouTube por victorkur)
Y hablando del Danubio y de Viena no estará de más mencionar al músico vienés por excelencia y nacimiento,
Franz Schubert (1797-1828). En 1819, durante una estancia veraniega en Steyr,
Schubert comenzó a escribir su
Quinteto para piano y cuerdas en la mayor, op. 114, “La Trucha”. La obra fue un encargo de
Silvestre Paumgartner, un culto melómano buen violonchelista aficionado, en cuya casa muy probablemente se interpretó la pieza por vez primera a finales del mismo año 1819.
La Trucha jamás se tocó en público en vida de Schubert, y no se editó hasta 1829, un año después de su muerte. El título de
La Trucha proviene del cuarto movimiento del quinteto, serie de variaciones sobre el famoso
lied del mismo título que no conoció menos de cinco versiones desde finales de 1816 hasta octubre de 1821, aunque los cambios sólo afectaban a detalles de escritura. El quinteto está dividido en cinco movimientos (
allegro vivace, andante, scherzo, andantino, allegro giusto), y para su autor fue poco más o menos sólo música para aficionados de vacaciones.
Franz Schubert: "La Trucha" 1er Mov. Allegro Vivace, parte I (vídeo colgado en YouTube por joaquintenpura)
Si de toda la obra de Schubert únicamente hubiera sobrevivido a un fuego devastador esta obra, hoy seguiríamos hablando de él como de un genio, y continuaríamos escuchando esta hermosa cascada danubiana de sonidos milagrosos. La trucha de Schubert continúa nadando hoy, dos siglos después, en el Danubio azul,
blue, bleu...