Si usted tiene un
walkman guardado en cualquier rincón de su casa, no se deshaga de él tirándolo a la basura, posee una pieza digna ya de un museo de arqueología tecnológica y cultural. Pues sí, pasadas poco más de tres décadas desde que apareció en el mercado como una pequeña máquina revolucionaria que permitía escuchar música y la radio estando en movimiento y sin tener, por tanto, que estar “enchufado” a ningún aparato fijo, los populares
walkman han dejado hoy mismo de fabricarse quizá para siempre jamás.
Surgieron inventados por la empresa japonesa Sony en 1979 como una verdadera novedad. Pequeña máquina a pilas que podías enganchar al cinturón del pantalón o a cualquier otra parte de la indumentaria, los
walkman posibilitaban, por ejemplo, escuchar la emisora radiofónica favorita, la
Novena sinfonía de
Beethoven, “
She love you” de
The Beatles, un himno pacifista de
Bob Dylan..., o cualquier otra música y canción de la historia, mientras se corría una maratón, se montaba en bicicleta, se caminaba por el monte, se nadaba en la piscina, se asistía a una aburrida conferencia, se deambulaba indiferente por las calles de la ciudad o se hacía cualquier otra actividad imaginable, salvo la de esta muerto.
Al parecer se han vendido más de doscientos millones de
walkman en todo el mundo, lo que quizá no parezca una gran cifra, aunque desde luego lo es, sobre todo si tenemos en cuenta que fue un aparato propio solo de las sociedades más urbana más desarrolladas. Ahora únicamente seguirá fabricándose para el mercado chino, es decir, para un mercado en vías de desarrollo.
Umberto Eco y Jean-Claude Carrière: Nadie acabará con los libros (Lumen, 2010)La noticia de la desaparición del
walkman de la faz de la tierra me ha hecho pensar inmediatamente en las reflexiones que
Umberto Eco y Jean-Claude Carrière han dejado escritas para todos nosotros en el libro
Nadie acabará con los libros (Lumen, Barcelona, 2010). En esta obra los dos autores mantienen una larga conversación sobre la
desaparición o no de los libros como herramienta básica de trabajo en el horizonte intelectual más inmediato. Si no recuerdo mal los dos escritores llegan a la conclusión de que el
libro en papel no desaparecerá entre otras cosas porque es un instrumento tecnológico muy difícil de superar y porque ya ha dado grandes
pruebas de resistencia a lo largo de la historia a constantes cambios y revoluciones tecnológicas. Lo que sí es muy probable es que su puesto en la cúspide de la pirámide cultural e intelectual no se pueda mantener mucho más tiempo, debido sobre todo a que los recursos digitales y virtuales del presente ofrecen una rapidez de acceso a la información absolutamente inaudita y en permanente mejora. Es muy probable que las masas humanas dejen de ver utilidad al libro en su demanda de información inmediata y copiosa, quedando el libro como un instrumento imprescindible solo para una elite que más que información inmediata requiere profundizar en conocimientos, para lo cual precisa de una relación más calmosa, personal y directa con el instrumento o fuente de conocimiento.
Eco y Carrière subrayan otra razón para la supervivencia a largo plazo de los libros, y es la siguiente. La propia imparable evolución tecnológica de los instrumentos de almacenamiento de información hace que éstos queden obsoletos en plazos de tiempos realmente cortos. Así, si una persona opta por preservar toda la información y conocimientos que posee en aparatos tecnológicos de hoy mismo, corre el serio riesgo de que ese almacenaje sólo le sea útil para plazos realmente breves de tiempo, teniendo la permanente necesidad de ir reconvirtiendo (si es posible) todo lo almacenado en la memoria de nuevos aparatos o instrumentos tecnológicos, más rápidos y capaces que los del inmediato pasado, pero distintos. La consecuencia es una carrera demencial por preservar la información que se posee (fotos, datos, textos, música...) adaptándola permanentemente a las novedades tecnológicas que ofrece el mercado. Esta espiral es muy beneficiosa para la industria y el mercado, pero es realmente angustiosa no solo para los particulares, sino también para las instituciones culturales que se ven impelidas a estar permanentemente reorganizando sus archivos (su memoria) en los nuevos aparatos, con dos consecuencias principales. Primera, el gasto permanente en renovación tecnológicas. Segunda, la
pérdida inevitable de grandes cantidades de información que quedaron contenidas en sistemas que ya no admiten reconversión tecnológica, o que admitiéndola, implican unos costes de dinero y tiempo que la hacen inviable.
Pienso en este sentido en toda la música e información grabada hasta ahora en cintas de cassette que a partir de hoy mismo son solo pura arqueología tecnológica, inservible del todo en apenas unos meses o unos pocos años. Música, información..., que para ser preservada y utilizada en un futuro inmediato demanda que se transforme de algún modo a las nueva tecnologías existentes para poder ser “leídas” por ellas. Y que cuando dentro de unos años esas tecnologías cambien, el proceso deberá repetirse de nuevo, y así hasta... Los libros, sin embargo, aunque no son eternos, sí ofrecen periodos temporales de conservación de la información y conocimientos que almacenan infinitamente más largos y controlables.