jueves, 24 de junio de 2010
Santander 1875-1930 (ediciones La Bahía), de Rafael Gutiérrez Colomer Sánchez (y 2)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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El libro plasma así la visión de Santander que el autor quiso comunicar a la posteridad, la puesta en escena del ámbito urbano y ciudadano que Rafael Gutiérrez-Colomer (con su mentalidad, formación y contexto), consideró necesario subrayar y transmitir, sin duda desde el convencimiento más profundo, desde la propia experiencia sentida y vivida, desde un planteamiento de recuperación de la pequeña historia que se mantuvo siempre al margen del análisis, y desde luego del uso de las herramientas básicas del análisis historiográfico. En este sentido “Santander 1875-1930” es la crónica cotidiana, y quizá inmejorable, de una sociedad con aspiraciones cosmopolitas, una sociedad emprendedora, de honda raíz comercial y empresarial, burguesa, que estaba entregada al empeño de construir un escenario urbano acorde a sus ideas, sueños e intereses


 

Juan Antonio González Fuentes

Acaba de presentarse una obra de carácter histórico ciertamente excepcional. Se trata del libro (en dos volúmenes) Santander 1875-1930, de Rafael Gutiérrez Colomer Sánchez, erudito santanderino nacido en 1900 y muerto en 1979. La edición ha corrido a cargo de ediciones La Bahía, empresa editorial comandada por José María Lafuente.

Rafael Gutiérrez-Colomer Velasco (Santander, 1937-Madrid, 2005), hijo de nuestro autor, fue de profesión arquitecto y desarrolló una actividad artística polifacética que abarcó campos como la pintura, la poesía, la edición y la coordinación de actividades culturales. La producción creativa de Gutiérrez-Colomer Velasco y su significativa relación con la poesía experimental española de la década de 1970, es lo que en un primer momento llevó al empresario José María Lafuente a entrar en contacto con María Jesús García Ortega, viuda del poeta. Lafuente posee una de las mayores colecciones documentales que hay en España sobre poesía experimental, y por medio de amigos comunes, conoció personalmente a María Jesús y mantuvo con ella diversos encuentros amistosos en su casa madrileña. Ya en el primero de los encuentros, Lafuente reparó en varios tomos mecanografiados en los que estaba escrito Santander 1900-1930, sacó curioso de su lugar algunos de ellos, los hojeó, los leyó por encima, los releyó un poco más a fondo, y comprobó entre incrédulo y alucinado que lo que tenía en sus manos tan sólo podía ser la segunda parte inédita del libro que el padre del poeta publicó en 1973, y cuya lectura tanto le había seducido por una y mil circunstancias en su primera juventud.

Una vez hechas las comprobaciones necesarias y verificado el diagnóstico, José María Lafuente propuso a la familia y herederos de Rafael Gutiérrez-Colomer Sánchez que accediera a publicar el manuscrito, y ofreció su propio sello editorial, Ediciones La Bahía, para llevar a buen término la aventura. La familia, desde el primer momento, se mostró entusiasmada con el proyecto y de manera altruista dio todas las facilidades al editor para que lo llevara a buen término. Aceptada entonces la propuesta editorial por todas las partes, comenzó en 2007 un dilatado proceso cuyo resultado final son los dos volúmenes que ahora aquí manejamos.

El primer paso fue restaurar, hoja a hoja, todo el material original escrito por Rafael Gutiérrez-Colomer con el fin de poder utilizarlo en las mejores condiciones posibles, pues José María Lafuente, como editor, decidió que no tenía mucho sentido publicar sólo el volumen que permanecía inédito, y que la dirección del esfuerzo editorial debía dirigirse a publicar la obra completa, tal y como en su día el autor pensó que iba a hacerse. Una vez transcrito todo el ingente material, Lafuente se lo pasó al fotógrafo y diseñador gráfico Jorge Fernández Bolado para que éste evaluase el estado y calidad del material fotográfico.

Jorge Fernández no se limitó a ejecutar el encargo recibido, y la curiosidad lo llevó a analizar toda la aportación y a sacar al menos dos básicas conclusiones: El material fotográfico podía mejorarse ostensiblemente, y los textos demandaban un mayor orden y concierto, una reorganización que facilitase la lectura, la consulta y la comprensión de los mismos por parte de los futuros lectores. Fue en ese momento cuando Lafuente le propuso a Jorge Fernández Bolado que se pusiera manos a la obra teniendo como guía el libro de 1973 y los originales de Colomer, ricos en anotaciones, correcciones y añadidos de todo tipo.

Tanto con los textos originales como con las fotografías ya digitalizadas, el segundo paso que se acometió fue reordenar las noticias atendiendo al año en el que tuvieron lugar y a su temática, dejando incorporadas, lógicamente, la mayor parte de las aportaciones que quedaron fuera de la edición de 1973 o que fueron añadidas por el autor posteriormente. Esta reorganización llevó consigo también el añadido de material gráfico nuevo que, o bien mejoraba el de la primera edición, o bien ilustraba las nuevas partes añadidas. Sobre este asunto haremos hincapié más adelante.

El libro se estructuró por años, encabezando cada uno de ellos un título genérico, “Noticias de Santander”, que cobijaba a su vez grupos de noticias que en no pocas ocasiones se repiten año tras año (alcaldes, visitas reales, deportes, corridas de toros, Corconera, tranvías urbanos…), cerrando el capítulo, es decir, el año, con las noticias que hacían referencia expresa a El Sardinero.

Buscando la unidad temática del libro se desecharon algunas noticias no relacionadas con el asunto principal, Santander, y otras cuya inclusión hubiera resultado reiterativa, pues no aportaban nada novedoso a lo ya comentado en otras páginas. Esta labor, en algún momento semejante a la construcción de un complejo rompecabezas, necesitó meses y meses de laborioso trabajo, de lecturas y correcciones, de toma de decisiones con respecto a asuntos editoriales muy diversos. El volumen editado en 1973 quedó así reconstruido casi en su totalidad, y el conjunto del trabajo de Gutiérrez-Colomer fue ordenado buscando principalmente claridad en la exposición. Un nuevo índice también fue levantándose poco a poco. Una vez concluida esta fase, y con el material original de Gutiérrez-Colomer decantado y corregido, Fernández Bolado comenzó a trabajar con los materiales en una maqueta y con un diseño editorial debido también a él.

A partir de ese momento, con las páginas de los dos volúmenes en estado de revisión permanente, comenzaron a imprimirse en papel los resultados para comprobar la calidad y el impacto visual del material gráfico utilizado, y para que terceras personas repasasen los textos con la finalidad de procurar en lo posible aunar criterios ortográficos, de redacción y de estilo, así como subsanar errores o imprecisiones en los datos aportados. En este sentido hubo que tener muy presente que la erudita labor de Rafael Gutiérrez-Colomer consistió en tomar apuntes directamente de periódicos locales santanderinos de diversas etapas históricas (apuntando en cada caso la oportuna referencia), con lo que eso supone o puede suponer en cuanto al variopinto uso de las palabras y su grafía cambiante, las construcciones gramaticales, la acentuación y puntuación, el empleo de modismos y localismos, de topónimos que no se conservan o que el tiempo y el uso han modificado, de un callejero en permanente evolución, etc, etc…, a lo que deben unirse simples errores de transcripción o una información incorrecta o mal redactada en el periódico de origen. Con todo, hay que subrayar que se ha respetado la redacción de Gutiérrez-Colomer, el aroma de su escritura por decirlo de alguna manera, y el concepto y esquema de obra que él tuvo siempre en mente, siendo fieles los editores de este libro a los originales últimos y definitivos que el autor dejó en su archivo.

Por lo que respecta al material gráfico utilizado, en la mayor parte de las ocasiones éste aparece distribuido por las páginas tal y como lo dejó colocado Gutiérrez-Colomer en sus originales. La sincronía de las imágenes con los textos que ilustran es bastante precisa, pudiendo establecerse un intervalo medio de diferencia temporal de un lustro entre la fecha de la foto y la de la noticia ilustrada, aunque es muy frecuente que ambas coincidan en el tiempo, dado que Gutiérrez-Colomer recurrió a las fotografías publicadas en los periódicos del momento.

El material fotográfico que empleó en su día Gutiérrez-Colomer provenía prácticamente en su totalidad de Duomarco, o mejor dicho, de la sobrina de éste, heredera de un archivo fotográfico que englobaba el de tres fotógrafos clásicos de Santander: Duomarco, Urtasun y Leandro, pues los tres trabajaron sucesivamente en la misma casa de fotografía hasta el incendio de 1941 que la destruyó por completo, al igual que ocurrió con buena parte de la zona centro de la ciudad. También es posible que firmadas por Duomarco vayan imágenes de otros fotógrafos que fueron positivadas o reproducidas por la casa. Pero llegados a este punto hay que señalar una de las aportaciones más novedosas e importantes que ofrece esta edición del trabajo de Gutiérrez-Colomer. Nos referimos a la aportación de un sustantivo corpus de imágenes santanderinas inéditas, que enriquecen y redimensionan de singular manera los dos volúmenes que ahora se ofrecen, justificando por sí mismas la importancia histórica de esta publicación. Dejando al margen algunas pequeñas aportaciones puntuales que el editor agradece (Samot y CDIS), se trata de la incorporación de fotografías procedentes de dos fondos relacionados con la ciudad de Santander y que presentan una relevancia muy significativa.

El primero es el del fotógrafo Miguel Rojo Borbolla (Madrid, 1874-Puertas de Cabrales, Asturias, 1930), miembro de una familia de emigrantes enriquecidos en Madrid y México que cuando residía en Santander, en 1904, comenzó su afición a la fotografía realizando en la capital de La Montaña sus primeros y poco conocidos trabajos. En nuestros días la mayor parte del archivo de negativos de Rojo Borbolla está depositado en la fototeca del Museo del Pueblo de Asturias, donde Ediciones La Bahía ha adquirido en exclusividad los derechos de reproducción de las imágenes de Santander para este libro.

El segundo fondo fotográfico aludido es la colección fotográfica de José María Lafuente, en la que para el asunto que nos ocupa destaca el pequeño conjunto de fotos inéditas de la Familia Real española en sus veraneos santanderinos.

Tres años de trabajo interdisciplinar y un esfuerzo editorial de primer orden han remozado y puesto al día la ingente labor de erudición que llevó a cabo durante más de una década Rafael Gutiérrez-Colomer. El resultado final lo tiene el lector en sus manos. No se trata en modo alguno de un libro de ciencia histórica ni de una aportación esencial, por sus planteamientos, análisis y conclusiones, a la cada vez más copiosa historiografía regional. Es ante todo y sobre todo una crónica temática del latido vital de una pequeña ciudad del norte de España a lo largo de un periodo de cincuenta y cinco años, espacio temporal (1875-1930) que incluye un traumático cambio de siglo. Sin duda fue aquella una etapa de historia convulsa en la que la ciudad protagonista de la crónica creció, se desarrolló, se transformó…, y tomó dirección hacia una determinada política, economía y “sensibilidad”. Ese pulso urbano, en su cotidiano reflejo, queda en estas páginas recogido por medio de los temas que Gutiérrez-Colomer escogió para hilvanar su narración. El libro plasma así la visión de Santander que el autor quiso comunicar a la posteridad, la puesta en escena del ámbito urbano y ciudadano que Rafael Gutiérrez-Colomer (con su mentalidad, formación y contexto), consideró necesario subrayar y transmitir, sin duda desde el convencimiento más profundo, desde la propia experiencia sentida y vivida, desde un planteamiento de recuperación de la pequeña historia que se mantuvo siempre al margen del análisis, y desde luego del uso de las herramientas básicas del análisis historiográfico. En este sentido Santander 1875-1930 es la crónica cotidiana, y quizá inmejorable, de una sociedad con aspiraciones cosmopolitas, una sociedad emprendedora, de honda raíz comercial y empresarial, burguesa, que estaba entregada al empeño de construir un escenario urbano acorde a sus ideas, sueños e intereses.

A partir de ahora, quien desee estudiar o simplemente conocer cualquier aspecto relacionado con la historia de la ciudad de Santander en su tránsito del siglo XIX al siglo XX, dispone gracias a este libro, es decir, al trabajo erudito de Rafael Gutiérrez-Colomer y al espléndido aparato gráfico que lo acompaña, de una herramienta cuya asombrosa riqueza informativa la hace ya referencia inexcusable en todo acercamiento bibliográfico sobre el tema que se pretenda serio. Tal vez sólo reste decir que Santander y su historiografía están de enhorabuena”. 

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.